“Ha sido una gran suerte tener una vocación y haberme dedicado a ella”

Francisco Giles / Director Jubilado del Museo Municipal de El Puerto

Licenciado en Prehistoria y Arqueología, es doctor ‘honoris causa’ por la Universidad de Cádiz

Especialista en formar equipos, ha sabido mantener su espíritu vitalista y científico frente a la adversidad

Francisco Giles Pacheco, en su casa de El Puerto de Santa María.
Francisco Giles Pacheco, en su casa de El Puerto de Santa María. / Jesús Marín

El Puerto/–El Ayuntamiento de El Puerto le entregó en septiembre un diploma en reconocimiento a su labor como fundador y director del Museo Municipal. ¿En qué situación estaba el patrimonio museístico, arqueológico y artístico portuense cuando llegó usted a la ciudad en 1981?

–En aquel momento lo único que había en el edificio de la calle Pagador era una colección de cuadros que el Museo del Prado tenía repartidos por los ayuntamientos españoles, y unas piezas arqueológicas encontradas por el jesuita Antonio Pascual. Eso y alguna donación de pintura. También había algunas vértebras de animales prehistóricos, que aparecían por aquel entonces en la zona de La Muralla. En esa época, desde el año 75 al 80, yo estaba de arqueólogo provincial en Cádiz y me llamaron para hacerme cargo del Museo de Jerez o el de El Puerto. Yo elegí El Puerto porque me pareció más bonito crear un museo a partir de cero. Estaban aquí Juan José López Amador y Nani Poullet, que traían algunas piezas. Cuando saqué la plaza los contrataron también a ellos, como restaurador y como ayudante, respectivamente. Ahí comenzamos también a hacer excavaciones sistemáticas y prospecciones arqueológicas en el término portuense y el Museo se fue dotando de materiales. Aún así era difícil que el Ministerio diera permiso para fundar un museo nuevo, y como yo tenía conexiones en Madrid nos dieron la autorización oficial para abrirlo dentro del sistema de Museos Nacionales.

–Usted pertenece a una generación que entendió que había que poner la arqueología y el patrimonio al alcance de la sociedad, para que todos pudieran acceder al conocimiento. ¿Cree que lo ha conseguido a lo largo de más de 30 años que estuvo al frente del museo?

–Tengo publicado un artículo que se titula ‘Arqueología de la Transición’. Yo tomé dos vertientes. Una, aprovechar lo máximo posible los pocos medios y espacios que teníamos. Se adaptó el palacio de la marquesa de la Candia, en Pagador, y El Hospitalito en el Barrio Alto; se crearon los Cursos de Arqueología, a los que venían los principales equipos que estaban excavando en Atapuerca, del Museo de Cataluña o de Argentina, y era una forma de hacer extensivo el museo mediante la vertiente de divulgación. Con este método se dio a conocer el Museo a nivel nacional. Traje a personalidades reconocidas posteriormente con premios como los Príncipe de Asturias, de nivel nacional e internacional, primeras figuras que venían de toda España. Yo creo que en estos años hemos acercado la arqueología a la sociedad y hemos conseguido la formación del alumno en prácticas mediante su participación en excavaciones. También se creó un gabinete pedagógico, y en temas de restauración el museo ha sido de primera línea.

"Yo sigo la escuela de Teilhard de Chardin, un paleontólogo jesuita que sostiene que después de la tierra está la esfera del pensamiento”

–Recientemente se ha destruido un tramo del antiguo Acueducto de la Piedad. ¿Hay suficiente concienciación y compromiso para preservar el patrimonio arqueológico o queda camino por recorrer?

–Todavía hay que estar pendientes y las autoridades deben conocer lo que hay dentro de la Carta Arqueológica del Municipio, que yo entregué hecha y evaluada por la Junta de Andalucía. Se elaboró con la arqueóloga Esperanza Mata y con la colaboración del departamento de Arquitectura del Ayuntamiento y se entregaron los tomos encuadernados. Ese documento está en el Plan General, con los mapas y ubicación de los yacimientos. De hecho, cuando hace años empezaron las obras en Puerto Norte e hicieron un bloque, yo di parte y la Junta envió un arqueólogo. Excavamos parte del tramo del acueducto y se documentó. Encontramos en el interior una antigua colección de trampas de un cazador furtivo.

–Le acaban de nombrar doctor ‘honoris causa’ por la Universidad de Cádiz. El reconocimiento llega tras una etapa muy difícil para usted, por motivos de salud, al haber sufrido una doble amputación, y por el fallecimiento de su mujer, adversidades que ha afrontado con gran fuerza de voluntad, recuperando incluso su habitual buen humor. ¿Cómo se ha enfrentado a estos reveses tan duros?

