Vandalismo en El Puerto: ¿Tiene solución?

El Ayuntamiento incluirá en el nuevo contrato de limpieza cámaras para minimizar los daños en contenedores 

Flave y Betilo apuestan por implicar más a la población en el cuidado urbano

Saltan las alarmas en El Puerto por la quema continuada de contenedores

Marcos vacíos en los paneles decorativos del nuevo paseo fluvial junto al río Guadalete.
Marcos vacíos en los paneles decorativos del nuevo paseo fluvial junto al río Guadalete. / D.C.

El vandalismo contra el patrimonio en El Puerto, como en otras muchas ciudades, es un problema recurrente que afecta tanto a los edificios históricos como a otros monumentos de valor cultural y arquitectónico, así como al mobiliario urbano.

A pesar de ser considerado como un delito menor, sus implicaciones económicas y sociales son profundas y en el caso de El Puerto es una lacra que se arrastra desde hace años sin que ni las campañas ni las sanciones sirvan para mucho. 

Uno de los ejemplos más recientes es el de los paneles decorativos instalados en el nuevo paseo fluvial, una obra que apenas tiene unos meses y en torno a la cual hay un amplio consenso sobre su resultado. Muchos de estos paneles no han sobrevivido al primer verano, víctimas de algún gamberro que ha considerado divertida su destrucción.

El teniente de alcalde de Gestión Integral del Paisaje Urbano, Millán Alegre, confiesa sentirse frustrado en multitud de ocasiones cuando comprueba los destrozos en el mobiliario urbano o en alguna mejora que se ha acometido en la ciudad. “Me duele porque son cosas que se hacen con mucha ilusión y en otros sitios parece que se respetan más”, dice el concejal, que tiene clara una cosa: cuando se produce un acto vandálico el Ayuntamiento no se puede resignar, y hay que arreglarlo, como ocurrió recientemente con las pintadas aparecidas en el monolito del nuevo parque dedicado a Hernán Díaz.

“Nosotros no tiramos la toalla, a ver quién se aburre antes”, dice Alegre, que considera que ante la persistencia de algunas conductas como la reiterada quema de contenedores, la única solución viene de la mano de endurecer las sanciones. De hecho, en el nuevo pliego para el contrato de limpieza pública se ha incluido una medida que consiste en colocar cámaras de vigilancia en las zonas más conflictivas en cuanto a quema de contenedores y otros actos vandálicos, para facilitar la vigilancia y las posteriores sanciones. También desde el área de Medio Ambiente se imponen numerosas multas a personas por miccionar en la calle, y en este caso el concejal constata que “el 95% de los sancionados son gente de fuera de la ciudad”.

Millán Alegre resume el posicionamiento municipal ante este problema como un movimiento de acción y reacción, es decir, que ante cada acto vandálico se repare el mobiliario deteriorado, a pesar del coste que supone para las arcas municipales. También se ha optado por introducir medidas preventivas, como por ejemplo usar materiales que faciliten la eliminación de grafitis, como ha ocurrido en la nueva bancada del paseo fluvial.

Por supuesto el edil también cree que la educación en civismo es fundamental, algo que debe realizarse en el seno de la familia sobre todo, aunque también recuerda que se realizan campañas de concienciación de forma periódica. “No dejamos la vía preventiva, pero la solución más eficaz pasa por tocar el bolsillo de los infractores”, insiste.

A modo de ejemplo, cada contenedor de recogida orgánica tiene un coste de unos 1.150 euros y uno de recogida selectiva supera los 1.240 euros, lo que supone que de media cada mes se destrozan contenedores por valor de casi 9.000 euros, con un gasto constatado de 35.000 euros hasta el pasado mes de abril.

Para la Flave "el gobierno local es también responsable por el abandono de los barrios"

Por su parte el presidente de la Federación Local de Asociaciones de vecinos (Flave), José Rodríguez, cree que en el fenómeno del vandalismo influyen muchos factores distintos, achacando buena parte de lo que ocurre al turismo de borrachera y despedida de solteros y solteras que desde hace ya algún tiempo se ha asentado en la ciudad, con grupos “descontrolados” que beben durante todo el día y son una continua fuente de conflictos.

Pero Rodríguez cree que en esta ecuación hay otro culpable, que es el Ayuntamiento como administración más cercana, ya que el deterioro que sufren algunos barrios es el caldo de cultivo ideal para que proliferen estas conductas incívicas. “Muchas veces es la administración la que no se toma en serio algunas cuestiones, por ejemplo la falta de unos servicios sociales que funcionen correctamente. También falla en muchos casos la educación y en cuanto a la seguridad, la ciudadanía nota que hay una falta de efectivos que contribuye al desencanto, ya que muchas veces los vecinos llaman al 092 para alertar de una conducta incívica y se tienen que quedar esperando, o les animan a poner una denuncia en Comisaría que luego se queda en nada”, lamenta.

Desde la Flave también realizan campañas de concienciación cívica pero de un tiempo a esta parte no se sienten respaldados por el Ayuntamiento, e incluso algunas iniciativas que se llevan a cabo en asociaciones como la de Sudamérica, con la puesta en marcha de una ludoteca donde se pueden inculcar valores cívicos, pueden dejar de realizarse precisamente por la falta de seguridad y atención municipal que sufren.

