El Alambique
J. García de Romeu
Sanidad pública y privada
Programa Aprendices Visuales
Según dice el refrán ‘una imagen vale más que mil palabras’. Los dichos no siempre tienen por qué cumplirse; pero este no es el caso de la siguiente historia.
Esta noticia está protagonizada por el equipo docente del centro de Educación Infantil Las Dunas donde han comprobado que los niños de tres a seis años asimilan mejor los conceptos a través de imágenes y pictogramas. Este experiencia pionera ha sido reconocido con el nombramiento oficial de este centro como Escuela Visual. “Estamos super contentos”, declaraba a ayer Sofía Espinar (directora del centro), durante el descubrimiento de la placa. “Nuestro lema es que si puedes soñarlo, puedes hacerlo; y es verdad que cuando tu sueñas las cosas te van llegando. Sólo hay que esperar y saber cogerlas”. Que Sofía Espinar hable de señales y sueños no es casualidad, ya que para este centro las cosas comenzaron un poco por casualidad.
La historia de este logro empieza cuando los profesores del centro observan que los alumnos con necesidades especiales - concretamente niños con trastorno del espectro autista- aprenden más fácilmente a través de imágenes. Por casualidades de la vida -o quizás del destino- la prima de una alumna del centro trabaja con este tipo de metodología. Su nombre es Miriam Reyes. Ella, junto a Amélie Mariage, son las artífices de ‘Aprendices Visuales’,‘Aprendices Visuales’ un programa que pretende conseguir que los niños autistas puedan tener una educación inclusiva a través de herramientas visuales. “Actualmente tenemos que dar respuestas a todas las necesidades de todos los alumnos”, explicaba Miriam. “Hay muchas formas de aprender, y una de ellas es la visual. Según las investigaciones el 65% de los niños tiene una vía preferente de aprendizaje visual y esto es más relevante en niños con necesidades educativas específicas”.
Gracias a ella, en Las Dunas encontraron a la persona perfecta que podía dar respuesta a la necesidades pedagógicas de sus alumnos. De esta manera, el curso 2017-2018 fue el inicio de una nueva forma de enseñar donde los profesores se apoyaban en horarios visuales (donde se muestra la secuencia de actividades que el niño va a realizar a lo largo del día), los cuadernos Pecs (a través del cual el alumno puede comunicar sus necesidades), cuentos con pictogramas (donde cada palabra viene acompañada con su correspondiente imagen) o historias donde se enseña al niño situaciones sociales cotidianas (simulacros de incendio, cómo comportarse en el colegio...).
La experiencia durante ese primer año fue bastante buena. Sin embargo, la sorpresa llegaría cuando los propios profesores descubrieron que este tipo de aprendizaje no sólo era útil para los alumnos autistas, sino que el resto de los niños también se beneficiaban. “Nosotros teníamos en la pizarra colocado un horario visual para un alumno con autismo. La mecánica consiste en que una vez que la actividad se ha realizado, el niño despegue la imagen de la pizarra”, explica Miriam. “Cuál fue la sorpresa al ver que un día al volver del patio no sólo se acercó el niño con autismo, sino que también casi la mitad de la clase se acercó a ver qué actividad tocaba después del recreo”. Durante este curso que acaba de terminar -y teniendo en cuenta los resultados- los pictogramas también han tomado el patio.
“El principal beneficio es que este tipo de aprendizaje les transmite calma y tranquilidad”, explica Olga, profesora de una de los cursos. “La palabra desaparece. Tu llegas por la mañana y le cuentas al niño lo que vas a hacer a lo largo del día, pero eso se esfuma. La imagen permanece, y es como un recordatorio que pueden ver. Hay niños que lo cogerán muy rápido y otros necesitarán volver a mirar y consultarlo”.
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