–Primero, apoyado por mi familia, muchísimo, sobre todo por mi hijo. Y también por la voluntad de recuperarme y salir adelante. Los amigos y colegas también me han ayudado. Hace ya tres años me propusieron para doctor ‘honoris causa’, pero llegó el Covid y se tuvo que ir retrasando. Yo creo que más que por tener publicaciones ha sido por haber creado escuela y por la capacidad de formar equipos. He tenido excavaciones donde han trabajado más de 40 personas. Realmente, no hay arqueología sin equipos. Cuando yo estoy estudiando una cuarcita me pregunto “quién ha hecho esto”. Yo sigo la escuela de Teilhard de Chardin, un paleontólogo jesuita que excavó en Egipto y en China, y que sostiene que después de la tierra está la esfera del pensamiento.

El arqueólogo y especialista en prehistoria Francisco Giles.
El arqueólogo y especialista en prehistoria Francisco Giles. / Jesús Marín

–¿Qué le ha enseñado la arqueología?

–Que somos un grano de arena, uno de naturaleza, un grano de pensamiento y una mota de biología.

–Su trabajo no se ha limitado al ámbito de El Puerto y la provincia; de joven participó en excavaciones en Ampurias, Egipto y Nubia, y en los últimos años en Gibraltar, en la cueva de Gorham. Todo ello además se ha traducido en publicaciones científicas, desde la Revista de Historia de El Puerto a 'Nature'.

–También en la revista de la Academia de Ciencias de Estados Unidos. Hay que publicar basándose en datos de naturaleza científica y con referencias de otros investigadores. No somos novelistas. Ahora tenemos la ventaja de contar con todo tipo de aparatos para poder investigar el subsuelo de forma no invasiva. Por cierto, uno de los mejores equipos de investigación no invasiva está en la Universidad de Cádiz, y lo lleva Lázaro Lagóstena.

–¿Qué ha aprendido del estudio de los neandertales y de la Prehistoria? ¿Somos tan distintos o nos preocupan las mismas cosas que a nuestros lejanos ancestros?

–No somos tan distintos. Hubo una época en que se trataba a los neandertales como una persona no muy desarrollada y de un tiempo a esta parte con las nuevas técnicas se ha descubierto que se cruzaron con los cromañón, y tanto que decían que era imposible hubo un momento en Europa Oriental que se mezclaron con el hombre moderno, y mantenemos un 2,5% de genética neandertal. Cuestiones del habla, la comunicación, el desarrollo de un arte simbólico, la vida en comunidad con intercambios sociales o el contacto con el más allá, que se sale fuera de lo material. Otro concepto muy extendido es que eran unos cazadores “muy brutos”, que sólo emboscaban piezas grandes, pero también se alimentaban de aves y productos del mar. No sabemos cómo sería el hombre de haber sobrevivido y estamos investigando por qué desaparecieron. De ese 2,5% hemos heredado cosas buenas y cosas malas: temas genéticos, enfermedades...

"Mi familia me ha apoyado muchísimo, y también la voluntad de recuperarme y salir adelante”

–Parece ciencia ficción cómo ha cambiado la arqueología en estos años y cómo los profesionales han sabido adaptarse a los avances tecnológicos.

–La arqueología ha dado un giro de 180 grados. Ha cambiado mucho con la utilización de las nuevas técnicas, tanto médicas, como la ecografía aplicada, en tecnología de datación, hasta la genética del hombre prehistórico. Ha cambiado tanto que ya no hay que encontrar un hueso, sino en la misma tierra que ellos tocaron, si se detectan rastros biológicos, como un cabello o restos de orina, se pueden obtener datos importantes.

–¿Qué aporta la innovación científica a la investigación arqueológica?

–Ahora no se puede hacer una excavación si no tienes un equipo multidisciplinar respaldado por profesionales de primera línea que están dentro de los cánones de la ciencia. La evolución en la innovación científica ha llegado incluso a que actualmente se preserven ‘testigos’ de las excavaciones, ya que la evolución de las técnicas de datación pueden incluso hacer cambiar la antigüedad de un yacimiento.

–¿Qué cualidades debe tener un buen arqueólogo?