La Flave además tiene en marcha dentro de la Oferta Educativa Municipal un taller de concienciación cívica, “pero es una medida que por sí sola resulta insuficiente ante el abandono que sufren los barrios y la falta de mantenimiento que se prolonga en el tiempo”, insiste el presidente de la Flave.

Betilo cree que el turismo masivo y la permisividad son algunas de las causas del problema

Una entidad muy involucrada con la conservación del patrimonio urbano es Betilo, cuyo presidente, Fernando Jiménez Romero, considera que “muchos portuenses no valoran el patrimonio cultural de su ciudad porque no se sienten vinculados emocional o históricamente a esos espacios, y esa falta de identificación lleva a que no vean la importancia de preservarlos”.

También coinciden desde Betilo en que “el deterioro y abandono de muchos espacios públicos y privados, por la falta de atención del Ayuntamiento o de los propietarios, atrae e incrementa las acciones de vandalismo. Los espacios con suciedad, mala iluminación y degradación urbana lo favorecen como efecto llamada. Tenemos algunos ejemplos reiterativos como el parque de La Victoria o el monumento a Pedro Muñoz Seca y su entorno, con ladrillos sin restaurar, botellas en bancos del siglo XIX, arriates vacíos, quioscos llenos de grafitis...”. 

También creen desde Betilo que “el turismo masivo y sin control, la falta de autoridad y permisibilidad en la ocupación de los espacios públicos, en los horarios y en la emisión de ruido contribuyen a una suerte de impunidad y al deterioro de los espacios patrimoniales. Los turistas pueden actuar de manera irresponsable y nunca pasa nada, dejando inscripciones, monedas, candados o dañando accidentalmente estructuras frágiles. La ingesta de bebidas o la adopción de comportamientos gamberros grupales favorecen los actos de vandalismo”, insisten.

Las consecuencias del vandalismo contra el patrimonio son múltiples y afectan no solo a los elementos dañados, sino a toda la sociedad portuense. Entre las más importantes, desde Betilo destacan “la pérdida irreparable de valor histórico y cultural. Cada vez que se daña un monumento se pierde una parte de la historia que ese lugar representa. En muchos casos, los daños son irreversibles y no existe manera de restaurar el bien a su estado original”.

La reparación de bienes patrimoniales dañados es, además, extremadamente costosa, ya que requiere técnicas y materiales especializados. Esto implica una gran carga económica, cuyos recursos se podrían haberse destinado a otros fines.

El vandalismo afecta así mismo a la imagen de la ciudad y reduce su atractivo turístico. Como recuerda el presidente de Betilo “el patrimonio cultural no solo es un conjunto de objetos o sitios históricos, sino que es parte de la identidad de una ciudad. La destrucción de estos símbolos afecta la memoria colectiva y debilita el sentido de pertenencia y orgullo en los ciudadanos portuenses”.

Por otra parte el vandalismo genera una percepción de inseguridad. “La presencia de daños visibles da la impresión de que la zona está descuidada o es peligrosa, y este fenómeno fomenta más conductas antisociales y delictivas”, señalan desde la entidad.

También creen desde Betilo que “los actos vandálicos afectan profundamente a los portuenses, especialmente cuando se refiere a propiedades privadas o monumentos públicos con alto valor simbólico. El daño repetido genera una sensación de impotencia, alienación y pérdida de identidad comunitaria”.

En cuanto a las posibles estrategias para mitigar la incidencia del vandalismo en El Puerto, Jiménez estima que “se requiere una combinación de medidas preventivas y punitivas, enfocadas tanto en abordar las causas subyacentes como en reforzar las normas de convivencia. Algunas estrategias efectivas pudieran ser la mentalización de las autoridades, la educación y sensibilización, inculcando en las personas, especialmente en los jóvenes, el valor del patrimonio cultural y su importancia para la identidad colectiva, algo que podría reducir significativamente los actos vandálicos. Programas educativos en escuelas y campañas de concienciación pública son esenciales en este aspecto”, consideran.

Aunque la prevención es clave, la asociación coincide con el concejal Millán Alegre en que “es importante que se apliquen sanciones efectivas a quienes cometen actos vandálicos. Multas, trabajos comunitarios o reparaciones de los daños son algunas de las medidas que podrían implementarse para reducir la reincidencia. Es necesario contar con legislaciones más estrictas que castiguen severamente estos actos, tanto desde el punto de vista económico como penal”.

En cuanto a la importancia de las redes comunitarias, Fernando Jiménez coincide con la Flave en que “involucrar a la comunidad portuense en la protección del patrimonio es clave para su preservación. Las campañas de voluntariado, la asunción de programas y talleres de concienciación en las asociaciones de vecinos y la promoción de actividades culturales pueden generar un sentido de responsabilidad y pertenencia hacia el patrimonio”.

Otras asignaturas pendientes serían iluminar adecuadamente las calles, mejorar la limpieza, aumentar la presencia de espacios recreativos y culturales, fomentar la habitabilidad y el sentido de pertenencia. Son factores que contribuyen sin duda a que El Puerto sea una ciudad más habitable y segura.

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