“Echaba de menos ese Carnaval puro que solo me posibilita una chirigota gamberra”
Juan Carlos Aragón | Su última entrevista
Añora el público de los 90 y dice que a la comparsa “le sobra cálculo y le falta frescura”
Cádiz/Cádiz pierde a su enfant terrible, a uno de sus autores más queridos y venerados del Carnaval de Cádiz. Juan Carlos Aragón ha fallecido este viernes 17 de mayo a los 51 años, a pocos días de cumplir los 52. Su legado ya es inmortal y sus coplas vivirán siempre en el recuerdo de los aficionados. A continuación reproducimos la última entrevista concedida por el coplero a este medio durante el pasado COAC 2019, justo antes de su esperado regreso a la chirigota con 'Er Chele Vara'.
‘El Chele Vara’ supuso el regreso de Juan Carlos Aragón a la modalidad de chirigota, que compagina, como en aquellos años de principios de este siglo, con su comparsa. De las dos agrupaciones que presenta este año y de su particular visión del Carnaval actual conversamos una tarde en un tranquilo rincón del bar Barlovento, al final del Paseo Marítimo.
–La vuelta a la chirigota se intuía, era algo cantado, ¿qué ha tenido que ocurrir para retomarla después de varios amagos?
–Todos los años tengo ofertas de gente que sabe que quiero, que sabe yo soy chirigotero y que soy comparsista por accidente, pero esta vez se dieron circunstancias muy importantes. Por un lado el repertorio de la comparsa lo tenía prácticamente listo a final de la primavera. Por otro, continué trabajando en el mismo instituto de San Fernando donde estoy. Y no tenía cargas familiares que a lo mejor a final de Carnaval sí voy a tener. Luego surgió lo del Che Guevara como una broma para despistar sobre el nombre de la comparsa que por lo visto había trascendido y estaba rulando por los grupos de guasap. Me tuve que inventar una historia para despistar. Y cuando me di cuenta me dije que estaba guay para una chirigota. Paralelamente un vecino mío se encargó de ir reclutando gente afín y me ofreció a Joaqui y Calixto Revuelta. Se dieron las circunstancias y dije ¡venga! Tenía mono de chirigota. Y es una historia que no tiene que ver con preparar una comparsa. Echaba de menos ese Carnaval puro que solo me posibilita una chirigota gamberra.
–¿Qué chirigota se va a encontrar el aficionado? ¿Incisiva?, ¿canalla?...
–Hombre, por supuesto. Porque yo creo que durante mi etapa de chirigota fui perdiendo sentido chirigotero. Terminé haciendo pasodobles en plan bonito y críticos. Eran ya un híbrido de chirigota y comparsa. Entonces yo escribía también para el grupo de Subiela. Y para cosas bonitas compraban la comparsa. Y realmente cuando eché la vista atrás me di cuenta de que lo que más feliz me había hecho en toda mi vida de Carnaval habían sido las primeras chirigotas, que en realidad eran ilegales llevadas al Falla. No tenían más pretensiones que divertirnos y echarle poca vergüenza al asunto. Sin prejuicios, reparos ni tabúes. Sin más criterios que el del humor. Y a eso quería volver.
–¿Es una forma de evadirse de la lírica de la comparsa?
–De la lírica y del clima que se crea en torno a la modalidad de comparsa. En el que hay un exceso ya de todo... no sé particularizar los excesos que hay. Todo se sobredimensiona, la pasión se desborda, algunas veces para bien y otras para mal. Se padece el Concurso mucho más de lo que se disfruta. Y hora que el Concurso es más largo... La comparsa es muy bonita, pero el ambiente, dentro del Concurso que cada vez está mas cargado, espeso y sofisticado, y es menos puro y auténtico, en la comparsa se acusa mucho más. Yo necesitaba respirar otro oxígeno que procediera de un manantial más limpio y claro.
–La modalidad ha bajado con respecto a aquellos años en que estaban usted, Yuyu, Carapapas.... ¿Por qué cree que ha sido?
–Bueno... en parte creo que porque la chirigota, como todo el Carnaval, se ha hecho excesivamente correcta, calculada, medida. Me da, por lo que he visto en los últimos años, que, no sé si más o menos conscientemente, ha importado el formato de la comparsa. El público no es eso lo que quiere de una chirigota, para eso están las comparsas. Necesita algo más fresco, deshinbido y espontáneo. Como siempre se hizo aquí. No es tanto la cantidad o la calidad del humor, sino el espíritu o la impronta con la que presentes una chirigota. La chirigota debe ser muy desinteresada para que sea pura.
