Diez años sin el Vapor
La recuperación del Adriano III, una tarea complicada
El próximo 30 de agosto se cumplirá una década desde el fatídico día en el que se hundió en Cádiz, en apenas siete minutos, el Adriano III
Eran las seis y media de la tarde del día 30 de agosto de 2011 cuando saltó la voz de alarma: el Vapor se estaba yendo a pique en el muelle de Cádiz. Siete minutos fue el tiempo que tardó la nave en hundirse, sin que entonces nadie sospechara que diez años después ni administraciones ni particulares iban a ser capaces de dar al Adriano III una nueva oportunidad.
A finales de este mes se cumplirá por tanto una década de aquel fatídico día en el que la Bahía perdió no solo un barco, sino un símbolo y un emblema. A pesar de las iniciales buenas intenciones de administraciones como los Ayuntamientos de El Puerto y de Cádiz, y de la Junta de Andalucía, lo cierto es que ninguna de ellas ha movido un dedo para que la célebre motonave se haya podido recuperar. Quien más cerca estuvo de conseguirlo fue el empresario Manuel Ramos, que adquirió el barco en 2011 con el objetivo de recuperarlo para ponerlo de nuevo a navegar, aunque con fines turísticos y no como transporte regular.
Pese a que Ramos contaba con un buen equipo técnico y fondos para ejecutar la reforma, finalmente tuvo que tirar la toalla por las numerosas trabas que encontró a la hora de recuperar la nave atendiendo a los requerimientos de seguridad del siglo XXI, que le pedían que el barco fuera accesible y sostenible, mientras que por otro lado su declaración como Bien de Interés Cultural (BIC) no le permitía modificar apenas nada de un barco construido a mediados del siglo XX, siendo al final a la hora de la verdad esta figura de protección más un lastre que una ayuda.
Tras el abandono al que han sometido al Adriano III todas las instituciones que hubieran podido hacer algo por él, y tras tirar la toalla el armador que se marcó el objetivo de recuperarlo como negocio privado, finalmente el pasado año, justo un día antes del confinamiento decretado por la pandemia del coronavirus el 14 de marzo de 2020, se firmaba ante notario la cesión del barco a una entidad sin ánimo de lucro, la Asociación Portuense El Vaporcito, que si bien tiene una encomiable y entusiasta labor por delante será complicado que pueda llegar a buen fin.
Hace poco más de un año se presentaba públicamente, frente al portuense muelle de San Ignacio, el objetivo de esta entidad, que pasa por recuperar la nave en su aspecto exterior y ubicarla en algún punto de la avenida de la Bajamar, junto al río Guadalete, una vez que esta zona disponga del nuevo paseo fluvial que se quiere ejecutar con cargo a los fondos Edusi. Para ello la entidad no contará, en principio, con ninguna ayuda económica oficial –aunque se están tramitando algunas solicitudes ante la Unión Europea- sino que la idea es ir financiando los trabajos con aportaciones de particulares y la recaudación obtenida de la organización de eventos lúdicos.
Precisamente esta semana se han presentado dos eventos que tendrán lugar a finales de agosto, un festival de artistas portuenses y una gala de Carnaval, con el importe de cuyas entradas se quiere ir haciendo caja para poder comenzar los trabajos de restauración de la nave. Esta restauración, no obstante, no contempla en absoluto que la nave pueda volver a navegar, algo que ya se descartó hace años y que nadie ni siquiera se plantea en estos momentos. Así, si llegara a ejecutarse esta recuperación de la estructura de la nave, su destino sería el de exhibirse al público en algún lugar junto al río y como mucho albergar algún evento relacionado con el mundo del Carnaval, para el que el Vapor es todo un símbolo gracias al célebre pasodoble de Paco Alba.
No obstante, la entidad que impulsa esta recuperación, con más buena voluntad que otra cosa, tiene pendiente también otro escollo que no es baladí, que es contar con la cesión del espacio en el que se ubica la nave en estos momentos, en el antiguo varadero Guadalete, o al menos tener una autorización por parte del organismo portuario para poder ejecutar allí los trabajos de restauración, una vez que se obtengan los fondos necesarios.
En estos momentos el barco se ubica allí en precario, ya que el varadero lleva años cerrado, y se encuentra en un estado de deterioro galopante que deja a la vista de todo el que quiera asomarse el abandono al que ha sido sometido en esta última década.
Cuando la nueva entidad propietaria del Vapor presentó el proyecto de restauración en mayo del año pasado ya cifró en unos 400.000 euros el coste necesario para la recuperación del barco, una cantidad que parece inasumible sin otras ayudas para una asociación formada por voluntarios que encima, en estos momentos, tampoco está en disposición de organizar grandes eventos multitudinarios. Incluso sus propios impulsores reconocen que se trata de una tarea complicada y ya anuncian que, en el caso de no conseguir su objetivo, todo el dinero recaudado en este tipo de eventos se destinará a causas sociales.
Y mientras tanto el esqueleto del barco sigue exhibiendo un mensaje decepcionante muy en consonancia con el deterioro que sufre El Puerto, una ciudad que ha vivido tiempos mejores y que hasta la fecha no ha sido capaz de recuperar el orgullo perdido.
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