Velada flamenca en Milwaukee: Una noche de duende

La guitarrista Antonia Jiménez demostró su valentía y maestría en la interpretación

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Una imagen de la actuación en la Sala Milwaukee.
Alfonso Delgado - El Puerto

09 de agosto 2024 - 13:09

Con el aforo completo en la Sala Milwaukee, un referente de la cultura musical en El Puerto de Santa María, y un ambiente repleto de artistas, familiares y jóvenes aficionados portuenses, la guitarrista Antonia Jiménez demostró su valentía y maestría. Iniciada en la guitarra desde muy temprana edad, comenzó su formación con el maestro Antonio Villar y su hermano, el profesor de baile Miguel en sus interpretaciones para el baile. 

Posteriormente se trasladó a Madrid, donde perfeccionó su arte bajo la tutela del guitarrista Enrique Valga, destacándose en múltiples festivales internacionales. A lo largo de su carrera ha trabajado con figuras como Carmen Linares, Montse Cortés y Juan Pinilla, así como con bailaores y coreógrafos como Merche Esmeralda, Rocío Molina y Manuel Liñán. En el año 2000 se trasladó a Madrid, donde continuó su desarrollo profesional y colaboró con diversas compañías de danza. Antonia ha participado en importantes espectáculos y festivales, incluyendo el Festival Flamenco de Nîmes en 2020. Además, ha creado producciones propias como 'Dos Tocaoras'.Junto a ella, al cante, estuvo Naike Ponce, quien a los 11 años ya compartía escenario con las más tradicionales sagas flamencas de Jerez y Cádiz. Su carrera ascendió rápidamente, siendo reclamada en las mejores peñas, tablaos y festivales de Andalucía. Entre sus numerosos premios destacan el Primer Premio por Bamberas en San Roque (2001) y el Primer Premio por Saetas en Sevilla (2002).

La velada comenzó con un público ansioso por escuchar flamenco de alto nivel, en una noche donde el arte femenino brilló en un mundo tradicionalmente dominado por hombres. La guitarra de Antonia Jiménez templó las cuerdas con un toque fino y elegante, introduciendo la taranta con su mano izquierda llena de sabiduría. El cante, lleno de melismas y dominio profundo, se transformó en la Alboreá, enfatizando el sentimiento festivo con el "Yeli yeli, ya" y concluyendo al compás de bulerías.Un majestuoso solo de guitarra precedió al cante por Guajira, que culminó con un cambio a tanguillo, una creación musical de Antonia Jiménez titulada 'El Candie'. Naike Ponce interpretó esta pieza con gran gusto, evocando la resequedad de su voz femenina afillá. A pesar de estar afectada por un resfriado, su cante impregnó la sala de un ambiente gaditano, entre el aroma del ron con miel de la Guajira y el cazón en adobo del tanguillo, haciendo que todo resonara con un "¡qué bien me sabe!".La interpretación final del tanguillo, otra creación de Antonia Jiménez, transportó al público a la esencia del cante y estilo gaditano.

Al concluir ambas artistas, abrazadas, se fundieron en una interpretación al unísono, mirándose como un binomio inseparable entre el cante y la guitarra. La guitarra continuó meciendo la melodía, llevándola por las cantiñas que evocaban la rosa de su tierra, Sanlúcar de Barrameda, mientras el cante fluía. Con sus gestos, Naike Ponce parecía bailar, jalear y animar al toque, haciendo la interpretación aún más entrañable. Al terminar, Antonia y Naike agradecieron al público y dieron paso a un breve descanso.

Un recuerdo para el cantaor Antonio Puerto

En la segunda parte, Antonia Jiménez dedicó la noche al polifacético artista Antonio Puerto, cuya repentina partida dejó un vacío, pero cuya presencia se sintió intensamente en cada verso al cielo y en cada recuerdo a su persona. Recordando que esta fecha era el día en que Antonio Puerto iba a cantar, Antonia interpretó 'Amor', una balada flamenca compuesta por Naike Ponce, como un homenaje sentido a su memoria.El espectáculo continuó con unos tarantos que se transformaron en tango, interpretados con una personalidad única.

La noche avanzó con una selección de tangos que Naike y Antonia hicieron suyos, improvisando melismas y toques propios que el público supo apreciar. El dúo femenino improvisaba tanto en la guitarra como en el cante, creando una combinación única de quejíos y melismas que resonaban en cada rincón del escenario. Las bulerías de Cádiz cerraron la noche, con cantes de La Perla, Chano Lobato y Pericón de Cádiz, que fueron magistralmente integrados en una chufla que olía a La Caleta. El cante a capela, acompañado de gestos y movimientos, culminó en una demostración de baile, sellando una noche de flamenco con sabor y olor a mujer.Una verdadera ala limón del cante y el toque femenino.

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