Análisis
Santiago Carbó
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Sería imposible reunir las miles de historias personales vinculadas a la industria tabaquera, una actividad que ya existía en el siglo XVII y que se asienta cuando en el año 1741 Felipe V crea la Real Fábrica de Tabacos de Cádiz.
En aquellos años en un caserón ubicado en el solar que ahora ocupa el edificio de la Aduana ya trabajaban 180 operarias, que más tarde se mudaron a la calle Rosario para en 1829 trasladarse a otro de la calle Plocia que albergaba hasta entonces la Alhóndiga, de propiedad municipal y que el año antes se había cedido al Estado con ese motivo.
La Fábrica, como era conocida en Cádiz, era la actividad industrial más importante del casco antiguo, con su alta chimenea de ladrillo, que aún se conserva, su sirena y el tránsito de las cigarreras, unas trabajadoras que entonces recibían salarios inferiores a los de los hombres.
Según Cadizpedia, en 1870 sufrió un primer cierre, reinagurándose al año siguiente, a costa del Ayuntamiento, y sometida a obras de reforma en 1872, para en 1881 recibir un nuevo impulso, en el que se añaden 1.958 operarias a las 1.621 que ya existían en la plantilla.
Más tarde, tras unos años de despreocupación estatal, en el que la gestión la asume la Compañía Arrendataria, se queda con un millar de empleados, incluyendo a los mozos, y contratadas sólo a 1.130 trabajadoras de las 2.987 que tenía.
Es en 1890 cuando el Ayuntamiento, con el apoyo de cuatro mil firmas, recurre al Gobierno, que la dota de una maquinaria moderna para hacer cigarrillos, pero recorta todavía más la plantilla de cigarreras.
Más tarde, en 1953 el Ayuntamiento decidió enajenar a Hacienda el edificio, que era de propiedad municipal y cedido para la Fábrica de Tabacos a cambio de cuatro millones de pesetas, que se destinaron a finalizar las obras del Estado Ramón de Carranza.
En 1985, en la Zona Franca, se pone la primera piedra del que iba a ser el mayor complejo tabaquero de Europa, con una superficie de 153.000 metros cuadrados, una inversión de 12.000 millones de pesetas y un periodo de ejecución de las obras de tres años, si bien la fábrica podía entrar en funcionamiento uno antes.
Ese mismo día, en el Ayuntamiento, Tabacalera Española recibía la medalla de oro de la ciudad, que el alcalde Carlos Díaz entregó al entonces presidente de la empresa, el arcense Cándido Velázquez-Gaztelu, fallecido en noviembre del pasado año, y que también fue presidente del Consejo Social de la Universidad de Cádiz. La antigua Fábrica es ahora el Palacio de Exposiciones y Congresos de la plaza de Sevilla, tras recuperarse el inmueble para la ciudad en 1985.
Por otra parte, a finales del pasado año pasaron a manos municipales los depósitos de tabacos del barrio de Loreto, con más de un siglo de existencia. Cinco naves con más de 1.000 metros cuadrados, que el Ayuntamiento quiere convertir en un complejo sociocultural.
También, mediante un convenio con Altadis, el pasado año el Archivo Histórico Provincial posee un total de 170 libros y 75 legajos procedentes de los documentos de la Compañía Arrendataria de Tabacos, que gestionó la Fábrica entre 1887 y 1949, donde las cigarreras, modelo para otros centros de España y que llegaron a ser 3.000, figuran entre las pioneras en implantar la jornada laboral de ocho horas.
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