El poder de la inteligencia emocional
Orientación familiar
La especialista Juana Garrucho propone esta disciplina como método preventivo para aprender a gestionar y
dominar las emociones personales
Las dudas e incertidumbres a las que se enfrentan los padres son infinitas. La personalidad de un niño se conforma en los primeros siete años de vida, así como sus miedos, sus ilusiones y sus proyectos. Es por ello que esta etapa es la base en la que se asientan los problemas que, posteriormente, se apreciarán en la madurez. Durante estos años el menor pasa la mayor parte de su tiempo en la escuela, por lo que la comunicación entre padres, profesores y orientadores es crucial para esta etapa de crecimiento.
La psicóloga especialista en terapia del lenguaje Juana Garrucho, que ostenta años de experiencia en el trabajo con menores, ratifica la importancia de que “familias y tutores estén permanentemente en contacto”, ya que de esa forma sería mucho más fácil detectar un problema y solventarlo.
Esta profesional apela a la inteligencia emocional como método preventivo para aprender a gestionar las emociones. Ella describe esta disciplina como la armonización entre lo que se piensa, lo que se siente y cómo se actúa, considerando que si los menores supieran gestionar sus sentimientos, sería mucho más fácil corregir las conductas disruptivas entre ellos. Además, esta materia ayuda a desligarse de creencias ajenas e impuestas, ya que facilita al sujeto “tener conciencia de que se es libre y de tomar decisiones propias”.
Para que la inteligencia emocional llegue a todos, Garrucho propone que los idóneo sería unos cursos en los que sean los propios docentes los que se formen en esta materia yo tomen conciencia de “hacer y ser inteligencia emocional” para así poder impartir las actividades como parte de la rutina escolar, y que las familias también participen en talleres en el que aprendan cómo ayudar a sus hijos a controlar sus emociones, así como saber pactar con los menores y llegar a acuerdos.
“Los padres son una fuente muy importante en el proceso evolutivo, y no deben crear expectativas en los menores”, asegura la psicóloga. Deben dejar que sus hijos evolucionen y crezcan conforme sus aspiraciones, teniendo siempre presente que no tienen porqué hacer aquello que sus padres no pudieron hacer en su momento. Al hilo de lo expuesto, la psicóloga afirma que algún momento de nuestra vida “todos somos diversos funcionales”, queriendo explicar que nadie sabe hacer de todo, y cualquier persona presenta mayores dificultades a la hora de enfrentarse a materias que no domina, por lo que la forma correcta de tratar a un menor ante, por ejemplo, un mal resultado académico, no es reprimiendo al pequeño por la nota, sino hablando y haciéndole entender que no debe frustarse ni compararse con sus compañeros, ya que, seguramente, él sea mejor en otras materias en las que le es más fácil desenvolverse.
La admiración incondicional, tanto de profesores a alumnos como de padres a hijos, es muy importante para el correcto desarrollo del menor, según argumenta la experta. “Hay que ser riguroso, por supuesto, pero también más receptivo, teniendo en cuenta que todo lo que se hace y se dice tiene repercusiones en el pequeño. Los padres deberían disfrutar de la decisión de ser padres sin miedo a errar, y entender que los niños también se equivocan”, reflexiona Garrucho.
“Rigor, amor y comunicación” son las tres claves que esta psicóloga especialista en terapia del lenguaje aconseja tanto a padres como a docentes para saber entender las necesidades de los menores a su cargo, y así ayudarles en su crecimiento personal e intelectual.
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