Machismo en el Concurso: De la agresión a las niñas de Trebujena a 'We Can Do... Carnaval'
En el certamen de la fiesta de la libertad, no siempre lo han tenido fácil las mujeres que han querido dar un paso al frente; su revolución, ahora, parece imparable
Este artículo (al que le tenía ganas desde las tripas y desde la razón) se ha estado macerando durante un curso, un Carnaval. Ha esperado en la casilla de salida, con la paciencia de estatua que es inherente a la verdadera transformación social, aguardando una resonancia, un eco. No se trataba de celebrar, sin más, el hito de que una agrupación formada íntegramente por mujeres alcanzara una final del Falla (aquí de COAC nanai), sino de dar tiempo a la aparición de su huella o de su herida. Un Carnaval después podemos certificar no sólo que la autoría femenina se ha alimentado en cantidad sino que los repertorios abiertamente feministas han levantado la cabeza, sin complejos, en este Concurso. Y aunque el precio que paga la vanguardia siempre es alto –sonrojantes ataques verbales y vejatorios con los que recibieron los herederos de Atapuerca al éxito de ‘We Can do... Carnaval’–, algo hemos adelantado si recordamos que hace 30 años una comparsa de Trebujena formada por un grupo de niñas fueron abucheadas en su día de gloria y (diosmíodemialma) agredidas a las puertas del Teatro Falla. No es consuelo, obvio, porque el machismo en este Concurso, como en la sociedad a la que refleja y parodia, no ha desaparecido, sólo ha cambiado de táctica. Pero la gran revolución, la verdadera transformación, es que ellas, nosotras, ya no esperamos el pasodoble homenaje. Lo contamos/cantamos. Y eso es imparable.
“Es imparable”. Lo decía Adela del Moral, pionera junto a las mujeres de su coro mixto, en eso de la persistencia y el aguante de críticas de todo tipo por ocupar un lugar relevante en la composición y en las tablas del coliseo. “Es imparable”, lo decía Koki Sánchez, adalid del descaro callejero. “Es imparable”, lo decía Lola Cazalilla, concejala a los mandos del certamen, que tampoco ha estado a salvo de las críticas por ser mujer, joven y pareja de un carnavalero (¡dioses!). Que le consultara a su marido le llegó a soltar un miembro del extinto Patronato en una reunión de trabajo. To-ca-te-lo (el cuplé, que tiene el asunto).
Es imparable, sí. Autoras de talento en letra y música, intérpretes dotadas y con carisma, una cantera femenina con un ange esperanzador, coplas firmadas por mujeres y hombres que reivindican una sociedad feminista... Sí, ese es el presente y futuro que se está dibujando en el Concurso del Falla. ¡Qué alegría! Pero, ojo, como le ocurrió a la edil de Cultura y Fiestas, el machismo en el Carnaval no sólo ha campado a sus anchas encima de las tablas...
La anterior concejala de Fiestas, María Romay, también se vio salpicada con la mala baba machista que terminó de vomitarle su inquina cuando la joven se disfrazó de la escultura de la Gades de Juan Luis Vassallo en la Gran Final de 2018. La gaditana –podría tener entonces unos 21 años– sufrió un verdadero ensañamiento por buena parte de la fauna carnavalera en un año que, curiosamente, terminaría convirtiéndose en el Año de las Mujeres. Y es que apenas un mes después las mujeres de toda de España se levantaron en un 8-M histórico que revitalizó el movimiento feminista. En Cádiz, también.
De hecho, sin el definitivo calado de las ideas de igualdad de género no se explica ni el paso al frente, ni la cerrada defensa social gaditana, de una de las comparsistas de ‘El veneno del rincón’ que hace unos días no dudó en contar la incómoda situación que ella y sus compañeras vivieron en camerinos antes de su debut. Una situación provocada por algunos miembros de la chirigota ‘Sin perdón’ que actuaba el mismo día.
Lamentable incidente pero halagüeña reacción la de la carnavalera exponiendo públicamente una escena que no le es desconocida a algunas de las mujeres que han vivido el Concurso desde dentro. Porque el machismo en el Carnaval no ha muerto pero sí se le está acabando la parranda.
No, ya no se escuchan de patio de butacas a gallinero esos “putas” y esos “vete a fregar” que en los años 80 soportaron las coristas de Adela del Moral (Participación de las Mujeres en el Carnaval de Cádiz, María Eugenia Crespo Espinosa, TFM Universitá Jaume I); ni se producen agresiones físicas como las que sufrió la comparsa ‘De la isa al tanguillo’ por alcanzar la final infantil de 1993 o, ese mismo año, los insultos que también recibió otra comparsa infantil de niñas que llegaba desde Barcelona.
Sin embargo, el machismo latente se sigue revelando en las redes y, en no pocos casos, en los propios medios de comunicación y en el juicio público. Si Milián Oneto –única mujer con un primer premio de comparsa– ha reconocido en alguna ocasión su sorpresa ante preguntas sobre cómo se organizaba con sus hijos, mientras que sobre el mismo asunto no se le preguntaba a sus compañeros, la comparsista Tamara Beardo, una veterana que este año ha vuelto a las tablas, recuerda que en su etapa de juveniles las echaban “a pelear” por un solo hueco en la final. “Y, si era tu comparsa la que llegaba, como máximo sabías que podías aspirar a un tercero”.
La controversia generada por la decisión política de eliminar una figura extemporánea como la de Diosa y Ninfa parece que no rimaba ya con el año 2017, como tampoco combina con 2023 la diferente vara de medir que todavía se usa para valorar a una agrupación escrita o cantada desde el sentir de una mujer o que un hombre se sienta atacado por un repertorio feminista.
Y es que el machismo en el Carnaval, como en el conjunto de la sociedad, es todavía la serpentina que se arrastra pegada en el zapato o el papelillo que va dando vueltas por la casa hasta el Domingo de Ramos. La buena noticia es que las carnavaleras y los carnavaleros feministas ya no se sofocan por barrerlo. Simplemente, lo pisan.
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