Los guardianes de la Prioral
La familia de arquitectos Fernández Prada-Navarro lleva ya varias décadas vinculada a la rehabilitación del principal templo portuense, que afronta el final de una primera fase de reformas
Las obras de restauración de la Basílica de El Puerto ya están en marcha
La Prioral es el monumento más importante de El Puerto, junto al Castillo de San Marcos, y como tal preside el entramado urbano desde una posición privilegiada. Los primeros escritos que hablan de su construcción datan de 1480 y hasta aproximadamente 1530 se sabe que se construyeron tres naves, más el ábside y la Puerta de las Campanas, por parte del arquitecto Alonso Rodríguez, a instancias del Duque de Medinaceli. En paralelo, también en el siglo XVI, se fueron construyendo varias capillas y la Puerta del Sol, y ya en el siglo XVII se levantaron la Capilla de los Milagros y el Sagrario, hasta que en 1636 el terremoto de Villaluenga destruyó la nave central del templo y las dos laterales, manteniéndose solo el ábside y la Puerta del Perdón, que es lo único que hoy en día queda del estilo gótico original, muy en línea con otros templos como la Catedral de Sevilla o la iglesia de San Miguel, en Jerez.
La reconstrucción del templo se le encargó a Martín de Calafate, que es el autor de las columnas y pilastras adosadas a los muros y del estilo más clásico que se imprimió al edificio en el siglo XVII. A su fallecimiento, retomó la obra el arquitecto Francisco de Guindos, que levantó una nueva cubrición gótica, lo que le da al templo ese aire anacrónico que lo caracteriza, por su extraña mezcla de estilos.
Ya en el siglo XIX el arquitecto Torcuato Benjumeda realizó otra intervención, con un nuevo presbiterio y la construcción del actual templete y escalinata del altar mayor, introduciendo entonces el estilo neoclásico.
A este eclecticismo hay que sumarle los vaivenes por los que ha pasado el templo a lo largo de su historia, siendo testigo de guerras, epidemias y otros avatares, lo que hizo entre otras cosas que se encalara la fachada del edificio en una ocasión por motivos sanitarios, en los años 20 del pasado siglo, o se pintara su interior tratando de imitar la piedra, por no hablar del maltrato sufrido en muchas ocasiones con la instalación de elementos impensables hoy en día, como la colocación de bombillas decorativas en varios puntos de la fachada también en el siglo XX, o incluso la colocación de un transformador eléctrico en el templo en los años 70 del pasado siglo.
Hay que tener en cuenta que el concepto de monumento, como tal, no ha existido hasta hace relativamente poco tiempo y hasta prácticamente la llegada del neoclasicismo el reciclaje de los edificios a través de los tiempos era algo muy común.
Con tantos siglos de historia a sus espaldas es normal que la Prioral, hoy Basílica Menor, tenga numerosos achaques y siguiendo la norma no escrita de recibir una intervencion cada aproximadamente medio siglo, es ahora cuando un equipo de profesionales se ha puesto a la tarea de dignificar el templo y acometer las reformas que van siendo posibles de acuerdo con el presupuesto disponible, y lo que es también muy importante, tras un exhaustivo estudio que se está realizando tanto histórico como de diagnóstico de los males que afectan al edificio, para proceder a su subsanación.
Al frente de este equipo multidisciplinar se encuentra el estudio Prada-Navarro, formado por el ex arquitecto municipal Manuel María Fernández Prada, su mujer, la también arquitecta Carmen Navarro, y el hijo de ambos, Manuel María Fernández Prada Navarro, igualmente arquitecto y director de los trabajos que se acometen en estos momentos en la Prioral.
Queremos divulgar la historia de la Prioral y hacer llegar el edificio a los portuenses”
La relación de Manuel María Fernández Prada (padre) con el templo se remonta a los años 80 del pasado siglo, cuando siendo alcalde Rafael Gómez Ojeda surgió un problema con el archivo y el Obispado de Jerez quiso llevarse toda la documentación de la parroquia a la ciudad vecina, algo a lo que se opuso frontalmente el recientemente fallecido exalcalde, señalando acertadamente que dicho archivo era una parte fundamental de la historia de El Puerto. El Ayuntamiento destinó entonces siete millones de pesetas a la construcción de una nueva zona de archivo, creándose también las actuales oficinas parroqiales. Esos siete millones se estiraron finalmente hasta convertirse en doce millones de pesetas, debido al mal estado que presentaba el templo, siendo de este modo de forma paradójica un alcalde comunista el que más medios municipales ha destinado para la conservación de la Prioral.
