Tesorillo, la corta primavera de la anarquía
Batallas electorales
El pueblo estrena independencia, vota alcalde y por primera vez en su historia no pertenece a nadie
Es el municipio más joven de Andalucía. Su independencia no tiene un año. Se desvinculó de Jimena, el pueblo que tiene a 30 kilómetros, aunque la última de sus calles acaba a menos de 50 metros de donde empieza Secadero, la pedanía de Casares (Málaga) a donde se puede ir a pedir la sal a un vecino si el Guadiaro no se ha desbordado. A Jimena no. Hazte 30 kilómetros para pedir sal, pero sí que había que hacerlos para ir a la oficina del paro.
Desde que el pasado otoño se desvinculó de Jimena, Tesorillo, célebre por las naranjas que ahora se venden a diez céntimos el kilo, es oficialmente un pueblo sin PGOU, sin un ayuntamiento que merezca ese nombre, con media docena de administrativos y, sobre todo, sin un policía local. “Desde que no tenemos policía local hay menos delitos que nunca y hacemos con los coches lo que queremos y aparcamos sin que nadie nos ponga una multa. Es magnífico. Así que eso no está tan mal”, me dicen en un increíble bar australiano que en su día montó la cerveza Forster y que está decorado con tiburones y cocodrilos, ambos animales emblemáticos de la zona. “Se fue la Forster y así se quedó”, me explica el propietario para justificar tan exótica y encantadora rareza. Cuelga del techo una bandera australiana.
En conversación con un lugareño en la plaza principal, que saborea una Cruzcampo de lata, me da la impresión de que no hay ningún interés en que nada cambie. Están bien sin Jimena, con quien se miran regular aunque reconcoen que han cumplido lo justo, “todo lo que se puede cumplir estando a 30 kilómetros”, pero no parece que ahora estén tan mal. “Aún no somos independientes”. “Sí, hombre, son independientes. Van a votar a su alcalde”. “No, porque debemos ahí un dinero”. “Bueno, le deben dinero al abogado que les ha hecho el expediente, la minuta, pero independientes sí que son”. “Yo le digo mi opinión, a lo mejor si pregunta a otro tiene otra”.
Juan Quirós es un hombre relevante en el pueblo en el sentido de que, habiendo sido transportista de naranjas, que llevaba las cajas a Cádiz, fue de niño aguador en el campo, trabajó el arroz, también la naranja. Es un tesorillero de arriba a abajo. Él nos explica la historia en la parroquia, que, nos cuenta, ahora tiene un párroco polaco, “aunque antes tuvimos un rumano al que no se le entendía nada”.
Por supuesto, la iglesia está dedicada a San Martín, que la corona en una hornacina montado a caballo. También hay una figurilla dentro dedicada a San Judas Tadeo con un hacha, pero en el pueblo no saben que es San Judas Tadeo.
En la iglesia antigua hay ahora una oficina bancaria y allí, en la oficina bancaria, está enterrado Martín, el hijo de la familia Larios que es origen del pueblo. Porque El Tesorillo siempre fue de alguien. La fundación es ésa, una casa señorial de la familia Larios que hoy está casi en ruinas. Los Larios dividieron sus posesiones. El término se delimitó por “las correrías de la Guardia Civil”. Su recorrido en tiempos lo marcaban las fincas de El Esparragal, la Cañada del Almendro o la Cólera. Así se pintó lo que hoy es el término municipal.
La cuestión es que, de los hijos de Larios, ElTesorillo le tocó a Martín y de ahí lo de San Martín y el santo a caballo. Los descendientes vendieron El Tesorillo a otra familia y ésa a otra familia rica. Después de la guerra, se la vendieron a un consorcio valenciano que se dedicó al arroz. Cuando el arroz se hundió llegó la naranja, también valenciana. Y cuando el pueblo ya no era de nadie, fue de Jimena y casi todos los valencianos se fueron.
Le pregunto a Juan si por eso de los valencianos es que me han dicho que es el que mejor hace las paellas de toda la comarca, unas paellas inmensas. “No, no es por eso. Aprendí yo solo. Está mal decirlo, pero le cojo un punto al arroz que no le coge nadie”.
Lo cierto es que lo de las naranjas, parece, cada vez funciona menos. En eso coinciden todos. “Se está quedando la naranja en los árboles porque cuesta más recogerla que dejarla. Traen las naranjas de Sudáfrica y de Marruecos” , me cuentan en el bar australiano, donde está Mateo, contento porque le acaban de colocar el sexto molino de energía eólica en su finca, que mide 85 metros de altura y 50 de pala. El molino, no la finca.
Pero hay un plan C. “¿No hay arroz? ¿No hay naranjas? Ahora el aguacate”. Así es. El joven Juan de Dios Pérez, tercera generación de vendedores de frrutas y hortalizas de Conil, los Pérez Zara, ha plantado campos de aguacates, aunque se reconoce que no es el campo el sector del que depende el empleo del nuevo municipio. “Aquí trabaja mucha gente de Jimena y de Castellar. El Tesorillo ha dado empleo a toda la comarca”.
Porque el filón de empleo es Sotogrande, a unos pocos kilómetros. Los de El Tesorillo siempre se pegaron a la gente rica. “Aquí hay un campo de polo que es de la máxima accionista de Ballentines y hace poco estuvieron en secreto los hijos del príncipe de Gales y Lady Di”.
Con ese caché, El Tesorillo, que se confiesa carnavalero y muy gaditano, pese a no ser malagueño por un pelo y por sus orígenes, digiere esta independencia que le ha llevado años conseguir. Los candidatos cuelgan de la plaza principal, tres contendientes. Entonces la junta gestora será ayuntamiento y los tres candidatos prometen que convocarán plazas de policías. “Pero vamos, que no hacen falta”.
El PP no ganará, pero quizá decida
Es una curiosa situación la que se plantea en la contienda electoral de El Tesorillo y casi todos lo vecinos coinciden. O Izquierda Unida o el PSOE ganarán las elecciones, pero será “María José la que decida la primera alcaldía del pueblo”. María José es María José Pro, la candidata del PP. Hablo un rato con ella y explica que es conveniente votarla “porque yo soy quien tiene a la Junta detrás. La construcción de la nueva carretera y muchos otros servicios dependen de la Junta y yo tengo hilo directo”. Sin embargo, los suyos, cuando son optimistas, calculan que sacarán como mucho cuatro de los once concejales. En ese escenario será el PP quien decida con su pulgar hacia arriba o hacia abajo si el alcalde será el actual presidente de la junta gestora, Jesús Fernández, de Izquierda Unida, o su rival del PSOE, Jesús Solís, cargo intermedio de Diputación y miembro de la ejecutiva provincial socialista. “¿Y no sería más lógico que se aliaran los dos de izquierdas?”, pregunto ingenuo. Mis contertulios se ríen: “Jaja, eso es imposible, se llevan a matar”. Solís me lo desmiente: “No, hombre, nos llevamos bien, lo que pasa es que en campaña los discursos se agrian un poco”. Solís también cuenta con el aparato de Diputación, pero Fernández, que no tiene nadie detrás, ha conseguido en estos años, me explican, que le deban unos cuantos favores. Y, me insisten, el PP decidirá. “O lo mismo la alcaldesa soy yo”, sonríe María José como con un guiño de malicia.
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