Crítica de la obra de teatro 'Sí a todo' en El Puerto: Eso de morirse

Una imagen de la obra 'Sí a todo'.

Las peores noticias que recibimos en la vida suelen estar relacionadas con la posibilidad de perderla. De repente un día tienes enfrente a un equipo médico multidisciplinar que con voz aséptica, muy profesional, y terminología técnica, pero no tanto, te suelta, como quien no quiere la cosa, que tu cuerpo es una bomba y que la bomba que has empezado a ser puede estallar en el tiempo que determine la evolución del problema que estás conociendo, mientras pides repetidamente en silencio que todo no sea más que la incómoda pesadilla consecuencia de una de esas indigestiones tan fastidiosas –cuándo aprenderás que no se pueden cenar tan tarde productos precocinados- . Esa jornada, que no iba a pasar a tu historia por nada especial y acabaría en la papelera de reciclaje donde acaban todas las jornadas sin relevancia, se convierte en una de las fechas más importantes de tu existencia, y de ella recordarás lo que desayunaste, lo que llevabas puesto, las gafas de pasta tan estrafalarias de uno de los facultativos, el raro color del cielo y qué famoso actor, ya muy mayor, la espichó justo ese mañana, según informaron los noticiarios, en, pongamos por caso Los Ángeles, tras una larga enfermedad que resulta que ahora es también la tuya. Te han empujado con violencia al vértigo de un alambre a muchos metros del suelo y durante un período que no conoces sentirás, clavándose en las plantas de tus pies, su filo cortante mientras haces imposibles equilibrios para no precipitarte al abismo del nunca jamás.

Un episodio más o menos similar le ocurrió al actor Abel Mora, cuarentón, gaditano, modesto secundario de primeros espadas como Mario Casas o Luis Tosar, y a punto de emprender un sugerente y hermoso proyecto audiovisual que se quedaría, por mor de un diagnóstico de cáncer de colon, en el limbo de los sugerentes y hermosos proyectos una vez que sintió en la espalda el seco empujón que lo puso a danzar sobre el alambre. La experiencia lo sacó del mundo durante casi dos años y, como afortunadamente vivió para recordarla, se la contó un día a su amigo Antonio Álamo,

dramaturgo cordobés, nombre imprescindible del último teatro en castellano, que ha firmado títulos como Los borrachos o Cantando bajo las balas y mantiene, desde hace años, un estrecho vínculo artístico con la Bahía de Cádiz concretado en montajes como La copla negra o Chirgóticas. De modo que el escritor decidió convertir en teatro la dura peripecia del actor y el resultado fue Sí a todo, tercera obra de abono de la actual temporada del teatro Muñoz Seca, reconocida con algún galardón importante desde su estreno y que pudimos paladear la noche del sábado, 15 de marzo.

Noventa minutos de buen teatro a un ritmo endiablado que no decae en toda la representación. Ayuda, y mucho, un texto original, escrito con pulso, dueño de esa engañosa sencillez que suele tener detrás mucha labor de taller para que parezca natural lo que no es sino artificio bien construido. Defiende la palabra Abel Mora haciendo de sí mismo en un ejercicio de autoficción con trazas de monólogo en el que se mete al público en el bolsillo desde las primeras líneas, gracias a su talento interpretativo, y lo hace testigo y cómplice de su bajada a los infiernos. Viajamos, al lado del protagonista, en el vagón de la montaña rusa que recorren los afectados por algún largo padecimiento y conocemos, junto a él, los avances y retrocesos en su aparato digestivo, las reacciones de su familia, la complicada labor de los profesionales sanitarios, pero, sobre todo, de qué manera una enfermedad cambiará para siempre la vida de alguien. Hay primero perplejidad, luego negación, finalmente aceptación y en el caso de Abel Mora una filosofía de vida que lo aleja en todo momento de la rendición cobarde o el derrotismo llorón. Lo salvó el humor y lo salvo saberse habitante de un paraíso particular en el que no faltan pasodobles, sol furioso con levante y largos días de playa. Lo secunda sobre el escenario Maka Rey, pura dinamita que es báculo y esperanza en tan pedregosa trayectoria. Oportuna y suficiente escenografía, brillante iluminación y acertada selección musical la de esta crónica oscura con vivos colores y afortunado final feliz.

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