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Innovación abierta: cooperar para innovar

Observatorio empresarial

Destinar recursos al I+D+i no es aún una prioridad para muchas empresas españolas, aunque lo es más que hace unos años

Innovación abierta: cooperar para innovar

11 de enero 2025 - 03:59

Ninguna organización puede pretender tener todo el conocimiento que necesita” Esta frase, atribuida a Alan Lafley, CEO de la compañía P&G en la primera década de nuestro siglo, refleja la esencia de lo que conocemos como innovación abierta. La expresión fue acuñada en 2003 por Henry Chesbrough, entonces profesor de Harvard Business School, para hacer referencia al modelo de innovación seguido por compañías como CISCO o Procter and Gamble, en las que una gran parte de sus nuevos productos eran el resultado de adquirir conocimiento y tecnologías de fuentes externas (inventores, emprendedores, startups, etc.). Como contraposición, en el modelo cerrado son las actividades internas de I+D el activo estratégico para la innovación.

En realidad, con “innovación abierta” se daba nombre a un fenómeno que, en sí mismo, no era nuevo. Las empresas ya venían cooperando con otras organizaciones en el desarrollo de proyectos de innovación, adquiriendo o vendiendo tecnologías a otras empresas y, en general, intercambiando conocimiento con otras organizaciones para poder avanzar en sus actividades de innovación. Pero la propuesta de Chesbrough se producía en un momento en el que el nuevo paradigma de la dirección estratégica recomendaba que las empresas se concentraran en desarrollar sus core competencies y que establecieran alianzas con otras organizaciones para cubrir sus posibles carencias en otras competencias necesarias para sus proyectos de innovación. Las prácticas de outsourcing estaban cobrando una enorme relevancia e Internet irrumpía en nuestras vidas multiplicando exponencialmente las posibilidades de acceder a fuentes de conocimiento y tecnologías procedentes de cualquier parte del mundo. En ese escenario, responsables empresariales, consultores y académicos fuimos cautivados por esta nueva forma de entender el proceso de innovación según la cual, dado que ninguna empresa puede tener todo el conocimiento que necesita, debe encontrarlo fuera de sus límites organizativos e integrarlo en sus actividades de innovación. Dos décadas después de la publicación de Chesbrough, los grandes avances tecnológicos en áreas como la biotecnología, la inteligencia artificial, el big data y otras disciplinas disruptivas han generado un entorno aún más interconectado y complejo donde ninguna empresa, por más grande que sea, puede abarcar por completo todos los aspectos necesarios para innovar de manera eficiente.

La innovación abierta no es ciencia ficción. En la práctica se traduce en un gran número de actuaciones de las empresas en las que tienen lugar intercambios de conocimiento con el exterior (desde contratos de I+D hasta la creación de consorcios, pasando por licencias de patentes in y out). Una de las prácticas que han adquirido mayor protagonismo es la denominada colaboración corporate-startup, a través de la cual las empresas consolidadas (corporaciones) acceden a nuevas tecnologías y productos desarrollados por las startups, ya sea por la vía de diversas formas de colaboración, la inversión en el capital de la startup, o incluso su adquisición. Por el lado de la emprendedora, la colaboración le permite acelerar el acceso al mercado, al capital y otros recursos estratégicos para asegurar su crecimiento y supervivencia.

El Open Innovation Report 2023 (publicado por la empresa sopra-steria), que recoge información de cerca de 1.700 empresas (tanto corporaciones como startups) de diez países europeos, incluido España, confirma la tendencia seguida en Europa por un gran número de empresas que consiguen mejorar sus procesos de innovación a través de la colaboración con las startups. Estas organizaciones, mucho más pequeñas y ágiles que las corporaciones con las que cooperan, reúnen las condiciones para situarse en primera línea en el desarrollo de las tecnologías punta. De hecho, según el informe, la inteligencia artificial y la ciberseguridad se encuentran entre las áreas que, con mayor frecuencia, las corporaciones exploran en colaboración con las startups.

