El palacio del silencio
Un recorrido por las cuevas cantera de la Sierra de San Cristóbal, un patrimonio único pero olvidado
A ambos bordes del camino que comunica el poblado de la Sierra con la Carretera del Portal hay varias higueras que en algunos casos puede llegar a confundirse con cualquier matorral. Sin embargo, acercándose con cierto cuidado se comprende el por qué de su supuesta falta de altura. Su tronco se alarga varios metros abajo y su follaje ha pasado a ser un camuflaje natural de los tragaluces de las cuevas cantera, una serie de galerías que se fueron excavando durante siglos en la ladera sur de la Sierra de San Cristóbal.
Nos adentramos por uno de los accesos. A la derecha está la higuera que se veía desde la carretera. Sus ramas han trepado durante años por una escarpada pared buscando al astro rey. Su sombra ayuda a hacer más liviana la ruta en estos días de 'veranillo del membrillo' donde el calor no termina de irse. Al entrar en el pasadizo de acceso, la temperatura baja a cada paso que se da. Es lo habitual en las cuevas, verdaderos ecosistemas donde la temperatura se mantiene constante durante todo el año. El acceso, de unos tres metros de alto aproximadamente da al primer tragaluz que antiguamente servía de ventilación en las cuevas y que, desde hace años, lo utilizan algunos desaprensivos como basurero. Sillas de plástico, animales muertos, tuberías de hormigón de medio metro de diámetro o varios rollos de tiras de plástico que sirven para envolver hilos de cobre se acumulan en una montaña de más de dos metros de altura de desperdicios sin que nadie, desde hace años, haya hecho algo por evitarlo o, al menos, por limpiarlo.
Pero esta imagen se olvida rápidamente al vislumbrar la grandiosidad de estas cuevas cantera. Columnas inmensas que recuerdan las dimensiones del estilo gótico sustentan la ladera de la Sierra y evitan desprendimientos. Desde fuera es impensable imaginar lo que una atalaya como es el cerro de San Cristóbal, y que separa de forma natural la Bahía de la Campiña, guarda en sus entrañas.
Son metros y metros de galería excavados siglos atrás sin los medios técnicos que hay hoy día. Para un profano en cantería resulta asombroso pensar como se extraían grandes bloques y se transportaban centenares de kilómetros. Al fondo, hay una inscripción que casi preside la cantera cueva. 'Cantera de Domingo Molejo Padre. Año 1865'. Aunque se tiene constancia de que los fenicios ya recurrieron a la Sierra para extraer piedra, fue en siglo XVI cuando se inició una actividad más continuada, una iniciativa que perduró hasta bien entrado el siglo XX. No obstante, el abandono actual ha propiciado que no sólo la basura se acumule sino que también hayan proliferado las 'inscripciones' contemporáneas realizadas con sprays.
Pasear por el interior de la cueva cantera es rodearse de un silencio absoluto que puede llegar a ser molesto para el habituado al ajetreo diario de ciudad. Sin embargo, la mente te lleva a reflexionar sobre la importancia de este patrimonio de todos que está abandonado y prácticamente olvidado. Hubo un intento a finales de los ochenta de la mano del arquitecto canario César Manrique y del profesor Diego Ruiz Mata pero el proyecto, como muchas cosas en esta ciudad, acabó durmiendo en el sueño de los justos, y ahí sigue.
Por el momento, el Gobierno local no tiene intención de acometer actuación alguna en este enclave de la Sierra. Hoy en día todo lo que se considera accesorio, y parece que las cuevas cantera tienen esta consideración, se pospone a un futuro que se espera que sea mejor económicamente hablando. El futuro Plan General de Ordenación Urbana (PGOU), que está en proceso de aprobación, plantea la creación de un gran parque arqueológico incluyendo el yacimiento de Doña Blanca y las cuevas cantera. No obstante, este documento no deja de ser una directriz general que marca los usos pero a día de hoy no hay un proyecto en firme que revalorice estos verdaderos palacios excavados en plena sierra y donde habita el silencio .
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