Eduardo Bablé: “En el pasacalles del coro ‘Der cuarto Reich’ la gente cerraba las ventanas, éramos un ejército alemán”

Retrocarnaval

Todoterreno del Carnaval como músico de coros, se enamoró de los tangos a través de la Misa Típica Gaditana y sigue en la brecha tocando la bandurria

Se despidió este año de su cargo de presentador a sala del Concurso de Agrupaciones tras casi 30 años haciéndolo

Eduardo Bablé en una foto tomada el pasado miércoles.
Eduardo Bablé en una foto tomada el pasado miércoles. / Julio González

Eduardo Bablé desciende de carnavaleros. Su tatarabuelo era “orador de esos que daba en Carnaval discursos políticos, megacuriosos”. Su bisabuelo y su abuelo siguieron la tradición. Y su padre, Eduardo Bablé Cabello, además de ser alma mater de La Tía Norica, dibujaba los croquis de las agrupaciones y sacaba coros y chirigotas “regularcitas”, dice entre risas, como ‘Los detectives’ o ‘Los barmans’.

La primera incursión de Bablé en el Carnaval, entonces Fiestas Típicas, llegó en 1970, con solo once años. “Yo estudiaba en La Mirandilla y los alumnos mayores querían sacar dinero para un viaje de fin de curso haciendo una comparsa. Buscaron en la rondalla del colegio, que era numerosísima, alguien que tocara la guitarra. Y yo ya hacía mis cositas con el hermano Néstor, sacando acordes, y me ficharon. Mi madre se oponía, porque en aquella época el Carnaval no estaba bien considerado, a pesar de que mis ancestros habían salido. Y al final ella acabó haciendo los disfraces. Salí y la comparsa se llamó ‘Fantasía juvenil’”.

A pesar de los antecedentes familiares y del estreno con la comparsa lasaliana, la mecha que prendió la afición de Bablé al Carnaval tuvo, curiosamente, un origen religioso. Su padre había creado en la iglesia de La Palma, adaptando las oraciones a los antiguos tangos de Carnaval, la Misa Típica Gaditana. “Estábamos todos relacionados con la iglesia de La Viña. Mi padre formaba parte de la cofradía, era el capiller, el que estaba a cargo del mantenimiento de los enseres, y nuestro primer grupo teatral se llamaba ‘Palma’, dentro del hogar juvenil de la hermandad. Yo he ido a acompañar al cura a dar la extremaunción a los enfermos”, explica.

Eduardo Bablé en su primera agrupación: ‘Fantasía juvenil’, de 1970.
Eduardo Bablé en su primera agrupación: ‘Fantasía juvenil’, de 1970. / D.C.

Cuando empezaron los ensayos de la Misa, Eduardo, que ayudaba a su padre a montar los temas y se integró en el grupo como guitarra, descubrió, en la voz de buenos coristas que participaban en este proyecto, la magia de los tangos. “Pero no por los temas que formaban parte de la Misa, sino escuchando a esos coristas en las copitas que nos tomábamos después de los ensayos y las actuaciones. Ahí me enamoré perdidamente de los tangos y del coro de Carnaval”, admite.

Una cosa llevó a la otra, y Eduardo Bablé salió en 1976 en el coro -su modalidad amada- ‘Los bobos de la fiesta’, de Antonio Torres y El Astro, aportando Pepe Bablé muchos cuplés. “Eran las últimas Fiestas Típicas, en mayo y cogí una insolación. Íbamos de payasos, pero chungos. Y el maquillaje de barra duraba un mes, no había quien lo quitara. Pasé por todas las cuerdas. Con la guitarra, de tenor, segunda y bajo”, expone.

No volvió a salir hasta cuatro años después, en 1980, con el coro ‘Los chupatintas’, donde él dirigía y musicaba y su hermano Pepe y Paco Leal eran los letristas. “Se formó un coro en el gremio de agencias marítimas, donde yo estaba trabajando entonces. La carroza era una máquina de escribir que hicieron mi padre y el pintor Meléndez, que precisamente ahora vivo en la plaza de su nombre, en La Laguna. La carroza no cabía por ciertas calles”, evoca.

Fue el primer año en el que tocó la bandurria “porque no había nadie que la tocara. Fue accidental. Y hasta ahora no la he soltado”. Parte del coro siguió en 1981. Un coro que se convirtió en mixto, por cierto, el mismo año del debut del coro de Las Niñas de Adela del Moral, aunque Bablé reconoce que fue “por necesidad, porque faltaba gente y recurrimos a nuestras novias y mujeres”.

"En 1981 también sacamos un coro mixto, pero fue por necesidad, porque faltaba gente y recurrimos a nuestras novias y mujeres”

Señala que iban a sacar ‘El séptimo de caballería’, “con complementos del tipo ya comprados, pero la idea no nos daba para escribir a mí, a mi hermano y a Paco Leal. Y decidimos ir de locos, pero tuvimos un gran problema. Anunciamos el nombre de ‘El manicomio’ y la gente empezó a mandar cartas al director del Diario quejándose. Así que cambiamos el nombre por ‘La gran locura’, que íbamos de locos de la humanidad. Cuando dijimos que íbamos de locos se fue más de medio coro, y por eso entraron las mujeres".

