Manuel González Piñero: "Salía de casa y me perseguían 15 tíos en bici para ver dónde vendíamos las entradas del COAC"
Retrocarnaval
Fue concejal de Fiestas entre 1983 y 1987 y artífice de la estructuración del Carnaval en los apasionantes años del despertar de la fiesta en febrero
Creó la Fundación Gaditana del Carnaval y tuvo que lidiar con grandes polémicas relacionadas con el Concurso de Agrupaciones
"Tengo buenos amigos y también enemigos"
Cádiz/El Carnaval de los dorados años 80 supuso el despertar de la fiesta tras la democracia y su despegue definitivo como celebración del pueblo, a la vez que comenzaba a traspasar fronteras. Si hay una voz autorizada para hablar de aquella apasionante época, llena de probaturas, errores, aciertos, experiencias y polémicas, esa es la de Manuel González Piñero, que fue, como concejal de Fiestas, la cabeza visible de la organización y la estructuración de un Carnaval que, con variaciones, ha llegado hasta nuestros días.
Había entrado como concejal, por el PSA, en 1979, tras las primeras elecciones municipales libres. “Me habían dado Cultura, pero trabajamos junto a Pepe Mena, que era el concejal de Fiestas, en muchas ocasiones. Pepe era muy compañero, además de la calidad humana que tenía, y encajaba todas las ideas y los consejos. Ambos teníamos equipos cortos y escasos recursos. Decidimos en Cultura ayudar a Fiestas, que había formado una comisión ciudadana. Nos inventamos lo del pregonero y Jesús Fernández Palacios, que estaba en nuestro equipo, convenció a Fernando Quiñones para pregonar el Carnaval 80”, rememora.
Tiempos de austeridad, aunque ilusionantes. Cuenta Manuel que los arquitectos municipales aconsejaron no hacer los bailes de Carnaval en el Falla. Había que viajar a Barcelona a buscar una carpa, que se convirtió luego en el Palacio Azul. “Me ofrecí a acompañar a Pepe Mena y estuvimos tres días allí. Pepe era austero, como Carlos Díaz. Y nos metimos en una pensión, los dos en la misma habitación. Lo más barato y a base de bocadillos. Había en el Ayuntamiento un sentido general de austeridad. Con nuestros sueldos pudimos complementar y hacer un par de comidas calientes”.
En las elecciones de 1983, González Piñero, como independiente, iba a en las listas de un PSOE que alcanzó la mayoría absoluta. El alcalde Carlos Díaz le asignó, además de Cultura, la delegación de Fiestas. “Con Fiestas había un cierto movimiento, con otros concejales que querían esa delegación. A mí me daba igual, porque con Cultura tenía bastante. Pero Carlos Díaz dijo que no, que yo conocía ya los entresijos de las fiestas por mi colaboración con Mena. También me nombró teniente de alcalde, dándome más poder de actuación”, explica.
El reto, con un Carnaval fuerte, vigoroso, recién despertado a la democracia, era muy grande. “Desde que me nombraron hasta ese Carnaval de 1984, empezamos a ver qué capacidad de actuación teníamos. Hasta entonces, del Carnaval se hablaba tres meses antes. Y yo quería evitar eso, hacer todo con más previsión. Se estaba improvisando mucho porque no había estructura ni el Ayuntamiento tenía capacidad económica para dotar a las delegaciones de recursos humanos. Pero me fui rodeando de gente colaboradora. Vino Antonio Cabrera, que fue luego gerente de la Fundación, fundamental en todo lo que se hizo, un trabajador incansable, meticuloso, que me ponía los pies en la tierra porque yo era un poco alocado”.
Y ahí fue cuando González Piñero decidió, como ya había hecho en Cultura, crear la Fundación Gaditana del Carnaval. “Quise una estructura ágil y dinámica, que se anticipara con tiempo lo que podría ocurrir. Conseguimos que el Carnaval del año siguiente se presentara el Domingo de Piñata. El Carnaval había tomado ya una fuerza y era menester regularlo de alguna manera. Hubo cachondeo entre el mundo del Carnaval, que si la ‘fundición’, que si tal… y convocamos junto a la peña La Salle Viña el I Seminario del Carnaval. Yo, la verdad, lo monto adrede, para palpar el ambiente del Carnaval. Y era positivo y receptivo hacia una estructuración de la fiesta”.
La situación económica seguía sin ser boyante, pero González Piñero decidió salir a la calle a buscar patrocinios para el Carnaval. “Entró Domecq, que nos trajo además a Hipercor Jerez. Echaron un buen cable. Subió la financiación municipal y subieron los ingresos por taquillas del Concurso del Falla”.
