Mario Rodríguez: "En 'Los hijos de la noche' íbamos a los contratos en una furgoneta sentados en cajas de frutas"
Retrocarnaval
Hizo el verano con la comparsa de Enrique Villegas en 1981 y luego salió en ‘Rancho grande’ y ‘Los comuneros’
En 1986 inició su etapa como autor, realizando una gran labor con la cantera

Si uno nace en el mismo hogar que José Rodríguez ‘Chatín’, célebre comparsista, está condenado a llevar el veneno del Carnaval desde pequeño. Mario Rodríguez señala que “yo nací y ya papá estaba con Paco Alba, el mismo año de ‘Los fígaros’, cuyo disfraz, impecable, aún está en mi casa”. Y recuerda su primera imagen en un ensayo de la comparsa ‘Los senadores romanos’ “viendo ensayar a Paco”, o en ‘Los forjaores’, “ensayando los martillazos en el yunque” con el autor “remangado y con la corbata desanudada enseñando al grupo los golpes de martillo”. Lo que viene a ser todo un privilegio.
Con estos antecedentes y en un barrio, El Mentidero, plagado de jóvenes carnavaleros, Mario tenía muy presentes las coplas. “Cantábamos los chiquillos en cualquier parte, en la playa, en el banco rey de la Alameda, y mi hermano José Antonio salió en 1976 en una chirigota infantil que se hizo en Valcárcel, ‘Los de la tarjeta’, y yo no podía participar porque era muy pequeño, aunque yo iba con ellos a todas partes. Con parte de ese grupo sacó José Luis Bustelo en el barrio su primera agrupación en 1977, ‘Al Capone y sus matones’, que salía también mi hemano, pero ellos eran mayores que yo y se notaba. Sí conseguí salir ese mismo año en ‘Los pequeños cosacos’, de la peña Pinto. Fuimos segundo premio”.
Después de un fallido intento por salir en ‘Los segadores’ de 1978, lo hizo con la comparsa ‘Los hispanoamericanos’, una agrupación de El Mentidero que no fue a la final en 1979. “En la presentación se le rompió una cuerda de la guitarra al punteado y en un intento de querer arreglarlo para cantar los pasosobles, se le olvidó cambiar la cejilla. Aquello fue un desastre. Una guitarra a un tono y dos a otro”, explica
1980 fue el año de ‘Los truhanes’, una comparsa juvenil en la que se enroló Mario y en la que iban conocidos comparsistas como Carmelo García, autor junto a Amaro Portillo, o José Luis Alcántara, dirigida por Andrés Cruz. Fue un segundo premio.
Y de la cantera… a la comparsa de Enrique Villegas. “No salí en 1981, pero entré en ‘Hijos de la noche’, donde hubo movida y se fueron unos cuantos componentes nada más acabar el Carnaval. Mi hermano José Antonio y yo nos enteramos que Enrique estaba probando a gente y fuimos al local de ensayo, en un sótano del mercado de San José. No se me olvidará en la vida. Nos abrió la puerta José Mari Bohórquez. Estaba Enrique Villegas con una gabardina sentado moviendo un café con la cucharilla”, evoca.
Tenía solo 16 años. “Villegas nos preguntó si nos sabíamos una canción antigua, que ahora no recuerdo cuál era, y a mí eso me dio coraje porque el grupo empezó a reírse. Entonces le dije que no, que nosotros nos sabíamos el pasodoble de ellos de ese año, de ‘Los hijos de la noche’… y el de ‘Pregones’ y el de ‘Charlatanes de feria’. Nos lo sabíamos todo, como todos los chavales de nuestra quinta. Lo cantamos, con Fali Mosquera a la guitarra, y le pareció bien. Yo de tenor y mi hermano haciendo la segunda ‘pegaíta’. Nos advirtieron que de momento nos quedábamos, pero que no nos hiciéramos ilusiones. Y a los ocho o diez díaz nos pidió Enrique el número de pie para las botas y las tallas para la camisa y el mono. Al final metimos la cabeza. Recuerdo que a los pocos días entró en el grupo Selu García Cossío. Fue una pasada hacer todos los contratos con esa comparsa siendo unos pibes”.
