Nuestra Señora de la Piedad, en la Plaza de España.
Nuestra Señora de la Piedad, en la Plaza de España. / Miguel Gómez

Por fin, tras dos días de sinsabores, la Semana Santa portuense ha podido vivir una jornada con sus dos hermandades en la calle.

A primera hora de la mañana lucía un sol resplandeciente que aportaba los mejores augurios, después de muchos días de dudas e incertidumbres, aunque la jornada comenzó a estropearse según avanzaba la tarde, con un fuerte viento y un clima desapacible.

La primera en salir a la calle fue como cada Martes Santo fue la hermandad de la Misericordia, que lo hacía desde la Basílica Menor de Nuestra Señora de los Milagros, aunque tuvo que retrasar aproximadamente media hora su salida, ya que alrededor de las seis cayó un leve chaparrón.

Desde la hermandad se acordó recortar levemente el recorrido y evitar el paso por la calle Meleros, pasando directamente desde Vicario a Ganado.

Penitentes de la hermandad de La Misericordia.
Penitentes de la hermandad de La Misericordia. / Miguel Gómez

Por la mañana, a las once, la hermandad había celebrado una eucaristía preparatoria para la estación de penitencia.

En los últimos años esta hermandad ha experimentado un fuerte crecimiento entre sus miembros más jóvenes, sumando ya alrededor de medio centenar de niños en su salida procesional. Cabe destacar también el compromiso de esta hermandad con los donantes de órganos, labor con la que está muy concienciada y que estuvo presente también de forma simbólica en su salida procesional de hoy.

La restauración del Santísimo Cristo de la Misericordia, la Cruz del Señor y los clavos de bronce han sido algunos de los estrenos de este año, que se han podido contemplar al paso de la hermandad por las calles portuenses.

El paso de misterio avanzaba este año a los sones de la banda de cornetas y tambores del Santísimo Cristo de la Elevación, de la localidad de Campo de Criptana, en Ciudad Real, mientras que Nuestra Señora de la Piedad lo hacía acompañada por la banda de música municipal de Rota Enrique Galán.

Especialmente brillante fue el paso por la calle Misericordia, donde se escucharon saetas y la Virgen recibió una intensa petalada.

María Santísima del Dolor y Sacrificio, en la Plaza de España.
María Santísima del Dolor y Sacrificio, en la Plaza de España. / Miguel Gómez

Dos horas después de la salida de la Misericordia, a las ocho y diez de la tarde, se abrían de nuevo las puertas de la Basílica para dejar paso a la hermandad más sobria de la Semana Santa portuense, la del Dolor y Sacrificio, que efectuaba como siempre en silencio su estación de penitencia, con el ambiente solo jalonado por los golpes de la horquilla contra la calzada.

Los pies descalzos de un penitente del Dolor.
Los pies descalzos de un penitente del Dolor. / Miguel Gómez

Ha sido como cada Martes Santo una jornada de contrastes entre el paso más luminoso de la Misericordia y el recogimiento del Dolor y Sacrificio, que una vez más tuvo en el Barrio Alto su refugio más acogedor.

Por fin por primera vez este año se ha podido disfrutar además de la Carrera Oficial, después de que en la jornada del Domingo de Ramos la única hermandad que salió a la calle, la de La Borriquita, no llegara a pisarla por tener que refugiarse en la Prioral tras la estación de penitencia y regresar después directamente a su templo a causa de la lluvia.

Este año la Carrera Oficial ha ganado en prestancia con la instalación de unos paneles metálicos en la parte delantera de los palcos, un proyecto que se completará con la remodelación integral del trazado de cara al año próximo para ganar en espacio.

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