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El Alambique
Belén Domínguez
Rebeldía
Tribuna de opinión
En los últimos días se ha generado una polémica en torno a la demolición de una supuesta bodega del siglo XIX en El Puerto de Santa María. Se ha presentado el caso como un atentado contra el patrimonio histórico, cuando la realidad es muy distinta.
El edificio en cuestión no es una bodega histórica sino una construcción moderna de hormigón armado que imita sin autenticidad alguna a las verdaderas bodegas del Campo de Guía. Su construcción data de 1973, y vino a sustituir, desgraciadamente, al antiguo Palacio de Cumbre Hermoso.
Las bodegas históricas, esas sí, están debidamente protegidas por el Plan Especial de Protección del Conjunto Histórico y su Entorno (Peprichye), el instrumento que garantiza la conservación del patrimonio portuense y que en ningún caso ha permitido la destrucción de un bien histórico.
El Peprichye no solo protege el Conjunto Histórico de El Puerto de Santa María, sino que también regula la evolución de la ciudad para garantizar un equilibrio entre conservación y desarrollo. En este caso, la normativa es clara: el edificio que será demolido no tiene valor histórico ni protección arquitectónica, lo que desarma cualquier discurso alarmista sobre una supuesta pérdida patrimonial.
Confundir una construcción contemporánea con una auténtica bodega histórica solo contribuye a desinformar y generar una polémica artificial. Si algo ha quedado demostrado en las últimas décadas es que la conservación del patrimonio no depende de frenar cualquier cambio, sino de gestionar con inteligencia el crecimiento y la evolución de la ciudad, tal como plantea el Peprichye.
La cuestión central no es la sustitución del edificio actual –cuyo valor patrimonial es inexistente–, sino la calidad del proyecto que lo reemplazará. ¿Es esta la mejor propuesta para ocupar ese espacio? ¿Responde realmente a los principios de integración urbana, sostenibilidad y calidad arquitectónica que debería tener cualquier intervención en el Conjunto Histórico?
Es legítimo plantear estas preguntas y exigir un proyecto que respete el carácter del Campo de Guía, pero no se puede desacreditar el Peprichye con argumentos erróneos. Este Plan es el que puede preservar el centro histórico frente a operaciones especulativas que, en otras épocas, no encontraron freno alguno.
El Puerto de Santa María tiene la oportunidad de demostrar que la planificación urbana bien aplicada es compatible con la evolución de la ciudad. El Plan Especial de Protección del Conjunto Histórico y su Entorno es la mejor garantía de que el futuro de El Puerto se construirá con rigor y respeto por su identidad.
Por ello, el debate debe alejarse de afirmaciones engañosas sobre la "destrucción del patrimonio" y centrarse en lo realmente importante: exigir que el nuevo proyecto esté a la altura de la historia y el carácter del Campo de Guía. Porque conservar el patrimonio no significa congelarlo en el tiempo, sino integrarlo inteligentemente en el presente.
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