Recuerda que “además, existía un movimiento asociativo, que multiplicaban las ayudas. A mí me interesaba que los barrios funcionaran con sus peñas, abiertas, con escenarios fuera. Nos encontramos la colaboración de las entidades y las asociaciones".
"Cuando se va a concursar y ya no solo se busca ser el mejor, sino tener más opciones a cantar durante todo el año, la cosa cambia. Ya son otros intereses"
¿Y la gente del Carnaval? "La gente del Carnaval es la gente del Carnaval, yo siempre he dicho que es un mundo aparte. Mi relación con las agrupaciones, con los autores, fue muy educada y cortés. Incluso en la junta rectora teníamos a Antonio Martín. Pero es que para mí el Carnaval es una cosa muy amplia, no solo el Concurso. Siempre ha sido complicado tratar con los carnavaleros. Y lo seguirá siendo siempre. Cuando se va a concursar y ya no solo se busca ser el mejor, sino tener más opciones a cantar durante todo el año, la cosa cambia. Ya son otros intereses. Yo no estoy en contra de eso, que conste. Que sea un trabajo, magnífico para la ciudad. Pero a nivel local es solo un concurso sin pensar en otras historias haciendo las cuentas de la lechera”.
Su primer concurso, 1984, y la primera polémica. En la final, Diario de Cádiz publicó los presumibles premios antes de acabar la función. “Fue un mal trago. La gente dando gritos, aquello fue horroroso. Y a ver cómo justificaba yo que no tenía nada que ver con eso. Se hablaron de muchas cosas, pero nunca supe a ciencia cierta cómo fue esa filtración, si la hubo. He intentado siempre no mezclarme con el jurado. Incluso un año, creo que el último de Pepe Mena, metimos al jurado en coches de la policía municipal y lo llevamos a las dependencias policiales del Campo del Sur para deliberar”.
Tiempos en los que la venta de entradas, principalmente para la final, ocasionaba un quebradero de cabeza a la organización, debido a la gran demanda por parte de los aficionados. “Había que evitar a toda costa la reventa.. pero todo el mundo quería la reventa. Eso era difícil. Intentamos todas las maneras. Yo salía de mi casa y me perseguían como quince tíos en bicicleta para ver dónde abríamos las taquillas. Era cachondísimo. Hacían cola por las noches en sitios atendiendo a rumores de que allí se iban a abrir las taquillas. Una vez salí de mi casa, en San Juan de Dios, y había allí una cola. ‘¿Piñero, cuándo va a venir el de las entradas?' Y yo: ‘¿Qué entradas?, si están todavía en la imprenta’. Yo, la noche antes de ponerlas a la venta, en pleno concurso, le decía a los medios que no se fueran, que le iba a contar una noticia. Todo el mundo con los transistores, con las motos preparadas”.
El fichaje de Rocío Jurado como pregonera
1985 fue el año de Rocío Jurado como pregonera. “En aquellos tiempos creíamos que el Carnaval debía promocionarse fuera de Cádiz. Necesitábamos altavoces, gente que moviera masas”, admite. ¿La artista chipionera vino ‘sin trincá’? “Totalmente, a ella le costó un dinero, porque además se pegó aquí todo el Carnaval con su familia. Hasta el disfraz de piconera lo costeó ella. Solo le pagamos dos habitaciones en el Hotel Atlántico”, asegura.
Pero antes de ese pregón hubo que ir a Madrid a entregarle el nombramiento. “Me fui con Antonio Cabrera y Guadalupe, la compañera de prensa del Ayuntamiento. Paco Rubio, el representante, intermedió en esta visita. Creíamos que Rocío nos iba a recibir en un hotel, pero cambió de planes y nos citó en el restaurante La dorada, uno de los mejores de Madrid. Nosotros, preocupados, porque no podíamos gastar más dinero del previsto. Dispuestos a poner dinero de nuestro bolsillo”, relata.
“Una vez allí sentados, nosotros, la gente de la cantante, los periodistas, Rocío se dirigía a los camareros: ‘Niño, ¿cómo andan las cosas de mi tierra? Los langostinos que sean buenos, almejas del ojo, eh, no coquinas, y el jamón del bueno, que sude…'. Los que estaban sudando de verdad eran González Piñero y Cabrera imaginando la factura a cuenta del Ayuntamiento de Cádiz. “Cada vez que pedía algo, más malos nos poníamos. Cabrera me decía que podíamos dejar los anillos y los relojes empeñados”, dice entre risas.
