Juan Lucena: “A pesar de su sencillez, ‘La tienda de la cabra’ ha sido nuestro coro más completo”
Juan Lucena puede presumir de tener un currículum imbatible como componente, saliendo con Julio Pardo desde 1983 y acumulando 16 primeros premios en 36 finales
Fue nombrado director del coro en 1990 y en los últimos años su hijo Dani ha cogido el testigo
Juan Lucena: "Recuerdo cuando Miguel Ángel Fuertes salía en el coro y se iba corriendo porque era regidor de escena"
El de Juan Lucena es un currículum carnavalesco imbatible como componente: 16 primeros premios y 41 coros, 36 de ellos finalistas, y va a por el número 42 con ‘El lado oscuro’. Desde 1981 solo ha faltado al Concurso dos veces: en 1982 y en el Carnaval de primavera de 2022. Y en solo uno de esos 41 coros, el primero en 1981, no salió con Julio Pardo. Mucho antes de completar este palmarés recibió, en 2008, el Antifaz de Oro.
A Juan le gustaba el Carnaval como aficionado oyente del concurso en la radio. Solía cantar en las agrupaciones que se formaban en el colegio donde hizo Electricidad, Salesianos, y conoció a un grupo de amigos que salían en 1980 en el coro ‘Los erizos caleteros’. “Ahí comencé a conocer el Carnaval más de cerca, pero no salí en ese coro. Al año siguiente sacó Quico Zamora ‘Los grillos reales’ y me llamó. Ese coro lo afinó Juan de Dios Santana”, explica.
Para 1982 Zamora se unió a Julio Pardo, que venía de sacar ‘Los locos del volante’, para llevar al Falla ‘Los taberneros de puerto’, que fue segundo premio. “No pude salir, estaba muy liado porque en esa época era yo presidente de los árbitros de voleibol de la provincia”, señala.
Pero el mismo coro de acordó de él para salir en 1983 en ‘La tía norica’, primer premio. Ahí empezó Lucena su trayectoria con Julio Pardo.
El coro repitió primer en 1984 con ‘Guacamayos y lechuguinos’, que fue la antesala de un grupo mítico, de entre los más emblemáticos que sacaron: ‘El callejón de los negros’. Un coro con muchas vivencias al que llegó como letrista Antonio Segura. Para empezar, el uso de instrumentos no sentó nada bien a los puristas ni al jurado. “A nosotros nos habían dicho que el coro era una locura, que no era un coro ni nada y que nos iban a descalificar. Pero no fueron capaces de llegar a eso. Así que dijeron ‘bueno, vale, pero a la final no pasáis’. Dicen que algunos de nosotros fueron a hablar con el jurado, pero no te puedo decir que fuera verdad porque entonces no estaba yo en la cúpula, era un componente más”, recuerda.
El coro fue a la final, se llevó el segundo premio, “sabíamos que no íbamos a ganar, que eso era ya demasiado”, y su explosión se produjo en la calle, donde su ritmos antillanos contagiaron a numerosos seguidores que seguían a la batea. El coro ‘El callejón de los negros’ se llevó luego otro premio: viajar a Cuba. “Creo que vino el ministro de Cultura de allí y Quico Zamora lo invitó a la peña La tía norica, nuestra peña en El Mentidero. Este hombre se comprometió allí a llevarnos a Cuba y así fue. Estuvimos 15 días a gastos pagados entre La Habana y Santiago. Aquello fue grandioso”, evoca.
"Con 'El callejón de los negros' en Cuba el primer día salimos a cantar con la cara pintada de negro y vimos que el público ponía caras raras. No queríamos ofender y ya no nos pintamos más"
Lucena apunta que “es curioso porque muchos no pudieron o no quisieron ir, y nos reforzamos con gente como Guillermo Smith o Faly Pastrana”. Y recuerda como anécdota que “el primer día salimos a cantar con la cara pintada de negro y vimos que el público ponía caras raras. Como si se ofendieran y nosotros era lo último que queríamos. Lo comentamos con los organizadores y ya no nos pintamos más”.
Tras el éxito del ‘callejón’ llegó una época de vacas flacas. En el 86 ‘La cueva de María Moco’ recibió un buen cajonazo, “ni al coro ni al estilo de Julio Pardo nos iba bien el estilo flamenco”, y los dos siguientes coros, ya sin Quico Zamora, hicieron mucho ruido para obtener pocas nueces: ‘El guateque’ y ‘La torcida’. Los puristas, con El Quini a la cabeza, se echaban las manos a la cabeza. “En ‘El guateque’ llevábamos una batería y en la presentación no nos cogíamos bien con la música. Y ‘La torcida’ fue un desastre. Un coro que no ensayaba y donde hubo falta de actitud. Y a partir de ahí nos pusimos serios”.