–En comparsas presenta ‘La gaditaníssima’. ¿Vienen cantando en gaditano? Lo mismo no se les entiende...
–Además de en gaditano me esfuerzo mucho porque se vocalice, porque creo que es algo que en ocasiones se ha descuidado. También cuando ha habido un exceso de protagonismo por parte de algunos componentes brillantes, como los todopoderosos octavillas. Creo que los repertorios así no lucen. Lucen mucho más cuando el grupo funciona como grupo y deja que el espectador oiga mejor la melodía y sienta el mensaje de la letra sin distorsiones ni disrrupciones, como se dice ahora.
–¿Cuando la escuchen, los miles de seguidores se van a quedar...?
–Yo espero que se queden como me quedé yo cuando me fue saliendo y como se quedó el grupo cuando fue escuchándola. Con eso me conformo, porque la verdad es que es la mayor satisfacción que te da la condición de autor. Yo por lo general procuro estar en buena disposición de trabajo, por si vienen las musas que me cojan con traje de faena. Pero este año han venido muchas y muy buenas.
–Usted empieza a escribir muy pronto.
–Normalmente compongo el esqueleto en primavera. La temperatura se suaviza, hay más horas de luz y vitamina D. Hay más energía en mí y sé que luego viene un verano agobiante de calor, un otoño que no es la estación ideal para mí... Procuro que lo que me tenga que salir me salga durante la primavera. Y esta última fue una de las primaveras más fructíferas que he tenido. No tuve que forzar ni una nota, ni un acorde, ni un verso. Ha sido la más fluida de mis comparsas.
–No ha sido, pues, un parto doloroso.
–Qué va. Ha sido un parto enormemente agradecido, porque ha salido como yo soñaba o mejor quizás. Y sin ningún dolor. Se notará que no hay nada forzado ni nada buscado. Va todo suelto.
–De todas formas, no es usted autor que deje mucho repertorio para escribir durante el Concurso.
–Durante el Concurso escribo, lo que pasa es que siempre procuro que el grupo tenga casi todo el repertorio listo antes porque el Concurso, para disfrutarlo necesitas dominar el repertorio que llevas. La letra no es solo memorizarla. Es interiorizarla, digerirla, hacerla tuya, poderla sentir... y eso es una digestión que lleva un tiempo. Entonces, ir a cantar con letras recién aprendidas, y ya lo sabemos por experiencia del año de ‘Los peregrinos’, es pasar muy mal rato. Este año se ha dejado más abierto el abanico, porque en vista de lo que va a durar el Concurso, que no va a coincidir con la Eurocopa pero por poco, no ha habido más remedio que hacerlo así. Porque habrá paréntesis largos entre actuación y actuación. Y creo que la mejor forma de entretener al grupo es meter letras de actualidad. Pero claro, lo que está de actualidad en diciembre o enero, cuando se ultiman los repertorios, el uno de marzo ya ha pasado de moda y están sobre la mesa otras cuestiones de actualidad.
–¿Ha encontrado Juan Carlos Aragón después de mucho experimentar un estilo y un grupo a su medida? Lo digo por la inusual duración del grupo, teniendo en cuenta sus antecedentes.
–Sí, este grupo, siempre lo he dicho, tiene una gran virtud con respecto a los otros que he tenido: que no es una suma de individualidades sino un equipo que lo concibe todo como tal. A las maduras, que es muy fácil, y a las duras, que es muy difícil, me ha demostrado también que sabe encajar los golpes que duelen. Pero si se encajan como equipo duelen menos y se llevan mejor. Son muy aguerridos y tienen mucho amor propio. Y además, ante todo, son un grupo. Eso tiene valor de supervivencia, al menos ante mí. Con otros grupos que he tenido, las cosas han ido bien cuando se han conseguido los objetivos. En cuanto la cosa ha quedado por debajo de lo esperado, han empezado los malos rollos que yo personalmente nunca he soportado ni estoy dispuesto a soportar. Cuando ocurre eso, entiendo que el grupo no da más de sí y creo que debo prescindir de parte o de todo el grupo. Y con esta gente no me ha pasado y ojalá que nunca me pase.
