Luis Delgado del Valle

La sostenibilidad como eje político

BlackRock aumentó su beneficio un 16% en 2024, hasta 6.369 millones de dólares / Efe

05 de febrero 2025 - 17:08

Hace unos días se anunciaba que BlackRock,el fondo de inversión más grande del mundo, ha decidido retirarse voluntariamente del programa Net Zero Asset Managers (NZAM), una iniciativa respaldada por la ONU que busca alcanzar cero emisiones de carbono antes de 2050.

Aparentemente, la empresa ha sido criticada por políticos republicanos en Estados Unidos. Fue mencionada en una demanda presentada por el estado de Texas, que alega violaciones a las leyes antimonopolio debido a la adopción de estrategias climáticas que restringen la producción de carbón. Y miembros del partido de Donald Trump la acusan de impulsar políticas que consideran “woke”. El término se utiliza de forma despectiva por los republicanos y se refiere a la adopción acrítica y simplista de causas consideradas de izquierda como el racismo, la igualdad de género y el cambio climático. Es esa consideración en este contexto de la que parte esta reflexión.

Tras la Revolución Francesa, durante las sesiones de la Asamblea Nacional Constituyente, las diversas facciones se ubicaban en el recinto según sus ideales. Desde la perspectiva del presidente, situado al frente de la Asamblea, la aristocracia ocupaba los asientos a la derecha (considerados tradicionalmente como lugar de honor), mientras que los plebeyos se sentaban a la izquierda. De ahí derivan los términos derecha e izquierda política. Sin embargo, gran parte de los acontecimientos políticos que han surgido en los últimos dos siglos no encaja en la línea unidimensional izquierda-derecha.

Hans J. Eysenck fue el primero en presentar un sistema basado en dos ejes, en su libro de mediados de los 60 Sense and Nonsense in Psychology. El autor alemán, con la perspectiva de los acontecimientos del s. XX que incluyen las dos guerras mundiales y la URSS, incluye un eje de corte social autoritario-libertario. Esta eje, que parametriza de algún modo el control estatal sobre los individuos, se añade al tradicional eje económico izquierda-derecha, también llamado socialista-capitalista.

Quisiera hacer dos puntualizaciones. Una, que esta dimensión deben entenderse de modo continuo, no como absolutos en los que la única clasificación posible se limita a los extremos. De ese modo cada individuo, ideología o partído político podría intentar ubicarse en un punto de ese plano. La segunda es que estos modos conceptuales de describir el espectro político son simplificaciones de una realidad mucho más compleja.

Los acentos de esa complejidad varían con el discurrir de la Historia, como muestra la apertura bidimensional de Eysenck. El momento actual justifica la consideración de un tercer eje que considere el profundo impacto de la humanidad en los sistemas del planeta Tierra. En esa línea, el término “Antropoceno” se considera cada vez más el adecuado para describir la época en la que vivimos, cuyo inicio Paul J. Crutzen y Eugene F. Stoermer establecen a finales del s. XVIII.

Un serio intento de incluir esta dimensión en el espectro político es de Florent Marcellesi, que propone el tercer eje, en principio independiente, productivismo-antiproductivismo. El antiproductivismo no se entiende como el rechazo de la producción o de la productividad, sino como una desvincualación de la producción material a la riqueza, alertando de un proceso de producción basado en suprimir los presupuestos de su misma existencia.

Quizá por no haber transmitido con suficiente claridad el mensaje, seguramente por haberlo entendendido desde unas categorías inadecuadas, puede que por una apropiación socialista del discurso ecologista y también por un posicionamiento de parte del movimiento ecologista contra las políticas capitalistas, ha habido reacciones contrarias de este sector. Está de actualidad la calificación “woke” en Estados Unidos del ecologismo, pero antes y mucho más cerca ya dijo Manuel Fraga que “estos verdes son muy rojos”.

Quizá la categoría de “sostenibilidad” sea de ayuda en la comprensión de la independencia de estos ejes en el espacio que estamos describiendo. La definición adoptada por la ONU a partir del Informe Brundtland de 1987 entiende el desarrollo sostenible como aquel que satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer las suyas. El espectro que cabe en esta definición es muy amplio según las motivaciones y los matices que se quieran subrayar. Ahí caben desde un fondo de inversiones norteamericano hasta la constitución de Ecuador, que vincula la sostenibilidad al Buen Vivir. Este concepto tiene sus raíces en las cosmovisiones de los pueblos indígenas de América Latina, y aboga por una vida en armonía con la naturaleza, promoviendo el bienestar colectivo y el equilibrio entre los seres humanos y su entorno.

Más alejados de esta visión mística, BlackRock pone en el centro la sostenibilidad porque entienden que es el mejor modo de gestionar el dinero de sus clientes. Larry Flink, su CEO, lleva años declarando que buscan un capitalismo más sostenible e inclusivo, pero que su enfoque en la sostenibilidad no se debe a unas convicciones medioambientales, sino porque entienden que es la mejor forma de gestionar los bienes que sus clientes les han confiado. Las carteras que integran aspectos de sostenibilidad pueden proporcionar mejores rendimientos ajustados al riesgo para los inversores.

Consecuencias

Que BlackRock, J.P. Morgan, Citi o Bank of America hayan decidido abandonar la iniciativa NZAM no es una buena noticia. Representa un retroceso en los esfuerzos globales para combatir el cambio climático. Esta iniciativa se centra en alcanzar cero emisiones netas para 2050, y la salida de estas grandes instituciones financieras puede debilitar los objetivos y compromisos necesarios para mitigar el impacto ambiental, lo que previsiblemente desacelerará el progreso hacia una economía más sostenible y responsable. La decisión de estas empresas parece estar influenciada por presiones políticas. En el caso de la demanda contra BlackRock que alega violaciones a las leyes antimonopolio hay de nuevo una aparente confusión de ejes. En este caso no se vincula el antiproductivismo, utilizando el eje de Marcellesi, con el socialismo (se abanderan los derechos de la clase trabajadora) sino con el autoritarismo.

Sería oportuno seguir trabajando en una formulación del eje Sostenibilidad en el espectro político que reclame su autenticidad. Esto, por ejemplo, ayudaría a los negacionistas que en muchas ocasiones no niegan el problema ecológico en sí, sino la ideología que lo lleva de la mano, sea autoritarismo, comunismo o capitalismo. También sería beneficioso para construir un consenso más amplio y efectivo en torno a las políticas correspondientes. El objetivo no es diluir su importancia, sino fortalecer su aceptación, con un relato propio, identificando los extremos de un eje que pueda interpelar a diferentes sectores de la sociedad, y dé pie a propuestas diferentes para afrontar los retos que tenemos por delante.

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