El coro había completado la peor racha de su historia y tocaba resetearse. “Hubo muchos cambios en el grupo y cogió la dirección Alfonso Gil, entrando de letrista Antonio Miranda. Y empezamos a remontar con ‘Noche de ronda’, que se llevó un tercer premio”, explica. ¡Y qué remontada! Después de ese 1989 el coro no volvió a quedarse fuera de la final hasta 2011.
"La torcida’ fue un desastre. Un coro que no ensayaba y donde hubo falta de actitud. Y a partir de ahí nos pusimos serios”
Alfonso Gil dejó la dirección y recomendó a Juan Lucena para el cargo. “Me cayó de sopetón y hasta el día de hoy. Ya empecé a trabajar con los autores y sacamos ‘Garambainas y perendengues, cosas de Cai’ en el 90”. El coro había subido al segundo premio y Lucena iniciaba una andadura marcada por el trabajo en la sombra, encargándose de todo lo que no era componer y afinar. Y que un coro de la dimensión del de Julio Pardo funcionara sin fisuras. Casi nada.
El grupo comenzó a tomar cuerpo, aunque el reto era tremendo en unos años en los que el coro de La Viña estaba muy fuerte. Aun así, consiguió ganar a los viñeros, que fueron ‘A Venecia del tirón’ en 1991, con ‘Vamos a la ópera’, recuperando un trono perdido tras 1984.
1992, con ‘Guanahaní’, fue otro año clave para el coro con la llegada a la autoría de Antonio Rivas, cuyo tándem con Pardo ha sido el más exitoso de la historia del Carnaval. Los cuatro años siguientes el coro fue primer premio, igualando el récord de Los Dedócratas entre 1977 y 1980. El primero de esta serie de triunfos lo consiguió en 1993 ‘La tienda de la cabra’. “Ese es el coro más completo que hemos sacado a pesar de su sencillez en la idea y en el tipo”, defiende.
‘El coro’ (1994), ‘El pregón’ (1995) y ‘Buque escuela’ (1996) fueron primeros premios. Y al quinto, ‘El tío de la tiza’, le visitó el infortunio. La cuerda de bajos se cayó en mitad de una de las actuaciones de semifinales. “No se llegó a unir un tornillo de la plataforma donde estaban subidos y uno de los bajos se echó para atrás y arrastró de los demás. Entonces todo se hacía por cuenta de las agrupaciones, los montajes y tal. En nuestro caso, Manolo Mayo, que lo hacía fenomenal. Pero no había ni peritaje ni nada”, expresa.
“Era responsabilidad mía. Pero pasado el tiempo no sé qué pudo pasar, la verdad, para que se perdiera la letra de tango de ‘El tío de la tiza’”
Pero el coro aún tenía que vivir ese año otro percance: la pérdida de una letra de tango, cuando era obligatorio presentar los repertorios. “Pasado el tiempo no sé qué pudo pasar, la verdad. Eso era responsabilidad mía. Yo nunca había numerado las letras y ese año lo hice. Pero no sé si saltó un número, no sé cómo, al imprimir. El caso es que la letra no la tenía el jurado. Y al terminar de cantar, en un furgón de la Policía Local, con Juan Antonio Guerrero, el concejal de Fiestas, me llevaron a las oficinas de la Delegación de Fiestas en la calle Isabel la Católica. Y allí tampoco estaba la letra”. El coro fue segundo premio -ganó ‘El habla de Cádiz’ de La Viña- y Lucena entiende que de no haberse perdido el tango, hubieran conseguido el quinto ‘1’ consecutivo.
Después de tres años, el coro volvió a ganar en 2001 con ‘La gaditana’. “Ahí surgió otro competidor fuerte como el coro de Pastrana y Zamora, que nos superó en el 98 con el mismo tipo que llevábamos nosotros, que éramos ‘El bohío’, y ellos ‘Los últimos de Filipinas’”. Destaca Lucena que La Viña, Los Niños y Pastrana fueron sus grandes competidores en distintas etapas. Para mantener el tipo, el grupo fue mejorando año tras año. En calidad y en cantidad. “A Julio le gustaba tener a 60 tíos en el coro porque invitaba a todo el mundo a unirse, cantase bien o mal. Para mí eso era un follón, casi ingobernable llevar adelante un grupo tan amplio”.
