El rinconcito de los milagros

El tipo. Una orquesta que nace de la basura. Las coplas. Una obra de arte que se concibe desde la miseria. Una ciudad que puede renacer, volver a empezar y resucitar. El milagro de convertir la desgracia en risa. Una propuesta algo más madura que las dos anteriores, pero que pierde un poco el encanto de sus inicios. Un grupo que canta dulce, pero Fran Quintana no se corta con las letras para sacarle toda la garra posible. Reaparece el metacarnaval en el primer pasodoble, en el que el autor pone en duda el actual formato de asignación de los Antifaces de Oro -con algo más de trasfondo interno que la simple concesión de este galardón-. Con acierto al recordar a las personas que no lo tienen por no haber cumplido los 25 años en la fiesta, sí falla al criticar que se pueda convertir el Falla en "un cementerio de elefantes" y considerar que en la actualidad el premio es "de bisutería". Un punto de vista muy discutible. En el segundo, con más acierto pero con excesos en el remate, se despachan contra Antonio Burgos. Regular la tanda de cuplés a la equivocación que tienen cuando cuidan a un niño y cocinan un pollo, y a las cosas que se ponen en sus partes, que se parecen a un Transformer.

En preliminares

las coplas. Una azotea es el rincón desde donde puede surgir el milagro del renacimiento de Cádiz. La comparsa de Fran Quintana vuelve a hacer de la alegría su bandera, pero su proceso de madurez -con una idea que no termina de congeniar entre el tipo y el desarrollo- le hace perder un poco la sencillez de la que hacía gala, lo que no significa que se haya vuelto barroca. Ese cambio se nota, especialmente, en la música del pasodoble, con una melodía agradable pero que, quizás, se alarga un poco. En la primera letra, tiran del piropo a la ciudad para reafirmarse en la idea del milagro gaditano. El segundo pasodoble, que puede ser la mejor letra de las cantadas hasta la fecha, compara cómo se trata el patrimonio en Cádiz y en Sevilla. Cuplés de temática carnavalera a las neuronas de los Carapapas y a los nombres comerciales de los estadios.