Ahí no quedó la cosa. El susto seguía su curso. “Terminando la cena aparece la directiva de la agrupación de representantes de espectáculos de España, que sabían que Rocío estaba en La Dorada. Y empiezan a pedir whisky a los camareros: ‘Escucha, a mí de 18 años para arriba’. Cabrera y yo con la cara blanca. Al final fuimos a pagar, ‘que sea lo que Dios quiera’, nos decíamos… y lo había pagado todo Pedro Carrasco, el marido de Rocío. Qué alivio. Y ya nos pusimos dignos y le dijimos que por qué lo había pagado, que eso corría por cuenta del Ayuntamiento. Total, que nos fuimos a comer un bocadillo porque estábamos tan descompuestos que no teníamos ganas de comer. Pero fíjate qué detalle tuvieron”.
Ese 1985 se encontró con otro problema, ya recurrente en el Concurso: un nuevo fiasco en la retransmisión de la final por parte de RTVE, que realizó la desconexión cuando faltaban agrupaciones por cantar. “Nadie nos dijo que iban a cortar. Entonces el sistema de televisión era muy primario. El repetidor se encendía y se apagaba. Al gachó que estaba encargado no le dijeron que tenía que dejarlo encendido. Y desconectó. Yo soy muy pacífico, pero esa noche me daban ganas de coger por el cuello al director de la unidad móvil de retransmisión y zarandearlo. Hay una foto mía peleándome con él delante del camión de la unidad móvil”, expone.
1986 llegaba con otras polémicas: la irrupción de ‘Los tontos de capirote’, que molestó a sectores ligados a la Iglesia, y el fallo del jurado en el pase a la final con el cajonazo de ‘Los cubatas’. Sobre el primer asunto, señala González Piñero que “yo dije que 'palante', que aquí no tocaba nadie nada. Libertad de expresión ante todo. Y quien se sienta agraviado que se vaya a comisaría. Algunos que después desconectaron la emisora me dijeron que no deberían cantar”.
Y sobre la decisión del jurado, se decía que un desaire de los Rosado al entonces presidente de las peñas, Antonio Benítez, influyó en su no clasificación para la final. ¿Tenían las peñas tanto poder en el Carnaval? “No, para nada. Participan mucho en la fiesta, pero no hasta ese punto. Y yo, personalmente, no me metía en las decisiones del jurado. Eran personas con sus gustos y sus aficiones. Esas cosas forman parte del concurso”.
"Esa reticencia a que el Carnaval volviera al Falla estaba en mi propio partido y en parte de la sociedad"
Al pregonero de 1986, Cantinflas, lo recomendó Rocío Jurado, que era amiga de él. “La noche del pregón íbamos en un coche de caballos por Cádiz hacia San Antonio y nos cayó una mojada impresionante. Quisimos echar la capota, pero él dijo que de eso nada, que si la gente que le estaba esperando para verle se estaba mojando, él también se mojaría. El pregón se suspendió y se programó para la mañana siguiente. Cantinflas había cogido un catarro tremendo y tenía 40 de fiebre. No se podía mover de la cama del hotel, con un montón de gente esperando ya en San Antonio. Llamé a Carlos Díaz y el alcalde se fue al Hotel Atlántico. Pidió a un camarero una copa de coñac calentita y una aspirina. Se la dio, le puso el chaquetón y para San Antonio”.
Su último Carnaval fue el de 1987, recordado por el cartel del ‘tío feo’ pintado por el prestigioso artista Hernán Cortés. “Yo tenía claro eso de encargar los carteles para que la ciudad tuviese con el tiempo una buena colección”. Antes, al aterrizar en la concejalía, se encontró con una ‘tradición’ heredada que se cargó de un plumazo. “El cartel del Carnaval lo elegía y lo imprimía la Caja de Ahorros de Cádiz con su publicidad abajo, con un jurado en el que se incluía el concejal de Fiestas. Me dijeron que era una tirada de 10.000 ejemplares que luego distribuía el Ayuntamiento. Sin pagar la publicidad, lo que no era normal. La Caja se apropiaba de la imagen de un carnaval en el que no ponía un duro. Les dije que si querían seguir tenían que pagar 300.000 pesetas, que me hacían falta para la cabalgata. No aceptaron y lo hicimos nosotros. Para el 84 el cartel fue un cuadro precioso que me encontré en el museo”.
"Para elegir a Fletilla como pregonero influyó mucho Pepe Benítez, que hizo una gran campaña en Radio Cádiz”
También, al llegar, “muchas entidades me pedían un palco del Falla para concursos de coplas y yo les propuse hacerlos en la calle para contribuir así al programa oficial. Ese 1984 fue el primero del concurso del popurrí en La Viña. Aproveché que Caja de Ahorros de Jerez venía con dinero para implantarse”.
