Incertidumbre global en un contexto de políticas monetarias dispares

Trabajadores de Wall Street en una de sus sesiones / Justin Lane / Efe

08 de marzo 2025 - 05:40

La decisión del Banco Central Europeo (BCE) de este pasado jueves de reducir los tipos de interés en 0,25 puntos redobla la divergencia monetaria con la Reserva Federal de Estados Unidos, que, por ahora, está optando por mantenerlos inalterados. La expectativa en los mercados apuntaba hace unas semanas a que la Fed comenzaría a recortar tipos en julio. Parece que no ocurrirá hasta septiembre. Esta disparidad entre ambos bancos centrales genera incertidumbre y tensiones en los mercados financieros y reacciones mixtas entre los líderes políticos y financieros a ambos lados del Atlántico. Mientras la administración de Donald Trump ha expresado su descontento con la posición de la Fed, argumentando que mantener los tipos altos encarece el crédito y frena el crecimiento económico, en Europa surgen preocupaciones respecto a qué la hoja de ruta del BCE hacia tipos más bajos pueda provocar un repunte la inflación. En el BCE pesa más el contexto de debilidad económica en la Eurozona, especialmente en países clave como Alemania y Francia.

Preocupa bastante también la elevada incidencia en la futura inflación del aumento de los aranceles y las medidas proteccionistas. Tras algunas idas y venidas, los aranceles ya alcanzan a la práctica totalidad de los países con los que comercia EEUU. Y muchos ya se están aplicando. Desencadena amenazas de represalias, algunas materializadas, y una escalada en las tensiones comerciales globales. Los efectos son contradictorios, ya que buscan proteger la producción nacional, pero encarecen bienes importados, afectando el poder adquisitivo de los consumidores y las cadenas de suministro globales. Los últimos datos económicos de EEUU, que fue el país que inició la guerra comercial, muestran un significativo enfriamiento de la actividad económica en lo que va del primer trimestre de 2025, y ya no se descarta, que si las cosas no mejoran, pueda acercarse a la recesión y a un aumento de la inflación. Son las inconsistencias de una agenda de política económica con estrategias y objetivos que entran en conflicto entre sí.

El hecho de que el BCE reduzca los tipos de interés mientras la Fed los mantiene inalterados y significativamente por encima de los europeos genera varios efectos en los mercados internacionales. El diferencial de tipos de interés entre EEUU y la Eurozona tiende a fortalecer al dólar frente al euro. Un euro más débil encarece las importaciones y podría alimentar la inflación de numerosos productos que se importan en la UE, en especial la energía. Otros mercados que se ven afectados son los emergentes. Muchos de estos países tienen su deuda denominada en dólares, por lo que un su encarecimiento incrementa el coste del servicio de la deuda y genera tensiones en los movimientos de capitales.

La guerra comercial con aranceles elevados implica que los precios de importación en todos los países afectados aumentarán, lo que podría generar nuevas presiones inflacionarias y obligar a los bancos centrales a cambiar su hoja de ruta. Por ejemplo, la Fed puede verse obligada a mantener los tipos de interés elevados por más tiempo, para disgusto de la administración Trump, que estará aún más descontenta si el resto de países continúa divergiendo al continuar bajando, como hasta ahora, el precio oficial del dinero.

Hay un riesgo adicional que afecta especialmente a la zona euro y aquellos países que necesitan de un abaratamiento de tipos para reactivar sus economías. El BCE está apostando por ser algo heterodoxo y dejar algo de lado su mandato –centrado en la lucha contra la inflación– y apostar por mejorar las condiciones financieras para un mayor crecimiento. Si la inflación no sube mucho, el BCE podrá mantener su actual hoja de ruta. Sin embargo, si el aumento de aranceles dispara el coste de las importaciones y por tanto la inflación, puede ser necesario reajustar el plan de reducciones de tipos. En este caso, los efectos financieros favorables de un menor precio oficial del dinero serían menores y podría hacer descarrilar la deseada recuperación. Estos efectos reales en la economía añadirían más incertidumbre a los mercados financieros.

La combinación de la divergencia en la política monetaria entre el BCE y la Fed, junto con las crecientes tensiones comerciales, crea un panorama complejo para los mercados globales. Mientras que la Eurozona intenta estimular su economía con tipos más bajos -además de gasto fiscal-, la Fed con su estrategia más restrictiva podría estar generando distorsiones en los mercados de capitales. Más aún con la visión desreguladora de EEUU sobre el sistema financiero, donde activos de elevado riesgo como las criptodivisas pueden tener un papel creciente y generar nuevos problemas, que podrían llegar a ser sistémicos si no hay una supervisión adecuada, algo que parece que no va a ocurrir. Por el lado europeo, las disputas geopolíticas con EEUU van a implicar un fuerte aumento en defensa y de otros gastos fiscales -como ya ha anunciado Alemania- y los mercados han reaccionado con subidas de la renta variable y encarecimiento de los bonos ante las perspectivas de mayor crecimiento económico pero también de mayores déficits de los gobiernos.

En este contexto, será clave cómo reaccionen gobiernos y autoridades monetarias. Si se mantienen los aranceles y la Fed retrasa demasiado la reducción de tipos, podría afectar y mucho al crecimiento en Estados Unidos (parece que ya se está notando), mientras que si el BCE continúa con recortes agresivos, podría debilitar aún más al euro y generar riesgos inflacionarios. Los riesgos, además, se agravan al faltar algo a escala internacional que, mal que bien, hasta ahora había jugado un papel positivo, como la capacidad de los gobiernos y los bancos centrales para coordinar sus políticas. Esa necesaria cooperación internacional está ahora, más que nunca, en entredicho. Para perjuicio probablemente de todos.

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