Políticas competitivas para la UE
A mediados de la década de los noventa, en un artículo ampliamente citado, el Premio Nobel Paul Krugman, advertía de la peligrosa obsesión por la convergencia de países relativamente atrasados con los de mayor renta por habitante, en lugar de centrarse en el crecimiento de la productividad, que beneficia a todos los países, frente a la convergencia que, en parte, canibaliza la renta de los más ricos.
Una de las consecuencias de la crisis de la deuda soberana, fue la política llevada a cabo por todos los países de reducción de costes laborales y una política fiscal procíclica, generando una contracción de la demanda interna de la UE. Fue llamada austericidio.
Adicionalmente, como consecuencia de un aumento de la competencia y de la globalización, los países europeos veían de manera creciente a sus competidores como rivales que operaban en sectores estratégicos como energía, telecomunicaciones o defensa. El hecho de mirarnos a nosotros mismos se manifiesta en la escasa o nula atención al saldo comercial positivo que la UE presenta con el resto del mundo.
Durante muchos años, los países de la OCDE han seguido reglas y normas en sus relaciones comerciales exteriores que ordenaban las relaciones económicas. La crisis del 2008 y las más recientes turbulencias provocadas por la pandemia, han hecho saltar por los aires esos compromisos, empezando por Alemania y Francia. Numerosos países están aplicando políticas activas que contribuyan a mejorar la competitividad, especialmente en sectores industriales y de servicios avanzados claves.
China está llevando a cabo una activa política industrial para apropiarse de eslabones clave de las cadenas de valor en sectores como el medio ambiente y la digitalización. También EEUU está activamente ayudando a la inversión industrial, tanto de empresas de aquel país como de empresas europeas y asiáticas para instalarse en su suelo. Las materias primas clave asociadas a esos sectores están, igualmente, provocando una carrera para garantizar su suministro. Además, las normas regulatorias de la UE suelen ser más estrictas que en otras áreas, generando unas desventajas en costes. En muchos casos, esas empresas instaladas fuera de la UE reciben subvenciones de sus gobiernos a gran escala.
Carecemos en la UE de una estrategia industrial que propicie acometer grandes proyectos tecnológicos y que impulsen tanto a grandes empresas como a la creación de nuevas. De las 50 empresas tecnológicas más valiosas, solo 4 son europeas. El dominio de EEUU es abrumador.
Muchas de las nuevas tecnologías necesitan inputs que se producen fuera de nuestras fronteras. Sin una actuación coordinada, el apoyo a esas tecnologías aumentará nuestra dependencia de otros países y otras empresas. La cadena de valor se traslada fuera.
Las normas con que contamos, pertenecen al mundo de antes. Antes de la pandemia, Ucrania o Gaza. Necesitamos un cambio radical. Visto con amplitud, es necesaria una transformación en profundidad de la economía europea. Sistemas energéticos descarbonizados, un sector de Defensa mucho más integrado, fabricación dentro de las fronteras de la UE de los elementos de las cadenas de valor más innovadores y de crecimiento más rápido, especialmente en el área de tecnologías digitales.
La diversidad de tecnologías críticas que demandan apoyo de los gobiernos requieren políticas específicas para que tengan éxito. Esas política deben conducir a una mayor escala de producción. Frente a las empresas de EEUU y China, demasiadas empresas europeas tienen como horizonte de mercado sus propios mercados nacionales europeos. En EEUU las cinco mayores empresas de Defensa dominan el 80% del mercado mientras que solo captan el 45% las empresas europeas equivalentes. Las compras conjuntas llevadas a cabo por empresas solo representan el 20% en la UE.
Las telecomunicaciones es otro sector en donde la falta de escala se pone en evidencia. En la UE hay 450 millones de consumidores, pero la inversión per cápita es la mitad que en EEUU. Excepto en el caso de España, líder en Europa en fibra óptica y red 5G+, el resto de países presentan un atraso considerable.
Existen 34 compañías móviles. La mayoría solo operan en sus respectivos mercados nacionales. EEUU cuenta solo con tres y China con cuatro.
Hay otras razones para que los países y empresas colaboren. Si no tienen tamaño suficiente, la colaboración es imprescindible. Las redes eléctricas interconectadas es un ejemplo. Hay que dejar a un lado cuestiones nacionales.
Identificados estos elementos, es necesario dotar de financiación para que esos grandes proyectos puedan materializarse.
La aparición de nuevas tecnologías que combaten el cambio climático y que utilizan inputs que se encuentran fuera de las fronteras de la UE, exige una acción coordinada de gobiernos y empresas para reducir la dependencia fuera de nuestras fronteras, especialmente de países en los que no confiamos. La ley de materias primas críticas aprobada en la UE necesita de acciones concretas que permitan avanzar.
La capacitación de la mano de obra se está convirtiendo en una restricción insalvable para poder avanzar en el conjunto de iniciativas. La acción de gobiernos, sindicatos y empresas resulta crítica.
La complejidad de los asuntos a tratar exige una imprescindible colaboración entre los países de la UE. Si continuamos considerándonos dentro de la UE como enemigos, los verdaderos enemigos tendrán asegurada su victoria en todas la áreas científicas y tecnológicas que representan hoy progreso, empleo y bienestar.
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