Leonardo Calle: “El popurrí hay que hacerlo, vale, pero el tango debe ser la bandera del coro”

Retrocarnaval

Decían de este director de coros, con un oído privilegiado, que hacía cantar hasta a las piedras, dejando huella primero en el grupo mixto de Adela del Moral y después en La Salle Viña

Dirigió grandes coros viñeros como 'La plastilina', 'Takatá Chim Chim Pom Pom', 'Batmonos que nos vamos' o 'A Venecia del tirón'

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Leonardo Calle en una escalera de acceso a la redacción de ‘Diario de Cádiz’.
Leonardo Calle en una escalera de acceso a la redacción de ‘Diario de Cádiz’. / Jesús Marín

Leonardo Calle, uno de los mejores directores de coros del Carnaval democrático, vivía en una familia donde las coplas siempre estuvieron presentes. “Mi padre tenía mucha amistad con Paco Alba porque mi madre era de Conil como él y de apellido Alba también, aunque no eran familia. Mi padre me llevaba a los ensayos de esas comparsas de Paco en el colegio del Campo del Sur”, recuerda. “En el bar Velardes Plaza de San Juan de Dios con Sopranis una vez mi hermano Juan y yo le cantamos un pasodoble a mi padre y a Paco Alba. Yo no sé si la reacción de ellos fue porque cantamos para rabiar o porque estaban a gustito, pero se pusieron a llorar. Yo más bien creo que es porque estaban a gusto”, dice entre risas.

Su primer contacto con una agrupación se llevó a cabo en su primer colegio, La Salle Mirandilla, donde el recordado profesor Francisco Devesa, dotado de buen oído, formó una comparsa llamada ‘Fantasía juvenil’ en un colegio donde se daba mucha importancia a la música. “Ya en Mirandilla había una muy buena rondalla hecha por los hermanos Lorenzo, Néstor y Enrique, con gente conocida como Sebastián Castro, Santandreu… yo tocaba el acordeón. Ya se me daba bien eso de la música”.

Al hilo de la rondalla y del coro, donde también cantaba Leonardo, se hizo esa comparsa en la que igualmente estaban Eduardo Bablé o el presidente de la Federación de Peñas, Mané García. “Devesa me nombró director. Ese año iba otra agrupación juvenil de una peña de La Viña, creo, que estaba mucho mejor que nosotros. Nosotros cantábamos bonito, pero no éramos carnavaleros. Pero bueno, la experiencia fue muy agradable”, explica.

Años después, en 1980, Leo se unió a un grupo de amigos que salían cantando por las calles en Carnaval y que esa vez decidieron sacar una especie de coro llamado ‘Jomeini y sus secuaces’. Eran los Frade y las Del Moral, junto a otras amistades. Sin saberlo, Leonardo estaba inmerso en el germen de un histórico coro: el de Las Niñas, el mixto, el de Adela del Moral. 

Recibiendo un trofeo en la Erizada de 1981 con ‘Los mariscaores gaditanos’.
Recibiendo un trofeo en la Erizada de 1981 con ‘Los mariscaores gaditanos’.

“Para el año siguiente quisimos hacer una cosa más seria, más formal. Ya ensayábamos más y Adela sacó un tango. Me hice cargo de montar un coro que iba a ser igual que el de Jomeini, para ir a la calle de cachondeo, llamado ‘Mariscadores gaditanos’. Pero fuimos unos cuantos, unos cinco, a Valcárcel a ver un ensayo del coro ‘Los navegantes de la Trasatlántica’. Allí mismo comparamos y hablamos de que nosotros no cantábamos mal, que hacíamos las cosas bien y que por qué no podíamos ir al Falla. Fue Luis Frade quien dijo que al día siguiente se acababa el plazo de inscripción. Así que los cinco por nuestra cuenta decidimos inscribirnos”.

"Nos costó un mundo, a Adela y a mí, buscar un tono acorde, pero logramos el equilibrio entre los instrumentos y las voces femeninas y masculinas”

La decisión formó la marimorena en el grupo. “No veas la que se formó esa noche en el ensayo, en la calle Cooperativa, cuando lo anunciamos. Las mujeres no nos querían hablar y estuvimos varios días sin ensayar. Ellas decían que íbamos a hacer el ridículo y además era arriesgado entonces llevar al Falla un grupo con tantas mujeres”, señala. Tenían pocos instrumentos. “Mi hermano Fernando nos ayudó y compró guitarras, bandurrias y laúdes. Y empezamos a darle fuerte”.