Siguió ganando primeros alternativamente hasta encadenar tres seguidos entre 2007 y 2009. Y llegó 2011, el primer año -y el último por ahora- desde 1988 que Pardo se quedaba fuera de una final. Fue con ‘Los manitas’. “Fue doloroso porque fue el año del pregón de Julio y no nos creíamos que eso pudiera pasar, pero pasó. Se hablaba de que hubo un miembro del jurado que dijo que el premio de Julio ese año era el pregón”, asevera.
Era una época en la que “ya era más difícil ganar como antes, porque la competencia era grande y los años pesaban”. A pesar del desgaste llegaron los primeros premios de ‘Los cabrones’ en 2013 y ‘La trattoría’ en 2015, para luego, con participación como letrista de El Canijo en 2019 y 2020, no tocar la cima hasta 2023 con ‘Los Martínez’. Durante ese Concurso se produjo la muerte de Julio Pardo, el 11 de febrero. “Nos cogió de sorpresa. Es curioso porque los sábados no ensayábamos, pero ese sábado sí lo hicimos. El coro había quedado a las cinco de la tarde y él murió unos veinte minutos antes. Nos pilló la noticia allí en el instituto Columela, nuestro sitio de ensayo”.
"Con Julio Pardo hemos llegado a ensayar hasta las dos de la madrugada… ¡el día antes de cantar en el Falla! Era muy perfeccionista”
‘Los Martínez’ tuvieron que hacer de tripas corazón y cantar en la fase de semifinales solo dos días después de perder a su capitán. “Fue muy duro. Y Julito demostró mucha entereza antes de cantar, aunque ya se derrumbó cuando volvimos para quitarnos el disfraz”.
¿Qué diferencias hay entre Julio padre e hijo? “Julito es perfeccionista como su padre, pero con un oído más privilegiado gracias a sus estudios en música. El padre era más autodidacta”, relata. Lo que no comparte con su padre es tener al grupo ensayando hasta las tantas, según corrobora Lucena. Y recuerda momentos del añorado Julio. “En ‘Guacamayos y lechuguinos’ él quería que desfilásemos en el Falla y por más que le decíamos que no había sitio, nos hizo desfilar muchas noches a la intermperie en la Zona Franca, fuera del local. Al final ni desfilamos ni nada en el teatro”.
“No tenía prisa por acabar los ensayos, porque era un hombre que vivía la noche, pero al día siguiente los demás teníamos que trabajar. Llegaba una hora en la que todo el mundo me miraba a mí para que le dijese que cortara, pero no había manera aunque yo fuera el enlace entre el grupo y Julio. Hemos llegado a estar hasta las dos de la madrugada… ¡el día antes de cantar en el Falla! Era muy perfeccionista”, argumenta.
Y es que salir con Pardo era estar todo el año conectado a un ensayo. El coro o subgrupos del mismo siempre han cantado con reconocidos artistas fuera del Carnaval: Carlos Cano, María Dolores Pradera, El Turronero… y luego llegaron las actuaciones cofrades, como la que realiza ante la Esperanza de Triana en la madrugada del Viernes Santo. “Nos metíamos en todos los charcos. Llegamos a cantar en Tele 5 con Manolo Escobar. Allí querían que saliésemos luego a cantar con Las Mamachichos. Yo me negué, pues no habíamos ido a Madrid para eso. Fíjate la carga que nos hubieran dado en Cádiz a la vuelta”, dice riendo
Lucena asegura que no le queda mucho en el Carnaval, aunque su adiós no se producirá en 2025. “Estoy cansado y algún día esto se acabará. Julio me decía que aguantase, que nos íbamos a ir los dos juntos. Nuestros hijos estaban ya llevando el coro. Al final me quedé para ayudar a Julito y ahí sigo. Pero mi hijo Dani lleva tiempo haciendo ya la mayoría de mis responsabilidades. Y se ha sumado a la autoría Carlines, que es hijo de un corista que salió con nosotros: Alfonso El Veneno. El coro está en buenas manos y yo estoy en manos de ellos para lo que les haga falta, por experiencia, si lo creen oportuno. Si no, no pasa nada”, destaca por último.
Un ex funcionario de Defensa lasaliano y salesiano
Juan Lucena Morant nació en la avenida de Andalucía 9, en una casa frente al actual edificio de los Sindicatos, el 27 de febrero del año 1960. Estudió en los dos colegios lasalianos, La Salle Mirandilla y La Salle Viña, y luego Electricidad en Salesianos. Estuvo poco tiempo trabajando en una gestoría y mediante unas oposiciones que aprobó entró de ordenanza en la Escuela de Ingeniería. Siguió opositando y luego entró como funcionario en el Ministerio de Defensa a principios de los 80. En este trabajo se jubiló hace cuatro años. Lleva 40 años casado con Ángeles Díez de la Torre. Tienen dos hijos: Dani y Javi.
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