El mercado de deuda echa un pulso al poder de Trump
Como toda arma de destrucción masiva, los bonos son difíciles de usar contra alguien sin perjudicarse a uno mismo y provocar efectos no deseados, pero una venta brusca de deuda por parte de China causaría un caos en EEUU
Un ejercicio de consuelo ante la agresividad de Estados Unidos es señalar sus debilidades, y quizás la más clara sea la inmensa deuda en bonos del Tesoro que salen al mercado; hace diez años eran 17,5 millones de millones de dólares y hoy 35,5, de los que 9 millones de millones están en manos extranjeras, algunas amigas y otras no tanto. China ha ido reduciendo sus posiciones desde un millón de millones de dólares, a menos de 800.000 millones; con este volumen, si no renueva a vencimiento y aunque sean cantidades relativamente pequeñas, mueve el mercado, y si vende bruscamente provocaría una subida inusitada de tipos y pérdida de valor de esta deuda. Como toda arma de destrucción masiva, los bonos son difíciles de usar contra alguien sin perjudicarse a uno mismo y provocar efectos no deseados; en Europa hay más de dos millones de millones de esos bonos del Tesoro, y haría daño, pero en Estados Unidos sería el caos. Más aún, 4,7 millones de millones están en la Reserva Federal norteamericana, que se financia con reservas bancarias, y necesita cierta estabilidad para proporcionar adecuadamente liquidez al mercado; y 2,4 los tiene la seguridad social y otros departamentos, cuyo sistema de pagos se ha visto desquiciado por las irresponsables intervenciones del presidente del país y sus a latere.
La cuestión de fondo es la dimensión de la deuda pública norteamericana y la gestión que se está haciendo por el nuevo gobierno norteamericano. El propio presidente ha insinuado que en realidad la deuda del país “podría no ser tan alta”, aprobando el Congreso una ampliación presupuestaria de unos 350.000 millones, y llevando el déficit con respecto al producto al 6,8% (la referencia de Alemania es el 2,4% y España 3,1%). La cuestión de la deuda es que o bien se reduce el gasto, el cual está comprometido principalmente en seguridad social, salud y defensa, ofreciendo un margen relativo los recortes que se quieren hacer; o se aumentan los impuestos, lo que es tabú para los republicanos, comprometidos en reducirlos. En sí la deuda no es necesariamente un problema, sino cómo se maneja el déficit, pues no se pueden sacar a la vez dos conejos de una chistera: reducir insuficientemente el gasto y bajar impuestos; la deuda se seguirá vendiendo, pero a un coste alto y, de hecho, ya el servicio de la deuda iguala en Estados Unidos el gasto total en defensa.
En consecuencia, el tira y afloja sobre el tipo de interés, muestra cómo una discreta retirada de los inversores, analizada por R. Ahmed de la Oficina de Cambios, y A. Rebucci de la Johns Hopkins, manda el bono del Tesoro a 10 años, que antes de las elecciones estaba en un 3,6%, hasta el 4,6% y no baja del 4,25% (la referencia de Alemania es el 2,4% y España un 3,1%). Además, la subida reciente de los precios al consumo en Estados Unidos y expectativas de inflación pausa la bajada del tipo de interés por la Reserva Federal, reforzando en los plazos cortos de la curva de tipos lo que es ya un fenómeno de tipos altos en plazos largos, que son los que allí importan. Scott Bessent, Secretario del Tesoro ha dicho que no están enfocados en sí la Reserva Federal baja tipos, sino en el bono a 10 años (referencia de las hipotecas en Estados Unidos) que es el tipo -dice- de la formación de capital a largo plazo; esto lleva a que el mercado de vivienda norteamericano esté estancado por la severidad de tipos hipotecarios tan elevados. Y ojo con los más de 2 millones de millones en títulos de deuda hipotecaria que tiene la Reserva Federal en su balance, que ha de ir retirando lentamente porque si no haría subir aún más los tipos de mercado, y que sin duda es un lastre para su libertad de movimientos y política de liquidez.
Estos días se cita con frecuencia a James Carville cuando era jefe de estrategia de Bill Clinton, que, ante los elevados tipos de interés, dijo que siempre había pensado que cuando muriera le gustaría reencarnarse en el presidente de Estados Unidos, el papa, o un famoso jugador de beisbol, pero visto lo visto le gustaría volver como el mercado de bonos para poder intimidar a todo el mundo. Alan Blinder, de Princeton, autor de Una historia monetaria y fiscal de Estados Unidos, que fue asesor económico de Clinton y vicepresidente de la Reserva Federal, expone con la claridad de su conocimiento y experiencia, que si el mercado de bonos confía en la política económica, aumentará la demanda de deuda y subirá el precio, que se mueve en sentido contrario al tipo de interés, bajará el coste y se beneficiará la economía; en su momento Clinton con su equipo redujo algo el déficit y se mantuvo firme con los impuestos, dando lugar a un rally en el mercado de bonos que dio un impulso sustancial a la economía. Ahora, sin embargo, aumenta la desconfianza hacia quienes manejan ese país, su economía y sus instituciones, inquietando a inversores que consideraban los bonos como los cimientos del sistema financiero internacional, liquidez, referencia de precios, y colateral para préstamos; y en estos momentos vigilan con aprehensión la deuda pública y privada de Estados Unidos, preparados para buscar refugio en los mercados más estables de Europa o Asia. Es verdad que hay pocas alternativas al bono del Tesoro en dólares para mantener liquidez, y no es probable que ocurra un drama en los próximos meses, pero nada es eterno y un agravamiento del déficit, inflación, tipos altos, percepción de que la Reserva Federal se pliega al gobierno y descrédito de la misma, bloqueo de pagos en un Congreso donde se pierda en dos años la mayoría, podría hacer que apareciera no el fantasma de Carville que a los 80 tiene todavía vida por delante, sino el monstruo del mercado de bonos devorando a sus propios hijos, que tan mal gestionaron la economía y la deuda.
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