No fue fácil ensamblar las voces de hombres y mujeres. “Era un grupo con limitaciones, de amigos y aficionados. Nos costó un mundo, a Adela y a mí, buscar un tono acorde, pero logramos el equilibrio entre los instrumentos y las voces femeninas y masculinas”.

El coro había hecho historia -aunque Leo se apresura a señalar, lo que le honra, que en ese 1981 hubo otro coro mixto llamado ‘La gran locura’- y el más que aceptable debut le hizo tomarse más en serio su participación en el Carnaval. Para 1982 se proyectó ‘Piconeras y franceses’. Un problema familiar le hizo a Leonardo no empezar los ensayos, pero el coro fue a buscarle para pedirle que regresara, que hablara con su familia porque no daban con la tecla de la afinación. El coro de Las Niñas había cogido velocidad y por primera vez entró en la final, llevándose un tercer premio. “Seguía diciendo que había que mejorar las voces si queríamos aspirar a más”, agrega. 

Leonardo continuaba haciendo malabares afinando el grupo, que para 1983 iba a ser ‘La tertulia de doña Frasquita’. “Yo era muy exigente, lo reconozco. Pero confiaban en mí y el resultado ahí está”, destaca. 

Salió del coro mixto porque entendió que el grupo había que mejorarlo y renovarlo. “Ellos querían mantener las amistades por encima de todo y yo lo entendí. Nada más. Luego me hicieron caso, un poco más tarde, y evolucionaron para llevarse el primer premio con ‘La viudita naviera’. Disfruté mucho en el coro mixto, aquello era muy familiar. Con los niños por medio siempre. Era un ambiente muy bonito”.

Se tomó un año sabático, el de 1984, y para 1985 le llamó Juan Antonio Guerrero para salir con La Salle Viña en ‘Una señora corrida’. De componente, sin afinar. “Llegué y aquello era un poco anárquico, aunque con una gran cuerda de bajos con Pedro de los Reyes, Elías, el Wiwi… Yo solo aporté la resolución del estribillo. El coro se quedó fuera de la final y para el año siguiente me dieron la oportunidad de afinarlo”, expone.

En la fila superior (izquierda) con el coro ‘Cuarenta en bastos’.
En la fila superior (izquierda) con el coro ‘Cuarenta en bastos’. / D.C.

1986. ‘La plastilina’, uno de los coros más reconocidos de La Viña. La historia del tango es curiosa. “Lo hicieron en primer lugar Pepe Martínez y Antonio Hucha, que eran entonces los músicos del coro. Pero no estaba medido, le faltaba algo. Y se lo llevamos a Antonio Martín para que lo reformara y le diera otro cuerpo. Aceptó, respetó el comienzo, pero después lo transformó. Y quedó un tango para la historia”, asegura. 

Era un reto que el coro cantara los tangos con el sabor con que lo hacía el autor: Antonio Martín”

Fue la primera colaboración de Martín con el coro, que alcanzó el tercer premio, y Leonardo Calle tuvo la oportunidad de montar por primera vez su tango. “Yo siempre he sacado coros con músicas de él. De hecho, me han invitado a afinar otros coros sin su música y he dicho que no. Para mí ha sido un privilegio montar sus tangos. Es un monstruo. Y era un reto que el coro cantara los tangos con el sabor que él lo hacía. Lo primero y primordial era respetar la melodía, el tenor, y la segunda le daba gusto al cante. Luego, la profundidad de la armonía se la tenían que dar los bajos. Pero siempre cantando, que es lo que te embriaga, lo que te envenena”, apostilla.

La Viña siempre fue criticada por su forma de cantar, con esas voces rajadas aunque no exentas de duende. “Había voces cascadas, pero era el sello. Yo unifiqué las voces, pero el arte estaba ahí. Cuando empecé a montar el tango de ‘La plastilina’ sorprendió al grupo porque eché a todo el mundo salvo los tenores, con los que estuve una semana. Estaban acostumbrados a otra manera más anárquica de ensayar. El cambio fue tal que me entregaron una placa en los meses de ensayo”. 

Sobre la letra ‘Tengo dos novias bonitas’, santo y seña del coro viñero y uno de los tangos emblemas de la historia del Carnaval, explica que fue una idea que el recordado sastre Manolo Torres le dio a Antonio Martín. “Le dio un esqueleto y Antonio, como buen fenómeno, captó el mensaje y lo bordó”, dice. 