–Tener un concepto de la evolución del tiempo. Tener conciencia del espíritu de equipo, de trabajo interdisciplinar y sobre todo de que estás interviniendo en materiales difíciles. Nosotros trabajamos destruyendo; cuando haces una excavación hay que dejar constancia de lo que estás levantando, porque nosotros usamos un método invasivo, y por eso siempre hay que dejar ‘testigos’ para el futuro, para cuando vengan otros con otras técnicas más avanzadas puedan evaluarlo de nuevo. Por lo tanto, hay que tener conciencia de que estás trabajando de forma invasiva. De ahí la lucha que siempre hemos mantenido con los expoliadores. Hay una ley muy estricta y no se aplica. El Seprona tiene una sección especializada y la Junta de Andalucía debe contar con arqueólogos que estén al tanto de los proyectos de investigación y si no se llevan a cabo o se llevan mal, hay que pararlos. Y sobre todo perseguir a los ‘piteros’. De todas formas, museos municipales de poblaciones como Espera, Villamartín o San Fernando evitan expolios y trabajan en la divulgación. En Espera hay un museo con el que el pueblo está muy concienciado. Recientemente ha sido donada una moneda muy importante de época andalusí procedente de Afganistán que un agricultor encontró en el campo y que está estudiando un especialista en época islámica. Es importante que la sociedad se implique, que ayude y marque las líneas.

"No se puede hacer una excavación si no tienes un equipo multidisciplinar dentro de los cánones de la ciencia”

–¿Cuál es su mayor satisfacción después de tantos años de trabajo?

–Para mí ha sido una gran suerte tener esta vocación y haberme dedicado a ella totalmente, con el conocimiento de mi familia, y con los equipos que he dirigido. Tengo la suerte de haberme realizado dentro de una línea de trabajo. Ha habido de todo pero en general estoy satisfecho. Pongo como ejemplo el estudio que hicimos del Guadalete: cuando se enteraron en la Xunta me llamaron para hacer lo mismo en el río Miño. Me he realizado en mi profesión y eso lo considero una suerte y nunca he tenido problemas, sino todo lo contrario. Mi mujer también, como profesora de Latín y Griego, era una latinista de primera. Ella se conocía a todos los alumnos y profesores de su centro de enseñanza.

–Usted contó en su juventud con grandes maestros que despertaron su vocación. ¿Se está perdiendo esa figura?

–Yo creo que sí se está perdiendo, sobre todo en la Enseñanza Media, por lo que veo con los estudiantes. Mi profesor de ciencias naturales fue mi primer maestro. Con él hacíamos excursiones para descubrir los Montes de Toledo. En el año 77 conocí a Emiliano Aguirre, un jesuita, con sotana, a Bermudo Meléndez, y después, en Ampurias, conocí a los mejores: Martín Almagro, Eduardo Ripoll, me enviaban revistas científicas, acudían especialistas en arqueología romana que venían de Marsella. Y aquí en Cádiz la que me abrió las puertas fue ‘Doña Concha’.

–En El Puerto hay conjuntos arqueológicos muy importantes. Sin embargo, no contamos con piezas emblemáticas como los sarcófagos fenicios o la Dama de Elche. ¿Cuál es su pieza preferida del Museo Municipal?

–Es muy difícil decirlo. En el campo de la paleontología hay piezas de mastodonte; de época romana también hay mucha variedad, restos de alfares, al haber sido El Puerto un centro comercial de primer orden... Y luego Doña Blanca, que es el mejor registro fenicio que hay en la Península: tiene ciudad, puerto y necrópolis. Se han descubierto piezas, pero están en el Museo de Cádiz. En la necrópolis hay piezas de categoría, y lo de la Cueva del Sol y la Luna, que no sé dónde estará el material. Toda esa zona hay que declararla BIC.

"Ahora tenemos la ventaja de contar con aparatos para investigar el subsuelo sin necesidad de excavar”

–El Puerto es una de las pocas ciudades que tiene dos museos municipales. Ha recibido muy buenas donaciones de pintura y sus colecciones son envidiables. ¿Hay que seguir manteniendo la división entre Museo Arqueológico y Museo de la Ciudad?

–Hay que concentrarlo todo en la calle Ganado, porque El Hospitalito tiene grandes salas, y hay que musealizarlo. El mismo edificio tiene suficiente atractivo e interés para hacerlo un museo excepcional. Nosotros aprovechamos la planta baja, pero tiene otras dos plantas que son magníficas. Y luego están las colecciones cerámicas del siglo XVIII y XIX. Hay espacio para centralizarlo todo, aunque hará falta un buen proyecto museológico.

–¿Siente que ha podido cumplir su vocación a lo largo de estos años?

–Perfectamente, y además siempre he tenido en El Puerto muy buena acogida, muy buenas amistades y muy buen equipo. Cuando abrimos en El Hospitalito la sala Ma’arifa, quedé sorprendido con las dedicatorias que muchos escribieron en el libro de visitas.

Lo último

stats