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La incertidumbre sobre si España iba a pedir o no un rescate para sus bancos, y sobre todo en qué condiciones, duró hasta el último minuto, en un nuevo episodio de la crisis en Europa marcado por las negociaciones, las reuniones secretas y los desmentidos oficiales.
"A partir del miércoles y el jueves hubo contactos constantes y estaba claro que había que actuar rápidamente", explicó un alto responsable de un gobierno europeo, que reveló la existencia de una primera conferencia telefónica del Eurogrupo, el jueves por la mañana, "que no fue desvelada". "Fue en ese momento cuando lanzamos el proceso", según esta fuente.
Pero empezar un proceso no significaba que el acuerdo estaba garantizado. El primer escollo vino de España, que no quería dar la impresión de que le forzaban la mano. "Se hizo todo lo posible para que el Gobierno español hablara primero", asegura una fuente diplomática. En público, los dirigentes europeos no decían nada, pero en privado multiplicaban las presiones contra Madrid.
La segunda dificultad eran las condiciones del acuerdo. Según el alto responsable gubernamental, España "necesitaba ser respetada y no quería que le pusieran bajo tutela o le impusieran un programa de austeridad", como fue el caso de las condiciones draconianas que la UE y el Fondo Monetario Internacional impusieron a Grecia, Irlanda y Portugal. Mientras tanto Berlín no paraba de repetir que España tenía que "aceptar condiciones". Por eso todo el acuerdo se jugó sobre la letra pequeña del rescate. Varios países europeos, como Francia, querían que sólo se pidieran contrapartidas al sector financiero mientras que otros eran reticentes a estas condiciones "a medida".
El viernes por la mañana, cuando Reuters reveló que al día siguiente había prevista una conferencia por teléfono entre los ministros de Economía y Finanzas de la zona euro en la que España pediría ayuda, las capitales europeas seguían sin decir nada. En ese momento, según dos diplomáticos, los directores del Tesoro estaban "totalmente pendientes de sus teléfonos", listos para reunirse en caso de petición española. "La idea de una ayuda a España ya ha madurado en Europa pero en España todavía no", explicó en ese momento una fuente próxima a las negociaciones.
La presión de las agencias de calificación y de Washington fue decisiva para acabar con las reticencias de España a aceptar el rescate. Finalmente el viernes por la noche se convocó la reunión del Eurogrupo para el sábado, según un responsable europeo. También se preparó el guión de los acontecimientos: el FMI desvelaría durante la noche, antes de lo previsto, su evaluación de las necesidades de los bancos españoles y luego España haría su demanda de ayuda tras la reunión del Eurogrupo. Sin embargo no todo estaba resuelto. Menos de media hora antes del final de la reunión, todavía había riesgo de bloqueo por parte de los estados más sólidos, como Finlandia, "que querían imponer condiciones a España y vigilancia presupuestaria y económica". Al mismo tiempo Alemania pareció finalmente haber aceptado la idea de contrapartidas únicamente bancarias y fue esta posición la que acabó imponiéndose, como quería el Gobierno español.
El siguiente paso es la formalización de la petición de ayuda por parte de España, una vez conocidas las auditorías de Oliver Wyman y Roland Berger, el próximo 21 de junio. A continuación, la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional analizarán las necesidades de reestructuración y recapitalización del sector y luego firmarán un memorando de entendimiento con el país, según indicó ayer el comisario de Asuntos Económicos, Olli Rehn, que incidió en que las ayudas suponen "una señal clara de que la Eurozona está decidida a emprender acciones decisivas para calmar las turbulencias del mercado y contener el contagio".
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