Como la torre de preferencia
Yo parí a Juan Carlos Aragón
Poca vergüenza. Muchas veces me han preguntado cuál ha sido mi mejor grupo. Y en ocasiones he respondido que el de 'Un peasso coro', porque es muy difícil llegar tan lejos cantando tan mal.
Y aquí aparece ya el juancarlosaragón en estado puro que yo parí, el salvaje que con los años intenté refinar. Aun nacido de mí, me fue muy difícil educarlo, porque el cinismo y la hipocresía de nuestro sistema social no terminaron nunca de convencerlo. De hecho, cada vez que me doy la vuelta, aparece el macarra que llevo dentro y que no soy capaz de domar ni yo mismo que lo he parido.
Con el primer peasso del coro del que os hablé, ya había mantenido conversaciones para sacar una chirigota gamberra que liberara todas las tensiones contenidas en los añitos atrás. Y durante la Semana Santa de 1993, se produce uno de los mayores puntos de inflexión de mi vida. Para variar, me encontraba en el mítico camping del Camaleón, en el corazón de los Caños de Meca, en compañía de mi amigo Marco El Negro. Bajamos a pescar a la playa del Pirata. Lanzamos las cañas el Viernes de Dolores y las recogimos el Miércoles Santo antes de que saliera La Sentencia. Pero al recogerlas habíamos enganchado algo con lo que no podíamos, algo enorme. Y nos preguntamos: "¿Será un moro ajogao?". Y, de modo repentino, cogí la guitarra e improvisé aquel "Moro, que te viene en patera", que era un pasodoble solidario en vez de xenófobo, aunque jugara con el humor más negro. Y de ahí surge el repertorio de mi primera chirigota "de verdad". La dirección correría a cargo del único espécimen carnavalero que podía seguirme en aquellas infantes y terribles gamberradas: Joaquín Revuelta, Er Juaki. Mi sintonía con él era tremenda. De hecho, fue mi Fidel para recuperar nuestra Isla del Carnaval, hasta entonces en manos del imperialismo corista.
Tanto era así, que nuestra primera intención fue salir de macarritas nonainos de Cai. La chirigota iba a llamarse 'Yo te ví disí mi verdá'. Pero cuando nos enteramos que Selu Cossío sacaba 'Los Titis de Cai', entendimos que era un suicidio presentarnos con el mismo tipo que el Fletilla de la época. Y fue el propio Juaki, una noche en la Alameda, quien me susurró: "quillo, los coros". Y ya lo vi claro. El célebre Carmelo, con su habitual lucidez conceptual, clavó el nombre: 'Un peasso coro'. Y nos pusimos manos a la obra, entre la ilusión de la mayoría y el escepticismo de otros que abandonaron antes de embarcar.
Teníamos ganitas de parodiar el mundo del que habíamos escapado, pero sin saña ni malos rollos, con el sentido del humor más noble pero, a la vez, intencionado, pues bastante bien sabíamos lo que decíamos.
Y empezamos a ensayar con ganas, aunque sin disciplina (como se hacen las nobles gamberradas). Y recuerdo con especial cariño, aquella mañana en la ducha en la que, hastiado del paro y las pésimas perspectivas laborales que tenía, blandí solemnemente la segunda parte más importante de mi cuerpo y me dije: "Éste no me lo quita nadie, lo voy a hacer famoso". Y así se inaugura la corriente fálica de mis cuplés, algo que será una constante en mi obra, como mi tierra, mi suegra, mi guitarra, mi hijo, mi particular religiosidad y mi antimilitarismo.
Aparecimos en el Falla con mu poca vergüenza. El tipo era, mitad emprestado de colegas coristas, mitad malcosido por nuestras viejas: en total, doce euros y medio de las futuras pesetas. Y cuando empezamos a cantar la presentación, el Falla empezó a reír tanto que, hasta los que estaban en la barra, dejaron la copa y se volvieron para escucharnos. Además, recuerdo que actuábamos dentro de la franja horaria del 27-E, huelga general; y que el segundo cuplé fue una afortunada y también fálica alusión a la casualidad de actuar aquel día a aquella hora. Entre eso, el popurrí y el simpático descaro que mostramos en escena, caímos tan en gracia (que es más importante que ser gracioso) que, por méritos propios, pasamos a semifinales. Cuando el jurado dio el veredicto, estábamos todos en la Plaza Fragela, y lo celebramos como si hubiésemos ganado Eurovisión. Imaginaos. Para nosotros, entonces, era como tocar el cielo con las manos.
Las semifinales ya las hicimos con más confianza, y fuimos a más por actuación; tanto, que hasta se especuló con la posibilidad de que entrásemos en la final. Por eso, la mañana de la noche de los cuchillos largos, fuimos a la calle Zorrilla a preguntarle por nuestras posibilidades a Julio Pardo, porque nos habían dicho que este tío era un mafioso y que sabía tela del rollo. Él, simplemente nos dijo: "La chirigota ha caío mu bien; lo mismo estáis, lo mismo no". De su sabia sentencia, yo recogí la última parte. Y no me hice ilusiones. No hacía falta. Había salido todo mejor que si lo hubiésemos pintado nosotros. La calle después fue nuestra, muy nuestra, y la semana de carnaval también. Quién me iba a decir a mí que eran mis primeros años de carnaval y a la vez los últimos (el carnaval para mí era la calle, la puta calle de 'Los Parias').
Muchas veces me han preguntado cuál ha sido mi mejor grupo. Y en ocasiones he respondido que el de 'Un peasso coro', porque es muy difícil llegar tan lejos cantando tan mal. Pero en carnaval, aunque no se premian, también se valoran actitudes como la que nosotros mostramos aquel año.
La guinda la puso el fetichismo de la canción grabada. A cambio de 500 cintas -la mitad grabadas sólo por una cara- Don Rafael Izquierdo nos lanzó al mercado discográfico internacional. La pena fue que, como este hombre no declaró un puto duro en la SGAE, le cerraron el chiringuito por orden judicial, y las chirigotas modestas nos quedamos a expensas de otros como él.
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