–¿En qué momento se encuentra la modalidad de comparsa?
–Yo no soy un buen crítico porque estoy dentro de la modalidad de comparsa. Como espectador me pasa como con la chirigota. Hay un gran virtuosismo técnico, gran nivel de ejecución, pero creo que sobra cálculo y medida y falta espontaneidad y frescura. Y canallada también. El hecho de que sea una comparsa no implica que necesariamente tenga que ser correcta. Porque es que el Carnaval no puede ser correcto. Si es correcto no es Carnaval. Para eso están las instituciones. Tiene que tener un principio de transgresión en todas sus modalidades. Y en la comparsa también. Y si no lo tiene, me puede resultar más o menos agradable, pero no lo termino de identificar con Carnaval.
–En dos años se han marchado Martín, Bienvenido y Tovar. ¿Le alegra porque, como rival, queda el camino más despejado o siente las ausencias?
–No puedo alegrarme nunca porque a mis rivales, entre comillas, nunca los he considerado como tales. El término rival tiene una arista deportiva de ‘voy a ganarte, voy a derrotarte’ que no es este el caso. Aunque es un Concurso, lo es para nosotros. Para los espectadores es un festival. Y yo a mis rivales nunca los he considerado rivales en ese sentido, sino compañeros, colegas de profesión. Entonces tengo comprobado que cuanto más gente buena haya, mejor. Mejor para la modalidad y todos nos volvemos más autoexigentes. Por la experiencia de los últimos años, esas ediciones con ausencias notables no han beneficiado a nadie. Porque así los triunfos tienen menos brillo que cuando llegan con todos los candidatos. Ganarle al Barcelona sin Messi no tiene el mismo valor.
–¿Y el Concurso del Falla?, ¿qué hacemos con él?
–Siendo un Concurso municipal el Ayuntamiento debiera tomar el control. Si no de una forma dictatorial, sí al menos con alguna fórmula para que pudiese intervenir cuando el sentido común no fuese el que presidiese las decisiones más importantes y en las que muchas veces los perjudicados con los concursantes. En el Concurso se vela mucho por el espectador, por la taquilla, por el carácter mediático, por su repercusión, pero se mira poco o nada por la integridad física y, sobre todo, psicológica, de los participantes. Es excesivamente largo hasta el punto de convertirse en pesadilla. Que es algo que comentamos entre nosotros, pero que muy pocos dicen públicamente. Pero yo se lo digo: el concurso se ha convertido en un auténtico coñazo.
–Muchos autores de renombre, usted entre ellos, esperaban y pedían un nuevo y mejor Patronato con la llegada del Kichi a la alcaldía. ¿Se han cumplido las expectativas?
–No. En los primeros compases de Kichi hubo una articulación carnavalera opuesta al sistema vigente de entonces. Se nos ilusionó y de la misma forma se nos desilusionó hasta tal punto de que la mayoría tiramos la toalla y no queremos saber nada de la organización. Cuando tenga que cantar me dices el día y la hora y ya estaré... si estoy.
–Eso del tan cacareado (y demandado) ambiente gaditano que se echa en falta, ¿qué opinión le produce?
–Echo de menos un ambiente de Carnaval como es que se respiraba en los 90. A partir de ahí se fue perdiendo. El público fue mutando, como consecuencia, creo, de la misma mutación de la sociedad. Esta mutación del público no la veo tanto en clave IP de Cádiz, IP de fuera, porque siempre hubo gente de fuera en el Falla. Sino en el espíritu y la intención con la que va el público al Teatro. Qué valora más, que valora menos. A lo mejor quieres hacer una cosa muy gaditana y triunfas y quieres hacer algo mucho más abierto, porque tienes presente que el público es un poco más universal, y fracasas. He visto los dos extremos. Yo he tenido esa experiencia. No distingo el perfume de Cádiz y el de la provincia, Andalucía u otros lugares de España. Sí huelo el tipo de público que hay. No es el público heredero de los 90. Para mí es desconocido. La verdad es que nunca me he preocupado por el público. Los componentes de mis agrupaciones, sí. Yo, a la hora de escribir, no. Y creo que debe ser así. Para que guste algo tuyo primero te tiene que gustar a ti. Si escribes pensando en el público, y te equivocas de público... o no sabes qué público te va tocar ni cómo le va a coger, probablemente no te satisfaga ni a ti ni al público. Prefiero quedarme con mi satisfacción. Y si además la comparto con el público ese día y esa hora, estupendo. Y si no, pues...
