Rafael Villa: "En La Pestiñada, solo con el tango, ya decía la gente que 'Takatá Chim Chim Pom Pom' era primer premio"
Retrocarnaval
Puede presumir de tener uno de los historiales carnavalescos más brillantes, habiendo conseguido premios con grandes autores y siendo referente en el coro de La Viña
Estuvo un año de gira por España con 'Los Beduinos' de Paco Alba
Entre pitos y flautas: 40 años del coro que cambió el rumbo de la modalidad
Cádiz/Su abuelo Rafael era cajilla de chirigotas de antes de la Guerra Civil. Su padre era Ricardo Villa, uno de los autores referentes de los años 60 y 70. Con estos precedentes, Rafael Villa, tenor de fuerza y contralto, estaba destinado a participar en el Carnaval gaditano, aunque en aquel año 1957 en el que empezó no imaginaba que con el tiempo iba a atesorar un impresionante currículum. “En ese año mi padre hizo su primera agrupación, que no fue al Concurso, era callejera. Se llamaba ‘Los piratas’, infantil. Del barrio de El Mentidero”, explica
En 1959 comenzó a salir oficialmente con una agrupación juvenil llamada ‘Los muñecos imaginarios de Walt Disney’. En 1960 participó como director en la infantil ‘Los soldaditos de plomo’, escrita por su padre, así como las siguientes: ‘Los tambores del mandarín’ y ‘Los criollos’.
Su debut en adultos llegó en 1963 de la mano de un maestro como Eduardo Delgado en ‘Los del polvo’. “Ensayábamos en los bajos del Teatro Pemán. A mí me encantaba Eduardo Delgado, le sacaba un cuplé a cualquier cosa. Tenía un ingenio...”. El año siguiente salió con otro grande, Enrique Villegas, en la chirigota ‘Los despistaos’. “Ensayábamos en casa de mi abuela y salía con nosotros Juanito Villar, el cantaor”, apunta.
Tras un paréntesis en la fiesta, tocaba vivir una experiencia única, aunque fuera del Falla. Y con nada más y nada menos que Paco Alba. “Después de salir ‘Los beduinos’ en el 66, Paco habló con mi padre en el bar El Gavilán para que me uniera a ellos en las actuaciones por España. Yo era muy joven, pero mi padre le dijo que hablase conmigo. Llegué al bar, Paco Alba me lo propuso y yo encantado. Yo era, y soy, un picado de Paco. Donde se pone él no se pone nadie”.
Cuenta Villa que se marchó con ‘Los beduinos’, “con Jesús Monzón, El Ávila, El Purri, El Pinche, el hermano de Paco Campos… éramos ocho. Estuve un año y poco por toda España. Fíjate que yo entonces en Astilleros ganaba 60 pesetas a la semana. Y con ‘Los beduinos’ ganaba lo mismo al día. Ese año pedí una excedencia en el trabajo. Yo era joven, sin ataduras aquí, y no me quería perder esa experiencia”.
De vuelta a Cádiz se enroló en una comparsa de su padre, ‘Semblanza gaditana’, segundo premio en 1968, con música de José Sánchez Ordóñez, que acompañaría a Ricardo Villa en muchas agrupaciones. “Me gustaba salir con mi padre. Recuerdo que antes de morir mi madre le dijo que sabía que estaba escribiendo, pero mi padre no se lo había dicho nunca. Mi madre le animó a seguir en el Carnaval”.
"Yo entonces en Astilleros ganaba 60 pesetas a la semana. Y con ‘Los beduinos’ ganaba lo mismo al día"
Para 1969 Ricardo Villa confía la confección del grupo a Antonio Trujillo ‘Catalán Grande’ para sacar ‘Los chulapos’, otro segundo premio. “Contó conmigo, supongo que porque era hijo del letrista (risas)”.
Rafael se llevó tres años sin salir entre 1970 y 1972. “No surgió nada interesante esos años, pero me llamó José Aguilar, de la chirigota de Fletilla, para que me fuera con ellos. Y así salí en la chirigota ‘Los Don Cicuta’. Fletilla era seco, pero en las distancias cortas yo me reía mucho con él y con lo que escribía, en papeles de sacos de cemento, porque era albañil. Era buenísimo y rápido de ingenio”, recuerda. “Nos ganaron ‘Los tunos tunantes’ con el pasodoble, más que con los cuplés. Hay muchas chirigotas de las antiguas que su fuerte era el pasodoble, aunque los cuplés fueran peores”, añade.
