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La única sangre que bebo

Yo parí a Juan Carlos Aragón

'Los inmortales'. Había dos prendas en el jurado que estaban convencidos de que sabían mucho de Carnaval. Y mandaron a por tabaco a una de mis comparsas más emblemáticas y que más caló

La única sangre que bebo

07 de febrero 2009 - 01:00

HOY empieza una nueva era. Era que puedo denominar con todo derecho la de mi comparsa, propiamente dicha. De la anterior, salí con la sensación de haber sido sólo un contribuyente, un mercenario contratado para disparar letras y músicas, tal vez grandes repertorios, -repertorios que siempre serán de mi propiedad, que no se le olvide a ningún chalao- pero a aquella comparsa nunca la consideré mía, por eso nunca utilicé el posesivo mi al hablar de ella. Y por eso tampoco me dolió dejarla. Hay quienes me identifican con los cambios de grupo, como si yo fuese el único autor que lo hace, o como si no hubiera grupos que cambian de autor como de gallumbos. Y esto creo que, además, es bueno. Así no te encasillas eternamente en el mismo timbre, los mismos acentos, las mismas caras… La variedad y el cambio enriquecen las obras, y el público inquieto lo agradece.

Durante el verano de 2003 se pone en marcha mi comparsa con gente de mi antigua chirigota, Javi, Carlitos, el Largo, Carmelo, Ismael, y los ya famosos Tato, Rubén, Javi Marín, Soleta, Paco Pellejo, el Piojo, etc., que venían de la comparsa de Jesús Monge quien, junto a Juan Fernández, ha parido una de las mejores canteras del carnaval en los últimos tiempos.

Para variar, el grupo rodó montando una antología de coplas de mis últimas chirigotas y comparsas. No sonó demasiado bien porque se grabó en tiempo récord (había que aprovechar el verano, ya que partíamos de cero), pero sirvió para conjuntar al grupo.

Con este grupo, la única dificultad que tuve fue intentarlos hacer cantar como yo quería, como siempre se cantó en Cádiz: rapidito, a contratiempo y sin meter la voz. Lo que ocurría es que, desde hacía dos décadas, en carnaval se había introducido una corriente rociera que puso de moda el cante lento, a compás, espeso y chillado, y, para estos chavales, era el único referente que había. Tanto fue así que, el pulso entre el estilo que yo quería imponer y el que ellos traían arrastrando, sumado a su juventud y a los nervios del debut, provocó una pájara mental en el grupo que se tradujo en diarrea: no controlaron la velocidad y tiraron el repertorio, como se dice en el vulgar argot, "a carajosacao". Por tanto, la reacción del público quedó por debajo de las expectativas al principio (creo que no se enteró de ná; y el jurado, menos)

Pero ese año yo estrenaba amores inmortales y corrientes de aire fresco que despejaron mis azoteas. Y eso es lo mejor que te puede pasar a la hora de escribir; que no tengas que inventarte a las musas, sino que existan en realidad, y coman y duerman a tu lado. La Paqui, en verdad, no tiene nombre de musa, pero su tremendo rostro me inspiró el repertorio más romántico que he compuesto y escrito para el carnaval. Y todo él, dentro del contexto de aquellos inmortales borrachos de sangre, es una alegoría de mi experiencia erótica y mística con ella. Pero no te confundas, querido lector. Cuando, en vez de borracho de sangre, llego borracho de manzanilla, la Paqui deja de ser la musa de 'Los Inmortales' para convertirse en la parienta del Cabesa, y eso ya no es lo mismo.

Tan fuerte fue lo de la Paqui que, preso del delirio, cometí las dos mayores tonterías que he hecho alrededor del Falla. Una, pagarle 600 pavos por un palco a un sinvergüenza de reventa. Y otra peor, regalarle el palco a sus padres. Era la segunda semifinal y caía en sábado (Un lujo). Y yo quería, a través de un pasodoble, decirle a su padre que no necesitaba pedirle la mano de su hija porque ya la tenía; y, a través de un cuplé, decirle a su madre que, como suegra, era peor que la otra. Y ¿qué conseguí con eso? Llevarme un cajonazo de los de época y quedarme con tó la cara partía. Además, la maldición de mi suegra provocó una tormenta que se cargó la cabalgata de aquel año, con las consabidas pérdidas de ventas, que es para lo único que hacemos el idiota en la cabalgata (que se entere Fiestas de una vez).

Pero lo de quedarnos fuera de la final no fue ninguna broma. Había dos prendas en el jurado de comparsas que estaban convencidos de que sabían mucho de carnaval. Cuando entraban por el Teatro, huían hasta las palomas de las cornisas. Dos tipos duros que, en tipo, nos dieron 3 puntos y mandaron a por tabaco a una de mis comparsas más emblemáticas y que más caló, sobre todo entre la gente joven. Cuando actuamos, aún nos piden que cantemos 'Los Inmortales' como plato estrella. Creo que estamos todos de acuerdo en que había que acabar con la reventa; pero, ¿sólo con la reventa?, ¿y con esto no? Hay años en los que las filtraciones del jurado llegan hasta los oídos de las paredes. Y cuando, al día siguiente, en Diario de Cádiz, me preguntaron al respecto, yo respondí algo así como "ya lo sabía, igual que sabía Valdivia que su comparsa iba a la final, que para eso él había puesto al jurado". Y desde entonces Valdivia no me habla. Una pena.

Confieso que me fastidió tener que ver la final por la tele (había perdido la costumbre), pero al menos me consolé con 'Los Veteranos del Vietnam', chirigota a la que le había hecho la música ese año. Y al día siguiente nos fuimos a cantar a la Plaza San Francisco de Sevilla, paralelamente al Festival de Pardo & Milikito. Y el éxito con el público fue tal que Don Julio ha prohibido que una agrupación mía pise Sevilla mientras él organice la merienda. Dos cojones, Gordo.

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