“Villegas nos preguntó si nos sabíamos una canción antigua, que ahora no recuerdo cuál era, y a mí eso me dio coraje porque el grupo empezó a reírse"
Dice Mario que no se presentaron en la comparsa como hijos de Chatín, no lo vieron apropiado. “Enrique, que repartía con una furgoneta con El Alemania, paró en San Juan de Dios, que estaba mi padre con el taxi, y lo saludó. Mi padre le preguntó por nosotros. ¿Y los niños qué?, ¿bien? Enrique no sabía de quién les estaba hablando. Mi padre le aclaró que estábamos ensayando con él. Luego, Enrique nos riñó en el ensayo por no haberle dicho de quién éramos hijos”. Ya eran tres Rodríguez en comparsas de Villegas, puesto que Chatín salió en 1962 en ‘Los gitanos errantes’.
Mario tuvo que aprenderse todo el repertorio de ‘Los hijos de la noche’ y la antología, con un Enrique Villegas que no daba tregua para descansar de los ensayos “ni siquiera en Semana Santa”. Dice que iban a cantar por la provincia “en una furgoneta de un frutero, conducía El Alemania y nosotros sentados en cajas de frutas, pisando verduras”.
Debutó en una fiesta privada en el ático del restaurante El Anteojo. “Me pusieron al lado del Alemania. Para cantar al lado de él había ya había que cantar… ese hombre era un chorro de voz, el tenor de la comparsa”, expresa.
A ‘Los hijos de la noche’ le siguió en 1982 ‘Rancho grande’, finalista premiada con un accésit, sexto puesto. “Yo era muy joven, pero veía que el repertorio que llegaba no estaba al nivel del del año anterior”, indica.
Para 1983 había preparado Villegas ‘Los comuneros’. “Un gran grupo, un gran pasodoble, aunque Enrique entró al trapo de la carta al director del Diario de la supuesta Margarita Gutiérrez criticando a Cádiz y le dedicó entero el popurrí”, destaca sobre una comparsa que fue cuarto premio.
Ese fue el último año de Mario Rodríguez con el grupo de Villegas. “Me tocaba ir a la mili y no seguí. Me salté el Carnaval del 84, pero no el del 85. Mi hermano entró en ‘En ruta’, de José Luis Bustelo, y me dijo que me fuera con ellos. Aproveché que estaba destinado aquí, en la Comandancia de Marina, y Bustelo me permitió salir a pesar de las guardias”.
"A ‘En ruta’, que era una buena comparsa, le falló el tipo, muy simplón. Se podría haber buscado un camionero más peliculero"
Bustelo venía de hacer ‘Gandhi’, un caramelo de comparsa, y entrar en ese grupo era atractivo para muchos carnavaleros. Mario traía ya un bagaje con Villegas que le hacía ser respetado. “A ‘En ruta’, que era una buena comparsa, le falló el tipo, muy simplón. Se podría haber buscado un camionero más peliculero. Fíjate que el disfraz se compró en Galerías Mónaco, en la calle Veedor. El día del debut me recogió en casa Chico Cornejo y antes de ir al local ya teníamos el tipo puesto. Fuimos a tomar antes una cerveza al bar El Pinal y el camarero me dijo: ‘Mario, qué, hoy cantáis, ¿no? Ahora iréis a disfrazaros’. Y le tuve que decir que no, que ya estábamos disfrazados. Nos miramos Chico y yo y sin decir nada pensamos… ojú”. ‘En ruta’ se quedó fuera de la final en un gran año de comparsas.
Bustelo decidió no concursar en 1986 sacando una comparsa para la calle, llamada ‘La trastienda’, pero Mario quería ir al Falla y decidió no continuar. De esta manera llegó a la comparsa de Pedro Romero, Pedro Gragera y Juanelo, ‘¿Qué pasa en Cai?’. Dice Mario que la idea de esta comparsa ‘¿Qué pasa en Cai?’ era “muy inconcreta, muy trasnochada, no arriesgaba nada. De piconeros, sin enjundia. Venían de ser ‘Las coplas’, tercer premio en el 85. Yo tuve mala suerte, porque ‘En ruta’ venía de ser ‘Gandhi’ (risas)”.
“Ese año Chico Cornejo y yo nos estrenamos como autores e hicimos en el Mentidero una chirigota llamada ‘Los patos patosos’. Convocamos a los niños para una prueba en la plaza de Mina y cuando llegamos no sé cuántos niños había, una barbaridad. Nos los tuvimos que llevar a todos a la plaza de España e hicimos las pruebas en el monumento a Las Cortes”, apunta. Así inició su gran trayectoria como autor en la cantera.