–Agrupaciones como la suya cantan ya en Barcelona, Madrid, el País Vasco, Zaragoza... ¿Da vértigo el Carnaval de Cádiz? ¿Es esto síntoma de buena salud?
–Yo creo que el hecho de que el Carnaval salga de Andalucía es un principio es positivo para la fiesta. No es tanto lo lejos que vayas sino cómo vayas. Si eso implica un cambio de mentalidad en autores y grupos, puede que la aventura internacional dure poco y se queme el Carnaval rápidamente fuera de Cádiz. Si somos más fieles a la pureza y conseguimos que el Carnaval trascienda, probablemente esa aventura tenga más recorrido. Soy de los que piensan que el Carnaval puro, el nuestro, es mucho más exportable que lo que hasta ahora se ha hecho. Lo que ocurre es que probablemente falten mánager, gestores en condiciones que sepan qué vender y cómo. Por experiencia creo que tiene un mercado potencial más amplio que el de ahora. Y si tenemos en cuenta que la gente que hace Carnaval, en su mayoría, está en paro o con trabajos precarios, creo que sería algo a considerar.
–¿Las redes sociales han hecho algo por el Carnaval?, ¿hasta qué punto afectan?
–Las redes sociales han intoxicado el Carnaval, pero es inevitable porque permiten una libertad de expresión inmediata, particular, particularísima. Desde el anonimato, desde la ignorancia, desde la falta de cualificación. Se autoerigen en jurados, en intentos de generar corrientes. No es la mejor novia que le ha salido al Carnaval de Cádiz precisamente. Porque creo que hace más daño que beneficio. No es el hecho de las redes en sí, sino el uso que hacen de ellas muchos particulares buscando un protagonismo e incluso estar por encima de los autores y los grupos que concursan.
–¿De qué se arrepiente después de tantos años de Carnaval y qué volvería a repetir?
–No me arrepiento de nada, porque aunque reconozco que en muchas ocasiones he metido la pata, también reconozco que es la única forma de aprender bien. De los años malos he aprendido mucho más que de los buenos. Y volvería a repetir algo que ya sería imposible. Daría lo que no tengo y lo que tengo por recuperar aquel anonimato que me hacía mucho más libre y me daba más agilidad para moverme dentro del Carnaval, del Teatro, de la calle. Mis dos mejores épocas de Carnaval fueron las de ‘Los tintos de verano’ y ‘Un peasso coro’, y la de aficionado, len los años que estuve estudiando la carrera, que tuve la suerte de que no me coincidieran nunca exámenes con la semana de Carnaval. Podía vivirlo intensamente siguiendo a las ilegales que me gustaban. Ahí descubrí que mi auténtica vocación era la de chirigotero pero al modo callejero. El carnaval callejero surge como fenómeno de reacción al Concurso y a sus ambientes enrarecidos, las mafias que siempre controlaron bajo cuerda parcelas importantes. La chirigota que yo seguía era la de Emilio Rosado y el Gómez. Una vez y otra. Y me chupaba los repertorios enteros. Y además, desde el anonimato, que es como se puede disfrutar esto.
–Ya tiene más de 25 años de Carnaval. ¿Le gustaría tener el Antifaz de Oro?
–No. Creo que es una institución que no está bien articulada. El Antifaz de Oro debería distinguir a la gente que más ha aportado a la historia de nuestro Carnaval. No ha sido ese el principal criterio de selección a la hora de concederle. El principal ha sido el número de años. No lo he pedido nunca y me he opuesto a que lo pidan por mí. Ahora mismo no lo quiero. Hay gente que lo tiene que tener mucho antes que yo y que mucha gente que lo tiene. Por ejemplo Catalán Chico y Catalán Grande, desde mi punto de vista los dos que mejor han cantado Carnaval en la historia. Ni el Purri, ni Martínez Ares, ni El Libi, ni Emilio Rosado y Gómez lo tienen. Es que da la casualidad de que la mayoría de mis referentes en el Carnaval no tienen el Antifaz o no van a tenerlo. Y si no lo tienen ellos, que son de alguna forma mis maestros, no tiene ningún sentido que lo tenga yo. No lo quiero. Así que el mío, que se lo ahorren.
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