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El magnetismo del líder Kichi

Elecciones municipales Cádiz | Adelante Cádiz

El candidato de Adelante Cádiz inaugura el ciclo de visitas a la Plaza con un paseo en el que se suceden las fotos y los chascarrillos cercanos

José María González 'Kichi' conversa con uno de los pescaderos de la Plaza. / D.C.

Cádiz/El manual de campaña marca como punto número uno que hay que visitar la Plaza para pedir el voto. Aunque los cambios sociales y la pujanza de las grandes superficies han provocado que el público vaya menguando, todavía son muchos los gaditanos que acuden al Mercado los viernes y los sábados, las jornadas en las que el pescado se convierte en el principal atractivo dentro de toda la gama de productos que ofrecen los detallistas.

Esta mañana, José María González Kichi inauguró el ciclo de visitas al Mercado de Abastos para solicitar el voto para las elecciones del 26 de mayo. Acompañado por la corte de su candidatura, el alcalde y candidato a la reelección por Adelante Cádiz es simplemente Kichi o, en todo caso, Jose Mari en la Plaza. La lucha será fratricida por cada voto, pero en el “cuerpo a cuerpo” para enseñar las propuestas, como lo definió el alcaldable por la confluencia de izquierdas, se siente cómodo e, incluso, se sale del lenguaje institucional para utilizar uno más de calle, más de barrio. “¡Alcalde, qué guapo sales en la foto!”, le espetó un paseante antes de fundirse en un abrazo con él y sacarle el tema del laicismo.

El magnetismo que tiene la figura del alcalde es indudable –como igualmente ha pasado con otros políticos muy personalistas que han encabezado candidaturas–. Con un público bastante fiel, un paseo suyo hace que muchos se acerquen para hablar con él y pedirle una foto. “Soy poco fotogénico desde chiquitito”, llegó a reconocer en una de las conversaciones que se entrecruzaron.

El recorrido por la Plaza era solo una excusa –lo hacen todos los partidos– para convocar a los medios para contar todo lo que ha hecho al frente de San Juan de Dios –o con el bastón de Salvochea si se quiere buscar otro sinónimo por las referencias ya utilizadas en campaña– en materia medioambiental. Una cita que posteriormente se convirtió en un baño de masas a pequeña escala, aunque con alguna pequeña piedra en el camino. “¿Y el aparcamiento?”, interrumpió una mujer mientras que atendía a los medios de comunicación para explicarle los problemas que tenía su hija para aparcar cada vez que venía de Chiclana. Y Kichi sacó el capote al contarle “lo negro” que se ponía su padre cada vez que buscaba aparcamiento en La Viña. No fue la única protesta, ya que otra vecina le inquirió por el mismo tema, pero la respuesta ya fue apartado de los micrófonos. El canutazo en la esquina de Correos se cerró con un espontáneo “¡eres el mejor!” como reflejo de lo que poco a poco se fue encontrando en su paseo por los puestos.

La cercanía hace que en algunos momentos se pase a la confianza para acabar con comentarios que pueden ser hirientes. “Aquí le traigo a un viñero que se quiere hacer una foto con usted. Dice que estás más gordo”, le soltó una persona que se acercó con otra que caminaba con un andador. La resignación hizo que Kichi tuviera que contestar con un “sí que lo estoy” sin perder la sonrisa.

Mientras que la comitiva se introducía en la zona del pescado, los saludos se sucedieron con peticiones sobre el estado en el que se encuentra la Plaza, explicaciones sobre el voto por correo y algunas reclamaciones personales. “Te voy a achuchar al Cristian para que me arregles lo del quiosco”, le dijo una persona mayor, lo que demuestra lo chico que es Cádiz.

Y de la política se pasa a la ciudad más callejera. “¡Yo te voy a votar, Josemari, pisha!”, le exclamó uno de los fruteros a Kichi. Pero la Plaza es un lugar tan familiar para los que trabajan allí que se cumple rápidamente la premisa de Antonio Reguera de que “la carga supera a la pena” al gritar uno de los pescaderos: “¡Carlos, dile dónde aparcas la furgoneta!”.

Entre continuas promesas de voto, peticiones para que siga yendo a Fondo Sur en vez de a Tribuna y que no se cambie de barrio, e, incluso, casi la exigencia de que sea “el alcalde de Cádiz para siempre” –solicitud que llegó a esquivar con un “para siempre, no”–, pasó la primera mañana de mercadeo de votos en la Plaza. Un “cuerpo a cuerpo” al que se someten todos los políticos, pero en el que el magnetismo del líder –amado si fuera norcoreano– hace que todo sea diferente.

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