Bablé cuenta una anécdota muy graciosa. “El Gómez, para desviar la atención de la polémica de las cartas, se inventó un personaje africano, de cachondeo, escribiendo una carta que decía que se había enterado de que había una chirigota que se llamaba ‘Babalú y los siete negritos’, y que eso era racismo. En la carta decía que pertenecía a Asoneca (Asociación de Negros de Cádiz). Y empezó a escribirle gente negra a preguntarle dónde estaba la asociación para inscribirse”.

‘La gran locura’ cantó en el Falla la tarde del 23-F, la del golpe de Estado de Tejero, abriendo la segunda parte de la función de tarde. “Nosotros, ojo, llevábamos un papa Clemente que era Paco Leal, que hizo el pasacalles con la mitra escondida, llevábamos a Hitler, al Che Guevara… estábamos en casa de mi padre en la calle Patrocinio y no sabíamos si ir al Falla o no ir”, relata.

"El 23-F íbamos para el Falla con miedo. Llevábamos en el coro un papa Clemente que era Paco Leal, a Hitler, al Che Guevara..."

Al año siguiente, 1982, se incorporó al coro de la peña La Mascarada, ‘Los blasones de Cádiz’, al que siguió ‘Salada claridad’ en 1983. “Entonces las cosas no se hacían como ahora. Estábamos supeditados a subvenciones y premios para pagar los disfraces. En este coro nos faltaba dinero y los trajes iban cosidos con grapas. El tipo era blanco y celeste. Pues un día de Carnaval llovió y se despintó el óxido de las grapas. Y los sombreros, de cartón porque no había para más, empezaron a despegarse”, cuenta entre risas.

Después de sacar ‘Los duros antiguos’ en 1984 llegó el gran triunfo de este grupo nacido con ‘La mascarada’, aunque para 1985 reforzado con muchos jóvenes y noveles carnavaleros. El coro se llamó ‘La banda municipal’ y se llevó todo un primer premio por delante de ‘El callejón de los negros’ y ‘Mi no comprender’, casi nada. La música del tango de ‘La banda municipal’ tiene su historia. “El Noly hizo el tango, y nos quedamos con el principio, pero hasta el final lo arreglé yo. Ese coro llevaba mucho repertorio escrito y compuesto por mí”, apunta.

Con el tipo del coro ‘La banda municipal’. (1985).
Con el tipo del coro ‘La banda municipal’. (1985). / D.C.

El éxito de este coro radicó en “el gaditanismo y que no llevábamos ningún instrumento, con onomatopeyas hicimos el sonido incluso del bombo y la caja. Era un coro joven, con mucho desparpajo, muy alegre. Caímos bien, esa fue la clave”.

Llegó luego ‘La posada del mesón’, en 1986, y para 1987 Bablé tenía una idea de coro y José Luis Sánchez del Pino, otra. “Como no llegamos a un acuerdo me fui al coro ‘El gallinero’, que hice con Salvador Longobardo”. Y en 1988 pudo sacar el tipo que tenía para 1987: ‘Quo Cadix?’. Con la base de ‘El gallinero’, y dirigido por Quico Zamora, este coro fue primer premio en 1988, con repertorio de Bablé y Longobardo.

Después de ‘Barrio chino’, en 1990, llegó ‘Der cuarto Reich’. Aquí se para, porque fue un tipo arriesgado, de soldados alemanes nazis. “Coincidió con la Guerra del Golfo, cosa que no ayudaba. Dimos con un sastre militar de San Fernando, amante de la Segunda Guerra Mundial, que tenía todos los patrones de todas las tropas combatientes. Íbamos perfectamente uniformados. Sin las esvásticas y con la paloma de la paz, pero parecía un ejército de verdad. En el pasacalles la gente cerraba los balcones y ventanas, porque eso intimidaba. No hacíamos apología de nada, está claro. Y mi hermano me aconsejó que en la presentación tirásemos las armas al suelo y bajásemos la bandera con la paloma de la paz”.

A toro pasado, Eduardo reconoce que ‘Der cuarto Reich’, que fue tercer premio y cantaba como un orfeón, le costó “una taquicardia”. Y es que “nadie creía en el coro, ni el propio grupo, y de las familias que fueron, una sola mujer, esposa de un corista, me dijo que el coro valía mucho. Se lo agradeceré siempre. Menos mal que me vine arriba con la portada del ABC donde se decía ‘Alemanes que cantan como los ángeles’. Valió por el sufrimiento pasado”.

