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Hay recuerdos inmunes al paso del tiempo. Imborrables en la memoria de toda una generación de cigarreras que labraron su futuro entre el ruido de la maquinaria de puros Farias y los descansos aliviados por el dulce sabor del horno la Gloria, los bocatas de Atxuri o de Casa Luciano. Un futuro que hoy se desvanece, pero que forjaron a mano entre las hojas de tabaco que enmascaraban su olor a perfume fresco y la intensa lucha obrera que siempre emprendieron como pioneras en la incorporación de la mujer al mercado laboral en Cádiz. Son recuerdos con olor a humo que no se esfuman, como en diciembre lo hará el aroma a tabaco que con el levante inunda Cádiz desde tiempos inmemoriales; recuerdos de la calle Plocia, que hoy mantienen vivos muchas de las antiguas cigarreras y algún operario que ayer se dieron cita con Diario de Cádiz en la sede del Grupo de Empresa, al confirmarse el fatídico anuncio del cierre de "la fábrica", la que fue su segundo hogar durante décadas.
La magnífica foto firmada por Kiki de una de las numerosas asambleas que celebraron en la antigua fábrica de tabaco al hilo de la huelga indefinida que mantuvieron durante 23 días ininterrumpidos en el año 88, con consecuencia de cuatro despidos y dos sanciones, desató un rosario de anécdotas protagonizadas por muchas de aquellas niñas de Tabacalera, como se las denominaba en Cádiz. "Qué jóvenes éramos". Jóvenes y luchadoras. Auténticas heroínas en la conquista de los derechos laborales de un mercado dominado por hombres en el resto de bahía gaditana de aquellos años 70, cuando la mayoría de ellas entraron a formar parte de esta gran plantilla, pero que entre las plantas de su fábrica era territorio femenino.
"Aquí está la Fopi". "Mira Isabel Cornejo"; "Y la Chica"; "el Quiñones, el del Carnaval"; "Carmen Montes"; "Juan el Panadero", "Mira Ramoni"... reconocen en la foto, emocionadas, poco antes de desgranar sus momentos irrepetibles en la calle Plocia.
"Estuvimos más tiempo en la fábrica nueva que en la antigua, pero todo era mejor en Plocia. Estábamos más unidas", dice Teresa Aparicio, mientras el resto asiente. "Ten en cuenta que la antigua Tabacalera era un cuarto de metro comparado con la sede nueva, en la que incluso teníamos que llamarnos por teléfono", explica Rosa Román, una de aquellas despedidas del año 88, que posteriormente fue readmitida.
Estaban mucho más unidas en la sede antigua. Y pese al trabajo, que no era poco, lo pasaban bien. "En media hora de descanso nos daba tiempo de comprar ropa para los niños en Flipe, de ir al Piojito que estaba en La Merced, de coger cita para el médico en Vargas Ponce", enumeran una tras otra Paqui Pantoja, Antonia Lamadrid, Ana Marín, Rosa Prada, María del Carmen Martín, Rosa Román o Teresa Aparicio, junto a Joaquín Cera y Gabriel Otero.
Porque las niñas de Tabacalera daban vida al barrio, de eso no cabe la menor duda. "A la vista está que cuando nos fuimos aquello decayó. Nada fue igual", afirman de la economía de una zona sustentada por la suya propia, con los famosos vales de Tabacalera.
No lo ganaban nada mal, llegaron a tener hasta seis pagas, recuerdan, e incluso incentivos por producción. Toda una serie de conquistas que ataron a golpe de reivindicaciones en potentes convenios laborales. "Éramos luchadoras. En la huelga indefinida del 88 nos encerrábamos de noche y manifestábamos de día. Lo pasamos mal", rememora Ramoni Santos-Menis, una de las antiguas trabajadoras que aparece en primera línea de la hermosa foto.
Y no sólo se movían por lo suyo, también por los demás. "Nos movilizábamos por nosotros y por Astilleros, por Delphi, por los portuarios...", decía Teresa.
Eran tiempos convulsos, aunque mejores que los actuales. Pero el traslado trastocó cien por cien su rutina. "Supuso la decadencia, como lo fue privatizarla", añade el antiguo trabajador Joaquín Quiñones. Tuvieron que reciclarse y duplicar su trabajo con la llegada a la nueva sede de Zona Franca. Aprendieron a hacer de todo y a toda máquina. "Los últimos años fueron muy duros".
Pero no todo era crear el puro referente del mercado nacional. Disfrutaban juntas de aquellas fiestecitas casi clandestinas que se montaban el día antes de las vacaciones de Navidad y de verano. "Adelantábamos trabajo a escondidas para hacerla. Llevábamos comida y lo pasábamos muy bien", añora Milagros León, otra antigua trabajadora, mientras ve la noticia en su casa.
Por eso el anuncio del inminente cierre les pega un pellizco en el alma. "Me entró un frío esta mañana cuando me enteré...", reconocía Ana Marín. "Nuestra ilusión era que nuestro sitio lo ocuparan nuestros hijos, y mira lo que ha ocurrido", añade Mari Carmen Martín. "Qué pena de fábrica, de trabajo, de Cádiz...".
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