En España, las iniciativas diseñadas para fomentar la cooperación corporate-startup son innumerables. Wayra (Telefónica), Perseo (Iberdrola), BStartup (Banco Sabadell) o Lanzadera (Mercadona) se encuentran entre las más destacadas. En el ámbito de Andalucía, Al Andalus Innovation Venture (organizado por Octopus, ElReferente e Hyperion UPS, con un gran respaldo de instituciones públicas y privadas), Andalucía Open Future (Junta de Andalucía y Telefónica) y Generasur, la unidad de innovación de Cesur, son algunas de las iniciativas más relevantes. En este capítulo, no puede dejar de mencionarse Transfiere que, yendo más allá de la cooperación corporate-startup, busca conectar a todos los actores que pueden formar parte en los procesos de innovación abierta (grupos de investigación, spin-offs universitarias, startups, empresas y organismos intermedios de la innovación).

Pese al imperativo de la cooperación impuesto por los avances tecnológicos y a la gran cantidad de iniciativas que tratan de fomentar y articular la innovación abierta, cooperar para innovar no es aún una práctica extendida entre las empresas españolas. Según la última encuesta del INE sobre Innovación en las Empresas, en el período 2020-2022 sólo un 6,85% de las empresas cooperaron para realizar actividades innovadoras. Aunque se vislumbra una tendencia favorable (en la encuesta de 2018 ese porcentaje era del 4,71%), estamos aún lejos de lo que sería deseable si tenemos en cuenta que gran parte de las investigaciones demuestran que la cooperación con empresas y universidades mejora los resultados de las innovaciones y contribuye a que sean más disruptivas.

De hecho, a nivel de comunidades autónomas, los datos del INE reflejan que las tres comunidades autónomas con mayores porcentajes de empresas que cooperan para innovar (País Vasco con un 13,8%, Navarra con el 10,1% y Cataluña con el 8,18%) son también las que cuentan con las empresas más innovadoras, en términos de la “intensidad de la innovación”, que es el indicador ampliamente utilizado para medir el grado de innovación de las empresas (País Vasco con 1,83, Cataluña con 1,31 y Navarra con 1,11). En Andalucía queda aún trabajo por hacer: sólo un 4,02% de las empresas cooperan para innovar y la “intensidad de la innovación” promedio se sitúa en 0,51.

El papel de la universidad, como agente generador de conocimiento, debería ser clave en los procesos de innovación abierta. Aunque gran parte de las iniciativas mencionadas en este artículo ponen el foco en la cooperación corporate-startup, lo que denominamos “transferencia de conocimiento” como tercera misión de la universidad, es otra manera de nombrar los flujos de conocimiento que menciona

Chesbrough. El conocimiento generado por los grupos de investigación en disciplinas muy diversas puede contribuir a resolver problemas o carencias tecnológicas de las empresas en el desarrollo de nuevos productos. En la práctica, la eficacia de las colaboraciones universidad-empresa se ve lastrada por una variedad de obstáculos que van desde el nivel de madurez de las tecnologías generadas por la universidad que se encuentran en una fase temprana, hasta la escasez de personal científico en las empresas, pasando por problemas de coordinación y barreras culturales. A pesar de todo, parece que algunos acuerdos universidad-empresas consiguen superar los obstáculos: del 6,85% de empresas españolas que cooperaron para sus actividades de innovación, casi el 20% lo hicieron con universidades. Andalucía, con un 20,41%, se sitúa ligeramente por encima de la media nacional, aunque aún distante de algunas de las regiones líderes en innovación y cooperación (País Vasco con el 27,6% y Navarra con el 29,56%).

Por supuesto el éxito de la innovación abierta no está garantizado. La empresa debe contar con capacidades organizativas (para gestionar la cooperación con otras empresas e instituciones de naturaleza y cultura muy diversas) y capacidades de aprendizaje (para absorber e integrar el nuevo conocimiento proveniente del exterior). Aun así, las evidencias sobre los beneficios de la innovación abierta la convierten en un elemento clave para afrontar la complejidad y competitividad de los mercados, y adaptarse a los cambios tecnológicos disruptivos. En un mundo donde “ninguna organización puede pretender tener todo el conocimiento que necesita”, cooperar para innovar es la estrategia imprescindible para seguir avanzando.

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