‘Tropicana’, el coro de 1992, fue el último de Bablé con este grupo antes de aceptar la oferta de Quico Zamora para salir, en la peña Los Dedócratas, con ‘¡Quédate con mi copla!’, cuarto premio, como autor y director musical, repitiendo en 1994 con ‘El ángel de Cai’, donde le dejaron “tirado” muchos “en el mes de diciembre, pero me empeñé en sacar el coro como fuera. Juré y perjuré ante la tapia del cementerio el último domingo de Carnaval que ‘una y no más, santo Tomás’. Seguí en el Carnaval, pero ya no con esa responsabilidad”.

Del 95 al 97 hizo un parón, aunque señala que esos años “gente que quedábamos en el Arco de Garaicoechea para ver los coros empezamos a hablar de hacer uno. Allí cantábamos tangos y antiguos y se animó la cosa para salir como coro ilegal en el 98. Pero avanzaban los ensayos y se empezó a hablar de ir al Falla. Yo me aparté un poco por varios proyectos y salí solo para la calle”. Bablé se refiere a ‘Los últimos de Filipinas’, de Faly Pastrana y Quico Zamora, un coco que irrumpió en el Carnaval para quedarse por mucho tiempo. Al año siguiente, con ‘La cuesta Jabonería’, nuestro entrevistado también se apuntó a la batea sin ir al Concurso.

Repitió calle en el año 2000 con ‘El tren botijo’, de La Salle Viña, “echando el cable porque alguien se puso malo, pero no recuerdo quien”.

Desde 2003 salió más de una década en el coro callejero de Luis Frade y alguno de estos coros los compaginó con el de Luis Rivero entre 2010 y 2018. “A mí me encantó un coro que Luis había sacado para los concursos de verano, mixto, y se lo dije en una de esas charlas a telón cerrado en el Falla. Me confesó que estaba antojado por sacar un coro, pero que le faltaba orquesta. Me ofrecí a ayudarle y a ir con él al Falla. Iba unos días al coro de Frade y otros al de Rivero. Una locura”.

Con Luis llegó a conseguir dos primeros premios consecutivos en 2017 y 2018, y el descanso de este autor en 2019 le llevó a salir con Pedrosa y David Fernández, coro en el que sigue haciendo los arreglos musicales y tocando la bandurria. “Aquí estoy muy a gusto. En realidad yo he estado a gusto en todos los coros”, indica antes de recordar que hizo un papel, recitando, en el coro de Paco Martínez Mora ‘Los reyes de las tablas’ en 2007.

Las ocupaciones carnavalescas más su quehacer con la compañía de La Tía Norica las compaginó con otros asuntos como ser colaborador en radios y cronista musical de Diario de Cádiz en el Concurso. O ser presentador de Onda Cádiz en su primera retransmisión del COAC y dirigir la camerata de plectro A Tempo.

Presentando a sala el Concurso de Agrupaciones.
Presentando a sala el Concurso de Agrupaciones. / Jesús Marín

En 1998 empezó a presentar a las agrupaciones a sala y este año, con motivo de su jubilación como funcionario municipal, fue su último Concurso, recibiendo el cariño del mundo del Carnaval en su despedida, coincidente con la de Miguel Ángel Fuertes como regidor de escena. “Ya lo estoy echando de menos”, admite.

"He visto mucha gente agachando la cabeza tras actuar admitiendo que ese año no había acertado"

Este cometido de casi 30 años, además de convertirle en un recurrente figurante para las agrupaciones, que lo tenían a mano detrás del telón, le otorgó “objetividad” a pesar de ser él mismo competidor, “disfrutando de los demás y entendiendo que hay otros coros muy buenos”. “He visto cosas que no puedo contar y he comprobado la autenticidad de los que van a cantar, y no solo los grandes. He visto mucha gente agachando la cabeza tras actuar admitiendo que ese año no había acertado. He afinado instrumentos, he servido de terapeuta y hasta de amuleto, porque había quienes decían un abrazo mío antes de salir a escena les daba suerte. Lo que me ha dado el concurso por detrás del telón no me lo ha dado por delante”, dice con rotundidad.

Asegura no saber quién le sucederá, pero le gustaría que fuera “Lola Macías, porque lo sabe hacer muy bien y conoce el Carnaval y a su gente”.

Lasaliano, viñero y amante del teatro

Eduardo Lorenzo del Pilar Bablé Neira nació el 18 de abril de 1959 en el número 8 de la calle Patrocinio, en La Viña. Estudió en La Salle Mirandilla y La Salle Viña. Luego entró a trabajar en una empresa de transporte internacional. Posteriormente, tras varios empleos, pasó a trabajar en el Festival Iberoamericano de Teatro (FIT) y ya se quedó en el Ayuntamiento, en la Fundación Municipal de Cultura, donde se ha jubilado. Su pasión fue siempre, además de la música, el teatro. Es una de las cabezas visibles, junto a su hermano Pepe, de la compañía de títeres La Tía Norica, que cumple 40 años ininterrumpidos, cometido que heredaron de su padre. Está casado con Fina Pereira, con la que tiene una hija llamada Elena Amalia.  

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