En aquellas obras el enlace con el Ayuntamiento fue Manuel María, por su cargo de arquitecto municipal, y curiosamente por esas mismas fechas, a finales de los 80 del siglo XX, Carmen Navarro fue la adjudicataria de otro proyecto de rehabilitación del templo, con el objetivo de acabar con las filtraciones que estaban deteriorando la sillería del edificio. En aquella intervención pagada por la Junta de Andalucía se reparó también la espadaña, de estilo barroco y construida en 1775, que estaba prácticamente reventada a causa de la vibración de las campanas.
A finales de los 80 del siglo XX salieron a la luz las proporciones originales del templo
Aquella intervención se prolongó hasta aproximadamente 1990 y con la crisis previa a 1992 la empresa adjudicataria abandonó la obra, dejándola sin terminar, aunque sí se hicieron algunas mejoras efectivas como el descubrimiento de unas sobrecubiertas existentes en las naves laterales, que tapaban las ventanas góticas originales.
Ahora, casualidades de la vida, es su hijo Manuel María el redactor y director de la primera intervención en el templo en el siglo XXI, una actuación que se ha puesto en marcha con el empuje de la parroquia, que lleva ya unos cuatro años impulsando eventos para recaudar fondos encaminados a la reforma del templo, y sobre todo gracias al apoyo de la Diputación Provincial de Cádiz, que ha destinado 132.000 euros en 2024 para sufragar estas obras. Con este dinero se está acometiendo esta primera fase, centrada en la renovación de las ventanas de la iglesia, muchas de las cuales no contaban ni siquiera con carpintería, o si la había se encontraba en muy mal estado. Algunas capillas tenían cristales en las ventanas, otras no, cada una tenía rejas de diferentes estilos y algunas incluso tenían protectores antipájaros que estaban dañando la piedra. Ahora se ha instalado nueva carpintería y se colocarán cristales, no vidrieras, porque según los estudios realizados el templo nunca las tuvo. Sólo se están investigando los vidrios y restos cerámicos de una de las ventanas, por si en su día hubiera existido una vidriera, y si los estudios así lo determinan se repondrán.
Ana Becerra, del centro municipal de Patrimonio Histórico, está colaborando con el proyecto de investigación y documentación, que está arrojando también resultados interesantes, como la posibilidad de que en su día la fachada hubiese estado policromada, o la existencia de un nivel inferior del templo hacia la Plaza de España, hoy soterrado por haberse elevado el suelo de la calle. Se estudia también el sistema de evacuación de las aguas puviales, muy deteriorado.
A lo largo de los trabajos ha habido que retirar una de las esculturas de la fachada, la de San Pablo, que estaba muy inestable, y ha aparecido un esqueleto al parecer de una joven, bajo la Capilla del Bautismo, que está siendo analizado por una arqueóloga forense.
Las obras en marcha están a punto de concluir y se ha solicitado a la Diputación una nueva partida de 875.000 euros para 2025, con la que se acometería el proyecto de reforma de las capillas que dan a la plaza de España, cuyo proyecto se está redactando ahora.
Para las investigaciones en marcha se cuenta con un equipo multidisciplinar del que forman parte, entre otros, la arqueóloga Raquel Utrera y el restaurador Agustín Pina. También se ha contado con la ayuda del Centro Andaluz de Patrimonio Histórico, para el diagnóstico del estado del edificio.
El templo sigue siendo muy desconocido incluso para los propios portuenses y por ejemplo, no se sabe si cuenta con una cripta, y los arquitectos sueñan con que algún día se puedan visitar las cubiertas. Mucho por hacer y por descubrir aún sobre una auténtica joya del patrimonio portuense.
Una calle para los artífices del templo
El Plan Especial de Protección del Conjunto Histórico y su Entorno (Peprichye) contempla importantes cambios para el entorno de la plaza de España, entre ellos la apertura de una nueva calle tras el templo, entre San Sebastián y Postigo, para dignificar una zona que hoy en día está ocupada por un solar. El ex arquitecto municipal Manuel María Fernández Prada lanza una propuesta, y es que esta nueva calle lleve el nombre de alguno de los arquitectos que fueron clave en la construcción del templo, bien Alonso Rodríguez o bien Francisco de Guindos, como homenaje para dos figuras tan desconocidas como relevantes en la historia de la ciudad.
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