El grito en el cielo

Como siempre ha habido clases y clases, tengo mucho conocimiento entre la buena gente de Bahía Blanca. Personas de orden y misa de doce que, en la mayoría de los casos, viven ajenas a esta fiestecilla chabacana más propia de barrios bajunos y proletarios. En Bahía Blanca los perritos mean Chanel por las esquinas, con eso lo digo todo. Sus descendientes estudian en las Esclavas y San Felipe Neri, como Dios manda, y nunca, nunca, never, forman parte de esa aberración a la que alguno llama cantera. Cantera de maleantes, será. Pues bien, algunas de mis contemporáneas amigas están que trina porque a alguien se le ha ocurrido colocar ese antro de perversión que es la Carpa justo abajo de sus casas. El jueves comenzó la tortura. Hasta las seis de la mañana escuchando el chunda chunda sin poder conciliar el sueño, sin encontrar el reposo y el recogimiento necesario para rezar unos buenos maitines al despuntar el alba. Todo a hacer gárgaras por culpa de estos facinerosos. Pero a ver criaturitas, ¿no hay otro sitio en Cádiz donde colocar ese mamotreto? ¿Tienen que situarlo justo debajo de la gente de bien? Es como si lo hicieran a conciencia. El escenario gigantesco del pregón al ladito de la casa de una servidora, y la carpita de las narices, abajo del barrio más pudiente de Cádiz. Después quieren igualdad. Ja. Es para poner el grito en el cielo. Que pongan la Carpa entre la Viña y Santa María y molesten a la gente que le gusta esta porquería.