El Alambique
Belén Domínguez
El río que nos lleva
Más de 90 personas diarias es la media que atiende desde hace algunas semanas el comedor que regenta en la calle Cruces la asociación Sol y Vida. En El Puerto sólo existe este comedor social para atender a aquellas personas transeúntes y sin techo que proliferan en la ciudad desde hace años. Los visitantes que recibe son de muy diverso tipo, desde toxicómanos que duermen en obras abandonadas o en casas ocupadas hasta personas sin trabajo que hasta hace unos años fueron de clase media pero a las que la fortuna ha dado un revés.
Hubo un tiempo en el que este comedor atendía también una gran afluencia de inmigrantes, pero con el recrudecimiento de la crisis económica el perfil de los usuarios es netamente el de personas naturales de la ciudad y eventualmente algún viajero de paso que se va buscando la vida de ciudad en ciudad.
La presidenta de la asociación Sol y Vida, María del Carmen Lara, está estos días muy preocupada ante la avalancha de usuarios que están atendiendo, ya que si hace apenas unos años el máximo número de personas que atendían a diario era de unas 60 en estos momentos superan prácticamente todos los días los 90 usuarios, llegando en algunas ocasiones hasta casi el centenar.
Las instalaciones del local que utilizan en la calle Cruces, en pleno Barrio Alto, se han quedado ya hace tiempo pequeñas para atender correctamente la elevada demanda. Los usuarios habituales no solo acuden a recibir la comida principal del día sino que muchos de ellos desayunan también allí entre semana, una atención que también se ha disparado ya que de unas 40 ó 45 personas que acudían hasta hace pocos años ahora el número de visitas matutinas se acerca a las 70 personas. "Hay hasta colas para comer", explica Carmen Lara, que afirma que "nos falta infraestructura para atender de forma correcta a tanta gente".
Esta circunstancia afecta también a la moral de los voluntarios, que si ya hacen un meritorio trabajo sacando horas de su tiempo personal para cocinar y atender a los usuarios cada día, se ven a veces en el brete de tener que soportar quejas o situaciones de presión, en los momentos de mayor demanda, una situación que se agrava cuando por cualquier motivo alguno de estos voluntarios -la mayoría gente mayor- no puede cubrir su turno.
Este problema, como es lógico, no ha sobrevenido de un día para otro sino que se trata de una cuestión que se viene arrastrando desde hace bastante tiempo. Tanto Carmen Lara como sus antecesores en la junta directiva han tratado siempre de defender ante el Ayuntamiento la necesidad de contar con más medios para poder sacar adelante esta labor, que es de gran utilidad social y que algunas veces no se ve lo suficientemente valorada.
Desde hace tiempo la asociación está buscando un cambio de ubicación, entre otras cosas porque el local en el que se encuentran ahora tiene problemas con la escasa potencia del suministro eléctrico, lo que hace que cada dos por tres se queden sin luz debido a la potencia que tiene los electrodomésticos con los que trabajan, de tipo industrial.
La presidenta de la entidad ha hablado ya con el alcalde, David de la Encina, acerca de la necesidad de contar con unas nuevas instalaciones más preparadas para albergar la demanda existente. Tras este primer encuentro se está a la espera de la recuperación del concejal de Bienestar Social, José Antonio Oliva, que se encuentra de baja y se prevé que a su vuelta se pueda ofrecer a la entidad algún emplazamiento para el traslado del comedor, aunque de momento no se ha puesto ninguna idea concreta sobre la mesa.
Sol y Vida disfruta de una subvención anual que les concede el Ayuntamiento pero de momento no han cobrado la ayuda correspondiente al pasado 2014 ni por supuesto la del presente 2015, lo que les dificulta mucho también su labor cotidiana, ya que la entidad está al día en los pagos del alquiler al propietario del local y los gastos de luz y agua.
En cuanto a los alimentos que necesitan para dar de comer a casi cien personas diarias, la mayor ayuda de la que disfrutan es la que concede la obra social de La Caixa, que en diciembre de 2014 concedió a la entidad una donación de 26.000 euros para la adquisición de productos de alimentación. Al margen de esta gran ayuda Sol y Vida cuenta con la ayuda de diferentes colectivos locales como hermandades y grupos jóvenes, que están siempre muy atentos a sus necesidades, así como con la colaboración altruista de algunos vecinos que aportan lo que pueden e incluso colaboran económicamente cuando es necesario hacer alguna compra o reparar algún electrodoméstico.
Con el invierno ya en puertas y un previsible aumento de la demanda, los responsables de Sol y Vida confían en poder contar con una mayor colaboración municipal para poder seguir adelante con su importante labor.
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