Tras la experiencia con Fletilla regresó en 1974 a la comparsa de su padre, llamada ‘De Rodríguez’, también segundo premio. “Éramos seis de Puerto Real y seis de Cádiz, entre ellos Carlos Peña y José El Bombista”. Repitió con su progenitor en 1975 con ‘Ecos del Paraguay’, antes de regresar a la chirigota, con Juan Rivero en San Fernando para ‘Los don Pepiño’, un personaje inspirado en Don Pepino, que en TVE invitaba a los niños a irse a la cama. “Cantaba ‘vamos a darle a ustedes una noticia, que la sesión de noche ahora se inicia’, para que los niños se fueran a dormir. Salía en la tele con un loro y yo imitaba el chillido del loro en la chirigota. Me llamó Juan Rivero porque había trabajado conmigo en Astilleros".
"Hay muchas chirigotas de las antiguas que su fuerte era el pasodoble, aunque los cuplés fueran peores”
Vuelta a la comparsa ‘familiar’ con ‘Orfeo de color’ en 1977. “La comparsa empezó a ensayar pero al tiempo mi padre la desbarató, por un problema interior que no viene al caso. Más tarde, reorganizó la comparsa y al Falla fue haciendo bulto el postulante porque no llegábamos a diez componentes”, expone.
Villegas, Villa, Fletilla, Juan Rivero… pero la fiesta le iba a deparar la suerte de salir con otro grande como Juan Poce. Así que de ‘Orfeo de color’ pasó a la chirigota ‘Los pornográficos’ en el 78, en plena etapa del destape en España. “Poce era como persona… chapó. Amable y correcta. Y llevaba las cuentas al detalle. El pasodoble y algunos cuplés eran mortales. Uno de Marco, el niño que buscaba a su madre, sembrao. El primer día de reunión me dijo un componente ‘ojú, ahí viene un artista’. Porque yo venía de comparsa, por eso era".
Fueron tres años de gloria. En 1979, ‘Los bacalaos de Escocia’, que perdió frente a ‘Los mulilleros de Cai’ de Fletilla como pasó en 1978 con ‘Los de la madre pelusa’. “Volvemos a lo de antes. Nos ganaron por el pasodoble, que tenía mucha fuerza, aunque ‘los bacalaos’ eran más graciosos”.
Y al fin la chirigota ganó el primer premio. En 1980 con ‘Los monos sinvergüenzas’. “Ese año no salió Fletilla, es la realidad”, admite. El grupo ensayaba en una habitación encima del bar El Merodio. “Días antes de debutar en el Falla nos trajeron las caretas de monos para ensayar. Y nada más empezar cortó Poce el ensayo. No dábamos pie con bola. Decía que estaban desafinados hasta los pitos. Yo propuse sacar las orejas fuera, al aire. Probamos y volvimos a cantar estupendamente. La careta nos tapaba las orejas y no nos escuchábamos entre nosotros”, relata.
Después de estar presente en dos modalidades como comparsa y chirigota, el tango llamó a la puerta de Rafael Villa. “Me fui de la chirigota porque el ambiente ya no me agradaba. Y quise salir en el coro de La Viña, que a mí me gustaban mucho los tangos. Antes de entrar le preguntaron a Juan Poce, que iba a hacer la música del coro, cómo era yo. Y Poce les dijo que sin problemas”.
