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CENTENARIO DE 'MARINERO EN TIERRA' DE RAFAEL ALBERTI

La conversación literaria entre Manuel Francisco Reina y María Dueñas, este miércoles en la Fundación Alberti. / Lourdes de Vicente

El Puerto/Fue una tarde de acertadas cuestiones y certeras respuestas a pesar de los temores iniciales. “¿He aprobado?”, preguntaba dubitativa este miércoles la escritora María Dueñas a Manuel Francisco Reina al finalizar el reto de enfrentarse a la conversación literaria Una aproximación lectora de una novelista al poeta Alberti, que ambos desarrollaron en la Fundación Rafael Alberti de El Puerto. “Con cum laude”, certificó el conductor del acto a la autora de El tiempo entre costuras durante la tercera y última sesión de las jornadas que celebran el 122 cumpleaños del poeta portuense y el centenario de la publicación de Marinero en tierra.

Se fueron, efectivamente, esos miedos peregrinos, porque aunque Dueñas aclaraba que “no soy poeta ni especialista en poesía”, dicho diálogo discurrió con naturalidad, cercanía, pivotando sobre temáticas que engarzaban la trascendencia de Alberti con la propia trayectoria de la exitosa autora de obras como Misión Olvido o Sira.

“¿Cuánto hay de poético en tu narrativa?”, preguntaba Reina para dar pistoletazo de salida al encuentro. “Depende de en qué momento del fluir del argumento yo necesite que los personajes o circunstancias transmitan algo más que la mera narración de las cosas", detalló Dueñas. Aclaraba al respecto que “hago uso, y a veces es involuntario, de un lenguaje más lírico en el desarrollo del propio pensamiento de los personajes. Varias de mis novelas están escritas en primera persona. Ahí me permito con más libertad poner en la mente de los personajes un tipo de pensamiento elaborado con más lirismo que el de una narradora”, como ocurre, por ejemplo, en La templanza, otro de sus títulos.

Soy mucho peor lectora de poesía de lo que me gustaría y me da mucha rabia”— María Dueñas - Novelista

Dueñas confesó que “soy mucho peor lectora de poesía de lo que me gustaría, de lo que debería. Me da mucha rabia”. De la producción poética de Rafael Alberti, en concreto, dijo la autora que “recuerdo ráfagas”, al tiempo que ensalzó que como “figura de la historia cultural de España”, Alberti era “muy cercano a la memoria de generaciones enteras, lo estudiábamos en el colegio. Luego, además, en ese fluir a la cultura popular a través de la música; todos recordamos a Ana Belén cantando Se equivocó la paloma. Se nos ha quedado como un referente muy cercano, algo que no ha pasado con otros poetas, incluso de la Generación del 27”, explicaba. Alberti ha tenido “la magia de expandirse, se ha quedado como parte de nuestra memoria sentimental”, añadió.

La mencionada alusión a la imbricación entre la poesía de Rafael Alberti y lo popular llevó a María Dueñas a reflexionar sobre el eterno –e infructuoso– combate entre la alta y la baja cultura. “No oso compararme con Alberti -admitió-, pero yo soy víctima de esta distinción, entre comillas, porque al ser una escritora muy leída y vendida, te ponen la etiqueta de bestseller y a mucha gente empiezas a no interesarle. Te conviertes en una escritora comercial y, sin conocerte ni leerte, ya no perteneces a la cultura digna de ser considerada seria”. La novelista quiso, en este sentido, reivindicar que “todo lo que hagamos por que la cultura llegue, se conozca y se disfrute, mucho mejor”.

Un imperdible, una túnica y las ansias de una incipiente libertad

Dos anécdotas vitales y profesionales recorren la conciencia de libertad ansiada de la actriz Victoria Vera en los estertores del franquismo. Recordaba la intérprete este martes en la Fundación Alberti, justo antes de deleitar a la audiencia recitando varios poemas del portuense, el día que vio “a un señor con una luz roja, el señor de la censura, en la última fila de las butacas” durante la representación de ¿Por qué corres, Ulises?, de Antonio Gala. “Cuando terminamos la función –relataba– se acerca al escenario. Yo llevaba una túnica de Elio Berhanyer y dice: ‘a la niña le ponéis un imperdible, porque si no eso se abre’. Yo me quité el imperdible y ahí empezó todo. Fue el inicio, para mí, de la Transición. No pasó nada, el público no se molestó. Ahí notamos que algo había cambiado”.

El segundo episodio pone en valor la defensa que hacía Alberti de aquella misma incipiente libertad. Sobre la representación de El adefesio, a través de la que reivindicó a la “gran actriz” María Casares, Vera contó que “a Rafael le mandaban fotos mías con el pecho al aire, degradándome. Yo pensaba que eran los Guerrilleros de Cristo Rey, pero era gente del partido (comunista) que decía que la actriz tenía que ser del partido”. Fue el propio Alberti, cuenta Vera, “quien escribió una carta diciendo que yo tenía que hacer de Altea en la obra. No lo olvidaré nunca”.

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