El parqué
Álvaro Romero
Tono alcista
Batalla electoral
Algar/El Maresme es una comarca situada en la provincia de Barcelona, entre el río Tordera y la villa de Montgat, donde viven más algareños que en el propio pueblo de Algar. Emigraron en busca una oportunidad y allí prosperaron y se afianzaron. Los de aquí, los que se quedaron, los añoran, porque el municipio serrano ha envejecido de tanta soledad. En sus calles no se escucha el jolgorio de los niños detrás de una pelota, ni el trasiego de una mañana ajetreada de compras. En Algar hay silencio a plena luz del día. En la calle Real, arteria principal de la localidad, pocos bares, algunas mesas y muchos (bastantes) carteles de ‘se vende’ decoran un paisaje que pide a gritos que lo llenen de vida.
“Los jóvenes no están aquí. O se han marchado fuera, al norte, o se han ido a Ubrique a trabajar la piel. Algunos vuelven en verano; otros, los fines de semana, pero aquí no paran y eso se nota”, dice Pepe, de 79 años, frente al único colegio electoral de Algar, alojado en el Centro de Fomento y compuesto únicamente por dos mesas. Preguntado por su intención de voto, Pepe no se posiciona claramente pero advierte: “Votaré lo que sea mejor para los jóvenes para que así puedan permanecer aquí y labrarse un futuro en su tierra”.
En el Bar Manolito, Miguel, funcionario del Ayuntamiento ya jubilado, lanza sus críticas en la misma dirección que su vecino Pepe. “Hay muchas casas vacías porque la gente joven vive fuera. También es verdad que muchos algareños vuelven al pueblo una vez jubilados y se asientan de nuevo aquí”. Estas estimaciones arrojan un saldo de población en el que los mayores de 65 años sostienen la economía local con sus pensiones. Gastan, sí, pero no producen, no generan.
Al otro lado de la barra, Manolo, el dueño del bar, está atento a la cháchara y se une a ella mientras no deja de poner cafés. “En verano también retornan algunos vecinos y si a eso sumamos que el turismo mueve un poco la cosa...”, comenta con un cierto tono de esperanza que le dura poco. “Sin embargo, mira lo del Tajo del Águila, ahí está, cerrado a cal y canto”, sentencia.
Y es que Algar estaba llamado a ser un referente del turismo de interior en la provincia de Cádiz gracias al complejo del Tajo del Águila. Ubicado entre la Sierra de Grazalema y el Parque Natural de los Alcornocales, es una joya de la naturaleza, un auténtico caramelo para los amantes del medio natural. Casas rurales, bungalows, albergues y parcelas para caravanas alrededor de un precioso lago con embarcaderos para piraguas, canoas y barcos de recreo. Todos estos atractivos languidecen y mueren un poco cada día porque el emplazamiento turístico que en su día albergó competiciones deportivas de primer nivel está cerrado desde hace cinco años. Problemas con la concesionaria que se hizo con el complejo en una subasta pública, la subrogación a otra entidad que no pagó los cánones de explotación y un enmarañamiento del asunto en los tribunales dieron con la puerta en la cara al futuro de Algar, que podría vivir boyante y perfectamente del turismo rural y, sin embargo, apenas lo roza a pesar de tenerlo delante de sus narices.
Cuenta Manuel Garrido, el enfermero que fue el alcalde de Algar por el PSOE durante 20 años y que ahora, después de 16 años retirado, vuelve a pujar por el bastón de mando en los próximos comicios municipales, que adquirió el Balconcillo (como se conocía antes al Tajo del Águila) en el año 1992 por 14 millones de las antiguas pesetas y que formalizó la compra-venta del complejo con la familia entonces propietaria en una servilleta.
Quizás en aquella época ya el primer edil vio que el futuro de Algar estaba ahí escrito, en una servilleta. Lo vio él y lo vieron los regidores que vinieron detrás. La llave que abría la puerta a que los jóvenes algareños pudieran ganarse la vida en su localidad. Pero el Tajo echó el cerrojazo y con él, las esperanzas de muchos.
“Como estamos en elecciones, todos los candidatos dicen que van a abrir el Tajo. Claro... Ahora...”, dice con sorna un vecino. “Le daba mucha vida al pueblo, por eso hay que retomar el proyecto. Y también hay que montar fábricas, que los algareños no se desplacen hasta Ubrique para hacer monederos, que los confeccionen aquí”, propone. “Algar está fatal, de mal en peor. Necesita trabajo”, señala con pesar.
Este mismo vecino aprovecha y da un repaso también al actual alcalde, José Carlos Sánchez, del PP, y al candidato del PSOE, Manuel Garrido. “Fíjate qué curioso, tú ves al alcalde por la calle y así, de aspecto, parece que es del PSOE. Será porque es panadero. Y sin embargo Garrido, por su empaque, parece que es el del PP”.
En transcurso de este paseo por la céntrica calle Real, alcanzamos la que hasta principios de año era la carnicería Leo, un establecimiento que tras 28 años de servicio en la localidad serrana, echó la baraja porque la subida de precios de las materias primas y el alto coste de la tarifa de la luz impidieron a su dueño hacer frente al pago de las facturas.
Misma (mala) suerte corrió el bar de Pepe, y eso que los vecinos de Algar se volcaron con él en un gesto de solidaridad. A través de productos donados por otros establecimientos o particulares, un grupo de personas los rifó para poder ayudar a este hombre, que llevaba 30 años en la hostelería y que se vio abocado a chapar el bar porque no pudo pagar los 7.000 euros de recibos de luz que se le acumulan desde que este suministro experimentó un subidón.
“Antes había por lo menos veinte bares en la localidad. Y ahora, ¿cuántos quedan?, ¿siete?, ¿ocho?”, se pregunta una clienta de la carnicería Brenda, que abrió hace tres meses en el mismo local donde se ubicaba la de Leo. “Es tremendo cómo ha decaído el pueblo”, se lamenta mientras el carnicero le corta los filetes que se va llevar. “Es como si estuviese maldito”, comparte otro cliente que hace la cola para comprar.
El clamor de los habitantes de Algar es prácticamente unánime. Reclaman trabajo, empresas y juventud. Exigen la reapertura de su Tajo para que les traiga, precisamente, tajo. Piden fábricas y promoción. Que entren los de fuera a gastar y que los de dentro prosperen sin emigrar.
El próximo 28 de mayo las urnas desvelarán si este municipio avanzará los próximos cuatro años de la mano de José Carlos Sánchez, actual alcalde popular, panadero de profesión y aplaudido y reconocido incluso por parte de miembros de la formación rival más directa, el PSOE.
Opuede que tras el recuento de votos Algar decida darle una nueva oportunidad a Manuel Garrido, el que fue su primer edil durante dos décadas y que convirtió a la localidad en un bastión del socialismo en la comarca serrana.
Incluso podría ocurrir que, en un hartazgo de bipartidismo, el pueblo deposite su papeleta en un histórico de Izquierda Unida, Mario Venegas.
Dentro de tres domingos, los algareños hablarán. Por ahora, lo han hecho en estas líneas y lo han dejado claro: Algar quiere existir, quiere ser y quiere estar.
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