Llegar y pegar. El coro fue ‘Entre pitos y flautas’, historia del Carnaval, dándole un giro a la modalidad en vestimenta, alegría y uso de instrumentos. “Qué tango hizo Juan Poce, Dios mío. Y la letra de Enrique Láinez. Fue un antes y un después en los coros”, apunta. Cuenta Rafael Villa una anécdota en la que estaba involucrado precisamente un ex autor de este coro viñero, José Gamaza. “Ese año lo nombraron jurado y vino a un ensayo nuestro. Y tras escucharnos comenzó a decir que se iba, que eso no podía ser, con las manos en la cabeza, que eso no era Carnaval, que iba a ser la tumba de La Viña... y nos acobardó. Dejó al coro ‘esmorecío’. Yo recuerdo haber dicho que el Concurso estaba ahí y que estaba todo montado. Había que jugársela. Encima, desfilando hacia el Falla con el golpe de Tejero, a bombo y caja. Al día siguiente de debutar vino Gamaza al ensayo a pedirnos perdón por habernos hecho pasar un mal rato y por preocuparnos. Nos dijo que no había visto otra cosa mejor en su vida en el escenario”.
Habla del “impacto” de un coro que consiguió llenar un auditorio del Parque del Retiro en Madrid. “Eso lo organizaban Teresa Rabal y su marido. Ellos nos dijeron que eso era increíble, que habíamos llenado aquello como los artistas de envergadura”.
Desde el 81 hasta 1997, Rafael Villa consiguió con La Vila un palmarés de cuatro primeros premios (le falta el de ‘Batmonos que nos vamos’, donde no salió, como tampoco salió en ‘El chichibolo’ en 1996) y se convirtió en uno de los referentes de un grupo que marcó una época. “Estaba cómodo, el ambiente era maravilloso y había buena gente”, señala. También faltó en 1984, y no salió en ‘Casanova’ para salir en la comparsa ‘Tatuaje’ con su padre. “Fui a echar un cable con las voces por arriba y me pidieron que me quedara”, destaca.
Los años dorados de La Viña
“Fueron muy buenos tiempos, con grandes coros. Fue una gozada cantar esos tangos, que Antonio Martín los bordaba. No se parecían unos a otros. A mí me gusta mucho ‘Takatá Chim Chim Pom Pom’, con unas letras de Antonio Burgos como la de las Marías de boatiné, qué ocurrente, que no le gustaba mucho a parte del grupo. A mí sí y fue el tango que más se cantó en la calle. Recuerdo que antes del Concurso cantamos en La Pestiñada y ya el público, solo con escuchar el tango, nos daba el primer premio”, afirma.
Dejó La Viña tras ‘El habla de Cádiz’, el último ‘1’ del coro viñero, y regresó al tango en el año 2001 con el coro de Juan Antonio Lamas ‘El balneario de la Palma y del Real’, que fue tercer premio. Repitió con el mismo coro en 2002 con ‘De barrio en barrio’, tomándose un descansó hasta 2007 para salir, para la calle, en la chirigota ‘El viejo este’, de El Pellejo dirigida por Pepón, que no pudo cantar en el Concurso al inscribirse fuera de plazo.
Se despidió con el coro ‘El periquituliqui’ (2008), la chirigota ‘Santa María Pura’ (2010), y los coros ‘El asedio’ (2011) y ‘¡Listos los de atrás!’ (2012).
En 1988 le concedieron el Antifaz de Oro. “Entonces lo daban a los 20 años. Los antiguos antifaces me decían que yo era muy joven, aunque tenía mis años cumplidos. Así estuve esperando. En ‘Rodeo’ ya tenía 25 años de Carnaval. Mi padre pertenecía a la junta que decidía los antifaces, pero se salía de la votación cuando salía mi nombre. Una vez que me eligen, fue mi padre el que dijo que a partir de entonces se iban pedir 25 años para obtener el Antifaz”, explica por último.
Trabajador de Astilleros nacido en San Dimas
Rafael Villa Rivilla nació el 23 de noviembre de 1945 en el número 2 de la calle San Dimas. Estudió en un colegio de la calle Carmen y pasó al Grupo San Rafael. Trabajó con una empresa que hacía bobinas para letreros luminosos. Tras la mili hizo dos cursos de la PPO de soldadura eléctrica. Entró a trabajar en las contratas de Astilleros, luego en cooperativas y finalmente en la misma empresa naval. Una reducción de plantilla por decreto ley le hizo marcharse con todos sus derechos, a los 53 años. Está casado en segundas nupcias con Purificación Muñoz. Tienen dos hijos: Rafael y María. Y tres nietos: Hugo, María y Daniela. Y un hijo de su primer matrimonio: Francisco Javier. Que le dio una nieta, llamada Estrella.
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