Vivir más (y mejor)
El filósofo Friedrich Nietzsche defendía que “aquel que tiene un porqué para vivir puede soportar cualquier cosa”, una afirmación que ahora se ha confirmado científicamente. Los investigadores del Instituto Karolinska de Suecia han demostrado que las personas con hijos viven 2,5 años más que los que no los tienen. Resulta que la ilusión por los hijos -y los nietos- actúa como una poderosa medicina.
Un segundo estudio, de la Universidad de Harvard, da un paso más y confirma que aquellos que tienen objetivos vitales no solo viven más, sino que viven mejor, mientras un tercer trabajo sostiene que mantener vivos estos objetivos “reduce el riesgo de enfermedad, mejora el sueño, el sexo y disminuye el riesgo de depresión y dolencias cardíacas”. Son confirmaciones de lo que probablemente todos intuimos.
Pero ¿es posible que nuestra mente tenga tal poder? Sí y no. En realidad, cuando se tiene un “porqué para vivir”, que pueden ser descendientes, pero también un proyecto personal como un viaje o unos estudios, nos cuidamos más, hacemos más ejercicio y comemos más sano. En definitiva, sin ser conscientes, nos preparamos físicamente para una jubilación más larga y, sobre todo, más activa. Con claros resultados, pues un niño nacido en España en 2023 puede vivir 84 años, los más longevos de la UE, según Eurostat.
Queda demostrado que una actitud positiva genera una jubilación más larga y en mejores condiciones. Algo que ha calado en el subconsciente colectivo. El Banco de España constata un incremento del ahorro en los últimos años que los expertos achacan a la conciencia de que las jubilaciones serán más largas y hay que generar un colchón. Pero, también en finanzas, no solo debemos pensar en la jubilación como un cajón genérico sino en cuáles son los objetivos que tenemos para esa etapa para poder gestionar nuestro patrimonio en función de ello.
A diferencia de nuestros vecinos comunitarios, en España nos limitamos a guardar el dinero sin planificar cómo gestionarlo. Una mayoría lo tiene en cuentas corrientes, depósitos o deuda pública escasamente remunerados, seguramente algo insuficiente para cumplir con nuestras expectativas llegado el momento y sobre todo perdiendo valor con el paso de los años. Por ello no basta con ahorrar, sino que debemos tener en cuenta algunas pautas básicas cuando pensemos en el largo plazo.
En primer lugar, tenemos que establecer objetivos concretos para buscar cuáles son las mejores herramientas para gestionar nuestro ahorro, diversificándolo por plazo, países, sectores, tipos de activos, divisas, tipos de economías, etc. En segundo lugar, definir y empezar a trabajar en esos objetivos para la etapa de la jubilación cuanto antes; solo así podremos buscar una mayor rentabilidad para nuestras inversiones, gracias al interés compuesto. Este es uno de los puntos más difíciles, pero de poco sirve pensar en la jubilación cuando ya nos queda poco para llegar a ella y no tenemos margen de maniobra. Y, por último, apoyarnos en un asesor financiero que nos acompañe en el camino y nos ayude a planificar la mejor forma de poder disfrutar de esos motivos para vivir más (y mejor).
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