Volviendo al 87, cuando Piñero decidió poner el primer exorno, Hércules, en el torreón de Puertas de Tierra, el mundo del Carnaval criticó que el Ayuntamiento no tratase al pregonero, Fletilla, como a sus antecesores, siendo su elección una decisión municipal contraria a su línea de escoger a famosos. “No fue una imposición del Carnaval, pero influyó mucho Pepe Benítez, que hizo una gran campaña en Radio Cádiz a favor de Fletilla. Y como vimos el respaldo de los carnavaleros, pues elegimos a Fletilla. No era mi idea de pregón. Y nos criticaron que Fletilla se fuera solo a su casa tras acabar en San Antonio. Le ofrecimos acompañarlo, pero insistió en irse solo porque vivía cerca”.
Ese fue el primer año del concurso en el Teatro Andalucía por las obras del Falla. “Había que meter un trasatlántico en el aparcamiento de un coche. Pero no había otra opción y la gente lo entendió. Menos mal que habíamos comprado la Torre Tavira y teníamos libre su parte moderna para los camerinos”, destaca.
El regreso al Falla, en 1991, estuvo envuelto en polémica, con grandes críticas de las agrupaciones al Ayuntamiento, entendiendo que este no quería que el Carnaval volviera al coliseo recién reformado porque los carnavaleros lo podían ‘estropear’. “Los arreglos del Falla los hacíamos nosotros cada año antes del Concurso. Y eran muchos, y los desperfectos no eran causados precisamente por los aficionados y sí por el desgaste de todo un año. Por eso nunca entendí que con el Falla remozado no se volvieran a celebrar bailes. Esa reticencia a que el Carnaval volviera al teatro estaba en mi propio partido y en parte de la sociedad que quería el Falla como un coto cerrado para la elite. Pero el mundo del Carnaval no destrozaba nada”.
"Si vienen al Falla de Santander o de Salamanca están reconociendo la supremacía de Cádiz"
Echa la vista atrás y ve cómo su equipo de trabajo “luchó por la primacía del Carnaval de Cádiz por encima del resto de carnavales de España. Siempre dijimos que era la madre y maestra del resto. En las oficinas del Falla hemos hecho programas de fiestas para carnavales de fuera, asesorando a muchos municipios como a Málaga. Por eso rompimos con la separación de locales y provinciales en el Concurso. Quien quiera jugar, que juegue con la reglas de Cádiz. Pero no privar a nadie de venir. Si vienen de Santander o de Salamanca están reconociendo la supremacía de Cádiz, que debe marcar el paso como Sevilla con la Semana Santa”.
Lamenta por último que “en estos tiempos nos están apretando desde algunos sitios. Estamos desproveyendo al Carnaval de muchas cosas. Mientras que el Concurso se mantiene bien, el resto del programa está en decadencia. Estamos cargando de responsabilidad en la calle a las agrupaciones del Concurso, cuando la calle debe ser otra cosa y hay que gestionarla bien. Termina el Falla y parece que estamos en otro sitio. La ciudad es invadida y el gaditano desaparece. Y el gaditano le ha perdido el pulso a su Carnaval por el ambiente del sábado. Hemos perdido la red colectiva con la desaparición de las peñas, que tenían mucha capacidad de organizar actos en las calles y de aglutinar”.
Estuvo en el seminario y ocupó varios cargos políticos desde 1979
Manuel González Piñero nació el 2 de febrero de 1950 en una casa de la calle Barrocal, un lunes de Carnaval. Estudió en La Salle Mirandilla y en Salesianos (con un año en el seminario en la Palma del Condado). Hizo luego oficialía y maestría industrial, entrando en Astilleros de delineante. Empezó a militar en el PSA y para las elecciones municipales de 1979 entró en la lista de candidatos. Así es como llegó a la política, como concejal en el Ayuntamiento de Cádiz, con Carlos Díaz de alcalde, gracias al pacto PSA-PSOE. En el 87, ya como militante socialista, fue nombrado director de Cultura de la Diputación, ocupando luego varios cargos como directivo de la Empresa Pública de Gestión de Programas y Proyectos Culturales, gerente del Patronato Provincial de Turismo, delegado provincial de Turismo y delegado territorial de Fomento, su última responsabilidad en clave política. Estuvo casado con Margarita Gallo, fallecida hace seis años. Fueron padres de una hija llamada Regina.
También te puede interesar
Lo último