El 86 fue su último año como componente. Y como autor de la cantera no hizo nada hasta 1990, cuando sacó ‘Los malahechuras’, segundo premio, una chirigota juvenil en la que salían buenos carnavaleros con destacados recorridos posteriores como Paquito Catalán o José Juan Pastrana. Le siguieron ‘Coral vajillas’ y ‘Mamita échame salsita’, ambos primeros premios. Debutó como autor en adultos en 1993 con ‘Vamos de excursión’. Luego llegaron chirigotas como ‘Los viejos verdes’, ‘Comerse el coco’ o ‘Los malos de las películas’.
El gran pasodoble de 'Los gladiadores de La Caleta'
Después de otro parón, Mario fue reclutado como autor por Manolín Gálvez para ‘Los gladiadores de La Caleta’ en 2007. “Su hijo y el mío estaban en la misma clase y por ahí vino el ofrecimiento. Sabía que yo era muy caletero y que me iba a gustar la idea”. La chirigota fue a la final, con autoría también de Carapalo y Antonio Rivas. Mario creó para esta agrupación la que puede ser su mejor música de pasodoble entre tantas buenas melodías que, de estilo clásico, ha regalado al Carnaval. “Rivas tenía claro que con ese pasodoble teníamos que ir a la final. Y así fue, tercer premio”, remarca.
"Cada vez se valora menos la esencia de nuestras coplas, que es lo que ha hecho grande al Carnaval y le ha dado la personalidad que tiene"
En 2009 hizo para el grupo de El Petra ‘Una chirigota exagerá’, que no logró pasar a cuartos de final, llegando luego un nuevo paréntesis en su trayectoria.
Volvió en la autoría en 2012 con ‘Los de la custodia’, haciendo luego ‘Las pinchapelotas’ (2018) y ‘Los que vienen de etiqueta’ (2019). Tras el Carnaval de primavera, el de 2022, le fichó Diego Letrán para su chirigota y saca, en coautoría con Luis Rossi y Moi Camacho’, “Çembrando copla (la comparça er pueblo)” en 2023. Con este grupo ha seguido en 2024 con ‘Los del canal sur’ y en 2025 con ‘Los cenadores rumanos’.
También ha retomado estos años la autoría en la cantera, con un primer premio de chirigotas infantiles en 2024 con ‘Tochiko mikay’ y un segundo este año con ‘La familia Topolino’, y precisa que le han ayudado carnavaleros como Ale Monzón, Chico Vallejo, Ramón Ruiz o su propio hijo Mario, que está dando sus primeros pasos como letrista.
Sigue siendo un entusiasta del Carnaval que se presta a colaborar con quien se lo pida, pero eso no le quita ser crítico con la el Concurso en la actualidad. “Lo veo demasiado efectista, buscándose el aplauso rápido. Cada vez se valora menos la esencia de nuestras coplas, que es lo que ha hecho grande al Carnaval y le ha dado la personalidad que tiene. Nuestras señas de identidad, nuestros compases señeros, la musicalidad de la chirigota… eso no se tiene ya en cuenta. Yo no digo que no se evolucione, pero no se debe perder la esencia. Mucha culpa la tienen la cantidad de aficionados que por redes sociales valoran a las agrupaciones sin tener conocimiento y muchos de ellos sin conocer si quiera el Carnaval de Cádiz, sin entender nuestras coplas”, daclara.
Termina asegurando que “el Carnaval está pasando por una mala época, con una gran autocensura por muchos temas que no se pueden o parece que no se deben tocar. Y la censura de las redes es increíble”.
Un chapista de la calle Bendición de Dios
Mario Rodríguez Parra nació el 15 de mayo de 1964 en el número 1 de la calle Bendición de Dios. Estudió la EGB en el colegio Valcárcel. Y aunque comenzó la FP, el oficio que quería aprender, el de chapista, no se estudiaba entonces, y decidió desarrollarlo entrando en el taller de coches El Norte, en las bóvedas de San Roque. Cambió a otro taller en la Zona Franca y tras la mili se colocó en un concesionario Opel, hasta que cerró. Casi toda su vida ha sido chapista, aunque la crisis del sector le hizo cambiar y trabajar en los catamaranes y en servicios de socorrismo de playas. Está casado con Yolanda García. Tienen dos hijos, Nuria y Mario. Este último ya hace sus pinitos como autor de Carnaval.
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