Con el traje de Batman en ‘Batmonos que nos vamos’, cantando entre Pepe Martínez y José Luis Fatou.
Con el traje de Batman en ‘Batmonos que nos vamos’, cantando entre Pepe Martínez y José Luis Fatou. / Kiki

La Viña permaneció en la final con ‘Cuarenta en bastos’ en 1987, también dirigido por Leo Calle. En 1988, año de ‘Rodeo’, se apartó al no gustarle la idea, aunque Martín, “que tampoco veía el tipo muy gaditano”, sí continuó haciendo la música. Regresó en 1989, cuando se incorporó Antonio Burgos a la autoría de la letra de ‘Takatá Chim Chim Pom Pom’. “Él era ya amigo de gente de La Salle Viña, de Felipe Martín, de Antonio Martín… Fuimos a Sevilla a verle y aceptó. Eso elevó la categoría del coro. Tenía la virtud de aceptar que Antonio Martín le retocara lo que hiciera falta”.

La unión de Calle, Martín y Burgos fue fructífera. ‘Takatá’ ganó y La Viña repitió primer premio al año siguiente con ‘Batmonos que nos vamos’. “No nos dejaban acabar los tangos sin aplaudir antes. Decían que solo teníamos tango, pero era cuando se cuidaba esta pieza, lo que no ocurre ahora. El popurrí hay que hacerlo, vale, pero el tango debe ser la bandera del coro”, asevera. 

Llegaron luego otros grandes coros como ‘A Venecia del tirón’ y ‘Los pájaros’. Con este último coro se produjeron tensiones, ya que en el repertorio, made in Burgos, se daba mucha caña al PSOE. “En el coro había socialistas que no estaban de acuerdo con algunas coplas. Y luego, un concejal me dijo que si cantábamos un tango que llevábamos a los pajarracos del PSOE no iríamos a la final. Lo consulté con el coro y se decidió no cantarlo, pero sí en la final. Ahí fui yo un poco cobarde, porque yo ya sabía el día de la final que nos iban a dar el tercer premio y deberíamos haberlo cantado en la final las dos veces”.

"Un concejal me dijo que si cantábamos el tango de los pajarracos del PSOE no iríamos a la final”

En 1993 ya no estaba Antonio Burgos y Leonardo descansó, cuando el coro sacó ‘Chucherías’. Tampoco participó Martín. Pero Leo y el coplero de San Vicente volvieron en 1994 con ‘Al ataque’, con Antonio Miranda en la letra, coro que sufrió un “atraco” por interioridades de aquella época. Le siguió ‘Los cuentistas’, que sí fue a la final y que derivó en otro parón para Leonardo, volviendo en 1999 para dirigir ‘Arde Gadir’, lo que supuso su despedida de La Viña, donde pasó tan buenos momentos gracias al coro y a la peña, incluida actuación en el programa ‘Un, dos, tres’ con ‘A Venecia del tirón’ y participación en una cabalgata de Disney París con ‘Los pájaros’.

Años más tarde, convaleciente en la UCI por un infarto, recibió la visita de Juan Antonio Lamas. “Me dijo que no se me ocurriera morirme, que antes tenía que dirigir un coro suyo”, asegura riendo. Antonio Martín hizo la música y Leo montó principalmente los tangos de ‘El cofre del tesoro’ en 2010. Siguió con este grupo en ‘El asedio’ (2011), ‘¿Listos los de atrás?’ (2012) y ‘Guais, plais, mais’ (2013). Ahí se cortó la coleta sin visos de regresar a la fiesta. 

Admite que cada año se sienta ante el televisor para ver el Concurso con la esperanza de que le pellizque algún tango, aunque casi siempre se queda planchado. “Este año me ha gustado el del coro ‘El gremio’, el del Chapa”, afirma. Y es que “hoy en día no se respeta la melodía del tenor, por eso no se cantan los tangos de ahora. Pero parece que van a ver quién chilla más, que el contracanto se sube por el tenor, y ya no sabes tú cuál es la melodía”.

Gaditano de Sopranis y contable de Horeca

Leonardo Calle Alba nació el 22 de enero de 1954 en una casa de la calle Sopranis, siendo el único de los siete hermanos que vio la luz allí puesto que su familia procedía de Puerto Chico, en San Juan. Estudió en la Salle Mirandilla y luego pasó a La Salle Viña, donde acabó el Bachillerato. Entonces, las empresas llamaban a los colegios para contratar administrativos y Leonardo aterrizó en La Camelia, para trabajar en sus oficinas de la calle San José, 22. Cuando cerró La Camelia ya había aprendido contabilidad y llevaba los asuntos de varios clientes. Se formó en temas de asesoría fiscal y laboral. Su hermano Fernando se lo llevó a su empresa en Astilleros y luego pasó a trabajar en Horeca, donde sigue como contable. Está casado con Catalina García Periñán. Tienen tres hijos: Leonardo, Alejandro y Ana.

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