Denuncian ante la Junta de Andalucía a la residencia de mayores Sor María Prado, en El Puerto

 La familia de un portuense relata el calvario sufrido en los dos meses y medio que estuvo en el centro

Ya está en marcha en El Puerto la nueva residencia de mayores Sor María Prado

Las hijas del fallecido muestran la documentación relacionada con la estancia de su padre en la residencia Sor María Prado. / D.C.

Una familia portuense ha presentado una denuncia ante la Junta de Andalucía para dar a conocer lo que consideran “el trato negligente” recibido por M.M.R., un hombre de 68 años afectado de Parkinson, que estuvo en el centro unos dos meses y medio a finales del pasado año, falleciendo finalmente el pasado mes de enero.  Aunque los hechos se remontan a unos meses atrás no ha sido hasta ahora cuando la familia, en concreto la mujer del fallecido y sus dos hijas, ha reunido fuerzas para contar lo ocurrido y como dicen “tratar de encontrar algo de paz en el calvario que estamos sufriendo”, por lo que ha sido esta misma semana cuando han acudido a la Consejería de Asuntos Sociales para poner en conocimiento de la administración competente lo que consideran el trato indigno recibido por su padre y esposo.

M.M.R. llevaba muchos años afectado de Parkinson pero su estado físico era bueno. Estaba bien atendido en casa por su mujer, de su misma edad, y al estar las dos hijas del matrimonio residiendo fuera de El Puerto se plantearon la posibilidad de ingresar al hombre en una residencia, pensando sobre todo en el futuro ya que su mujer también se iba haciendo mayor y le preocupaba qué ocurriría con su marido si a ella le faltaban las fuerzas. Tras mucho pensarlo se decidieron por esta residencia, el antiguo asilo de las Hermanitas de los Pobresque a finales de 2022 comenzó a funcionar de nuevo, bajo la gestión del grupo Avita tras una  importante obra de reforma.

Una imagen de la residencia, que fue remodelada tras su compra por el grupo Avita.

Las instalaciones, de hecho, son de primera y la familia se llevó en un primer momento una grata idea del centro. Sin embargo, esta primera impresión pronto quedó en segundo plano ya que enseguida comenzaron a notar cosas que no les gustaban, como falta de higiene del residente, su dudosa alimentación, el caos a la hora de administrar la medicación, la falta de médico en el centro o el desinterés por parte del personal de la residencia y la mala respuesta hacia los familiares, que preocupados preguntaban por su padre. Relatan incluso que en dos ocasiones el hombre apareció con marcas de quemaduras en las manos, algo que nadie de la residencia supo explicar.

M.M.R. era un hombre corpulento en el momento de su ingreso, y todas sus analíticas estaban correctas. El hombre ingresó el 17 de octubre y apenas unos días después tenía que ser traslado al hospital, ya que no orinaba. Tras su vuelta a la residencia el hombre iba perdiendo peso paulatinamente. La familia habló con responsable de la residencia, con el médico del centro de salud Ángel Salvatierra -ya que el centro no contaba con médico propio- e incluso con el neurólogo que le atendía en el SAS, preocupados porque entre otras cosas, se le había alterado el modo habitual en el que tomaba su medicación.

La familia tomó entonces la decisión de dejar el centro, pero entre tanto se produjo un cambio de gestión en la residencia, produciéndose el traspaso entre la empresa Avita y la nueva gerencia, a cargo del grupo Reifs. La familia trasladó los problemas existentes a la nueva dirección, que reconoció los numerosos problemas que afectaban al centro y les pidió un voto de confianza, voto que les dieron y M.M.R. permaneció ingresado algún tiempo más. Pero la situación no mejoró y el deterioro del hombre era cada día más evidente, hasta que la familia decidió sacarlo del centro el 31 de diciembre. El 1 de enero acudieron al hospital con el hombre en muy mal estado. El diagnóstico: neumonía por aspiración, deshidratación, estado de extrema desnutrición, boca séptica (hongos), infecciones urinarias... Después de veintiséis días de agonía, el hombre falleció.

Este periódico se ha puesto en contacto con las dos empresas, Avita y el Grupo Reifs, y ninguna de las dos se hace responsable de lo ocurrido. La primera afirma que el acuerdo con la nueva empresa se cerró prácticamente en noviembre, y que se produjo un “periodo de transición”, y pese a lamentar el fallecimiento de M.M.R., señalan que cuando la familia se lo llevó “ya no estábamos”. Por su parte la actual gestora, el Grupo Reifs, dice que ellos entraron oficialmente el 1 de enero, por lo que consideran que cualquier responsabilidad correspondería a la empresa anterior.

La familia, sin embargo, lo tiene claro: “Las dos empresas eran conocedoras de la situación, puesto que nos habíamos reunido en varias ocasiones con sus directores para denunciar lo que estaba sucediendo. A pesar de ello, no pusieron remedio y nos tranquilizaron con falsas promesas de mejora que nunca llegaron a existir”.

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