El tipo

Antonio Martín

02 de febrero 2025 - 07:00

'Los zapateros remendones’ era el nombre y, por ende, el tipo de aquella chiricomparsa callejera que, en cada Carnaval a principios de los años sesenta, repetíamos la pandilla de los niños de la Cruz Verde. Chavalillos de la calle San Vicente, de la Cruz, Callejones de Cardoso, María Arteaga, Pasquín, Plaza de la Libertad y alguno que otros repescados del Campo del Sur, Sagasta y Solano que, en aquel entonces, no superábamos la edad de los doce años.

Este personaje del zapatero remendón lo retomábamos todos los años. Era muy fácil de confeccionar. Le echábamos mano a las chaquetas y pantalones viejos de nuestros padres y hermanos mayores que encontrábamos por cualquier rincón de casa, y, le pegábamos un par de remiendos rematándolo con una boina o gorra que, no sé por qué, siempre teníamos a mano. De estas hechuras estrafalarias, como cantaron ‘Los viejos del 55’, de Antonio Clavaín y Antonio Marín, y tras pintarnos un par de coloretes sobre las mejillas con la barra de labios de nuestras madres, nos lanzábamos a la calle cantando nuestras propias coplillas por todos los patios de las casas de vecinos del barrio al compás del 3x4 gaditano, lo que es un 4x4 p’al resto de los humanos.

En aquel entonces, esta expresión aún no se había puesto de moda ni se nombraba en las coplas, ya que esto no sucede hasta que en el Carnaval de 1989 lo canta en un cuplé la comparsa ‘Tras la máscara’. Pero vamos a lo que íbamos. Haciendo tipo al compás de la caja y el bombo, que no eran sino una lata de 1 kilo de atún de almadraba vacía naturalmente, y una barrica de madera de sardinas arenques respectivamente, que nos guardaba “Pepe el de los ultramarinos de la Cruz Verde”, como todo el mundo le llamaba, una vez que vendía todo el género. Y allá nos íbamos gritando “¡Tipo, tipo!” mientras que marcábamos el paso con ese compás bailongo que siempre ha caracterizado a los buenos chirigoteros.

Sin proponérnoslo vamos a terminar hablando del tipo de nuestras agrupaciones: coros, comparsas, chirigotas y, por qué no, también cuartetos. El tipo, vestuario o disfraz, más allá de lo sofisticado que puede resultar a veces, tiene que estar acorde con la interpretación del grupo: correlación con el personaje, músicas y letras, manera de expresarse, de moverse, de cantar, y hasta con la dicción del personaje en cuestión. Hay muchos ejemplos paradigmáticos de esto, pero ninguno, que yo recuerde, como esa cátedra que nos brindó el maestro Enrique Villegas con su comparsa ‘Hombres del campo’ en el año 1979. Se ajustaron tan fielmente al personaje que casi dejaron sobre el escenario del Gran Teatro Falla el olor a tierra sembrada. Así decían en su primer pasodoble: “Zemos hombres del campo / hombres que conocen el nacer del día / entendemos los vientos, el sol y las nubes y la astrología…”

Hoy en día hay agrupaciones, no todas, que se plantan en el Falla como mejicanos y te salen cantando por peteneras…

Salud, gaditanismo y libertad.

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