Análisis
Santiago Carbó
Algunas reflexiones sobre las graves consecuencias de la DANA
Pintura
Todo es de color. O así me parece cuando observo las pinceladas y los trazos que Elena Lunaro plasma en sus lienzos. Casi nada es improvisado, aunque la frescura de su pintura nos abre nuestras retinas y, sin que podamos impedirlo, viajamos por esos mundos imprevisibles en donde nada ni nadie se encuentra encorsetado.
Estudió Filología Inglesa en la UCA, aunque su verdadera vocación era estudiar Bellas Artes. En la Escuela de Artes Aplicadas en Cádiz hizo las especialidades de Decoración y Cerámica. Le tiraba el mundillo del arte. Donde hubiese un curso allí que iba. Su primer contacto serio con el arte pictórico ocurre en la Asociación de las Amas de casa de San Fernando.
Según dice, por circunstancias deja de interesarse por la pintura. Y cuando viene a vivir a Valdelagrana, una “señal” le indica el camino de nuevo. Encontró junto a un contenedor un maletín de pintura. “Era de madera -dice sonriendo-, lo cogí y ese mismo instante volví a ilusionarme con los pinceles y los trazos”.
Justo después del Covid, aparece María Lizaso en su horizonte. “Me enamoraron sus cuadros, ya no he dejado de pintar. Con María empiezo a ser yo misma. Estoy encontrando mi estilo. Con ella empecé a poner papel en mis pinturas collage”.
Elena Lunaro, ha tocado casi todos los palos en el variopinto mundo pictórico. Desde el dibujo a lápiz cuando empezó de pequeña, pasando por el acrílico, el oleo, las técnicas mixtas y el papel en las pinturas collage, en las que cada día da su estilo personal. Le apasiona la pintura y le entusiasman los colores.
Y no se queda en la superficie. Vive permanentemente en la encrucijada del aprendizaje constante, en el inconformismo entendido con que existen nuevas perspectivas. Es su sello. Ese que le hace viajar sobre las olas del océano, que descubrió en las playas de San Fernando. El temperamento, la luz y los colores -con fondo turquesa-, se desnudan para nuestro deleite. Pinceladas que aportan luz propia a través del color.
En sus cuadros se vislumbra esa vida interior que le hace ser inconformista y luchadora. Sus pinceladas combinan el detalle más pulcro y la ambigüedad calculada. No hay puntada sin hilo en su constante aprendizaje. Le gusta el detalle y es perfeccionista. La pintura le evade. Su mente descarga lo repetitivo, lo poco agradable.
La luz y el color de ese océano, siempre presente en su discurrir de puntillas por las playas del sur, le delata. Soy de los que cree que un pintor es capaz de caminar con un pie en el suelo y otro en el cielo. Esa búsqueda constante de Elena Lunaro, ese empeño en poner sobre el lienzo la realidad percibida, nos recuerda lo qué somos en esencia.
En los 19 lienzos que podremos contemplar en Blanco y Negro, la creatividad, la imaginación y el romanticismo se dan de la mano. El ritmo y la composición de ese juego de colores da como resultado una composición armónica, agradable a la vista. El hacer esta exposición solo de flores ha sido un poco "de casualidad". “Buscaba crear manchas de color -relata Elena- y que mejor temática que la flor para practicar y soltarme”.
Al fin y a la postre las facetas del arte están cargadas de emoción. Innegociables y sin explicaciones que valgan. Se sienten, se paladean, se profesan y se viven. Ventanas que se abren. Acérquense y disfruten sobre los pétalos de las olas.
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