El Alambique
Belén Domínguez
El río que nos lleva
Educación
El Puerto/Escribir es como enseñar, ambas tareas inspiran vértigo con la misma pregunta: ¿Por dónde empezar? Afrontar una página aún vacía es parecido a mirar a tus alumnos cuando aún no los conoces. Afortunadamente tenemos las palabras. Habitan en nosotros, nos acompañan cada una en días diversos con su etimología, su forma, sus connotaciones. Y así, tomando una, brotan otras y emerge el tablero en el que las ideas se ordenan.
Con el eco de su origen, hoy me acompaña la palabra ‘arte’: del latín ars, artis (habilidad, capacidad) que a su vez la calcó del griego téchne (técnica). Y me acompaña porque en la Sala Alfonso X El Sabio, de El Puerto de Santa María se inaugura hoy la XX Exposición del Bachillerato de Artes del instituto Pintor Juan Lara. En el centro, lo llamamos Bacharte. Con este neologismo reunimos al alumnado y al profesorado en un colectivo escolar con personalidad característica, donde las metodologías y los objetivos han configurado un estilo propio, la marca de la casa, a lo largo de las dos décadas que lleva presentándose esta exposición en El Puerto, siempre en el mes de mayo. Durante una semana, permanecen expuestas las obras que estos jóvenes han gestado a lo largo del curso en una labor necesariamente cuajada de ensayos y errores, de aspiraciones y tropiezos, guiados por sus profesores Joaquín Arias, Juan Carlos Busutil, Puri Moreno, Agustín Povedano (artistas, por cierto) en la emblemática aula 116 de nuestro centro.
¿Por dónde empezaron esos profesores su labor? No solemos preguntarnos por los orígenes de un aprendizaje. Por ejemplo, cómo se las compuso una maestra para enseñar a sus niños a leer o a escribir. Ni siquiera somos conscientes de que cualquier cosa que esos niños hagan en la vida, la harán porque un día alguien les dio esos instrumentos. Tampoco los rudimentos de la creación son fruto de la casualidad ni la inspiración es posible sin la entrega que exige cultivar un talento y adiestrarlo en una técnica. Pero la exposición de Bacharte recoge una trayectoria de búsqueda, acierto, error, investigación, logro y desaliento; cuenta la historia de un aprendizaje filtrado por una mirada creativa que abandona las aulas para buscar la mirada de otros, atraerla e interpelarla.
Este año, además, la muestra tiene un valor añadido: se suman antiguos alumnos, varios convertidos en creadores profesionales: realizadores, muralistas, fotógrafos…
Vienen en el XXV aniversario de nuestro instituto (25 + 1 en realidad, la pandemia dejó muchas cosas entre paréntesis). Recorren el camino de ida y vuelta de la gratitud y se hacen eco del pensamiento de Helen Keller que marca el hito de nuestro aniversario: “Lo que una vez amamos, nunca lo perdemos”. Helen Keller, pensadora y escritora que llevó siempre en su corazón a su maestra, Ana Sullivan, la mujer que activó en ella el arte de comunicarse con el mundo y comprenderlo.
“Arte: habilidad, capacidad, técnica”. La RAE dice: “manifestación de la actividad humana mediante la cual se interpreta lo real o se plasma lo imaginado”. Entonces, la enseñanza artística consistiría en enseñar al aprendiz a interpretar lo que vive y a representar lo que imagina. En esa tarea reside el propósito de un docente: enseñar a comprender el mundo y, más aún, a imaginarlo; desarrollar la habilidad, la capacidad o la técnica necesarias para transformarlo en un mundo mejor. Para eso enseñamos. Nada más, y nada menos.
Pero ahí sigue nuestra pregunta: ¿por dónde empezar? El vértigo del comienzo puede ser desalentador y, sin embargo, en él están las claves de las metodologías más eficaces, esas que ninguna ley de educación ha sabido todavía describir, y en las que sin embargo son diestros artesanos quienes conocen la realidad del aula más allá de la teoría contradictoria, vana y politizada de las leyes educativas. Esa realidad docente es invisible fuera de los centros escolares. El resultado de esa labor se juzga en función de parámetros normativos diseñados sin realismo y sin contar con los verdaderos expertos. Por eso la exposición de Bacharte hace un valioso ejercicio de autenticidad y desvela el secreto de la verdadera pedagogía: extraer de los jóvenes lo mejor de sí mismos para proyectarlo hacia el futuro. Ese futuro no está en nuestros prejuicios o temores; no está en tal o cual profesión; no está en lo que a unos o a otros nos parece prestigioso, útil, interesante o rentable. El futuro está en todo lo que se hace con convicción y tenacidad, sea investigar, escribir, curar, diseñar satélites para ponerlos en el espacio o transmitir ideas a través de ellos. Y esta es una certeza que las enseñanzas artísticas asumen de forma especial. En nuestra sociedad compleja y confusa, estas enseñanzas contienen recordatorios esenciales: los caminos del conocimiento son diversos, la tecnología no es un fin en sí mismo sino un medio al servicio de las ideas, la mirada crítica y la creatividad son herramientas indispensables para cambiar el mundo, para imaginarlo y plasmarlo.
Desde la perspectiva de la experiencia, comprendemos que la vida es una sucesión de comienzos y finales. Después de cada crisis (pandemia o guerra, pérdida o cambio) hacen falta la habilidad, la capacidad, el arte de crear cosas nuevas. Y otra vez se presentará la gran pregunta: ¿por dónde empezar? La respuesta cae por el propio peso de su sencillez: para construir algo nuevo, lo que sea, es imprescindible una mirada creativa sobre las cosas. Les invito a visitar la XX exposición de Bacharte. Encontrarán esa mirada.
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