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Manolo Solo: "Una serie de éxito te cambia la vida más que un Goya"

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El actor Manolo Solo en la azotea de los apartamentos Villa de Andas en Cádiz. / Lourdes De Vicente

Nacido en Algeciras, criado en Los Barrios y Sevilla y actualmente vecino de Madrid, el actor Manolo Solo va camino de su segundo Goya, el primero como Mejor Actor protagonista, por su papel en Cerrar los ojos, la película que ha supuesto el regreso al cine de Víctor Erice tras El sol del membrillo (1992). Un trabajo por el que ya ha conseguido el Premio AISGE Interpretación Masculina, otorgado en los Premios Asecan del Cine Andaluz. Solo estuvo a final de año en la Universidad de Cádiz para impartir una exitosa clase magistral en su Escuela de Cine.

–¿Lleva la cuenta de papeles que ha interpretado?

–No, qué va, pero sé que son muchos. Entre cine y televisión, series y tal, creo que son más de cien.

–Tengo la sensación de que le han caído más roles de malote.

–Tienes la sensación correcta, me han caído más papeles de malvado que de bondadoso. Y suelen ser estimulantes aunque los papeles más apetecibles son los que tienen un poco de todo, un poco de bueno y malo a la vez, que es como somos, en general, las personas. Pero puestos a elegir una cara de las dos, es verdad que es más divertido hacer, jugar y disfrutar al malvado.

–¿Por qué cree que le atribuyen más esos papeles?

–No lo sé, seguro que mi físico ayuda, pero también un papel llama a otro, entras ya en una etiqueta, en un cierto encasillamiento, supongo. Cuando los productores o los directores de casting piensan quién podría hacer un papel de psicópata o asesino, es probable que mi nombre suene porque hayan visto que en otras ocasiones he podido resolver más o menos con fortuna un personaje similar. Pero tampoco me puedo quejar porque, aunque he hecho mucho de malo, hay gente que se ha arriesgado y me ha sacado de esa casilla lo suficiente como para no sentirme preocupado.

–El Triana de ‘Tarde para la ira’ le dio un Goya a Mejor Actor de Reparto. ¿Le guarda especial cariño?

–A Triana le guardo especial cariño por ser una apuesta mía de la que inmediatamente me arrepentí y que logré hacer por la confianza que me dio Raúl Arévalo y todo el equipo para que yo pudiera llegar al otro lado del río con un personaje que, al principio, a mí me causaba mucha inseguridad. Sabía que si salía bien podía ser muy festivalero, pero no fue esa mi intención. Mi intención fue salir del atolladero en el que me encontraba porque no sentía que desde mí podía dar ese personaje, así tuve que hacer un trabajo de composición desde fuera para empezar a sentirme mínimamente verosímil para mí mismo. Cosa que yo no había hecho nunca en mi vida, que me desestabilizó mucho, pero que luego, paradójicamente, me ha dado muchas alegrías.

–¿Algún otro rol especial?

–Pues le tengo mucho cariño al personaje que hice en Bailongas, un corto que hice con Chiqui Carabante en el año 2000, lo rodamos en el siglo pasado y en cine, cuando se hacían todavía las cosas en cine. Le guardo mucho cariño porque yo estaba aprendiendo, porque me enseñó muchas cosas a nivel de oficio y porque el empujón que me dio a nivel profesional supuso que yo empezara a vivir de esto.

–¿La vida cambia después de un Goya o no tanto?

–No cambia tanto. A ver, durante el trajín de los días inmediatos sí que impresiona, te sobrepasa un poco, pero luego se recoloca todo. Tu vida cambia más si sales en una serie semanal de gran éxito que si ganas un Goya. Al menos en mi caso, y más un Goya a actor secundario. Pero sí que lo noté en el sentido de que eres más visible y hay gente que piensa que eres mejor actor sólo por el hecho de ganar un Goya. Y, efectivamente, pues empezaron a llegarme mejores ofertas de trabajo y algunos, en conexión con lo que hablábamos antes, sacándome del esquema del malvado.

–Ahora se enfrenta de nueva a esa “lotería”, utilizando terminología suya, de los Goya, ¿cómo lo lleva?

–Intento dedicarle el mínimo tiempo posible a pesar en eso. A mí lo que más nervioso me pone es, en el caso de que me lo den, tener que agradecerlo. Tengo ganas de que me lo den pero, por otra parte, me aliviaría el que no me lo dieran, hasta ese punto llega... Pero que sí, que soy vanidoso, y a todos los actores nos gustan que nos premien.

–¿Cómo se sintió con el personaje de ‘Cerrar los ojos’?

–Pues es de las primeras veces que, quizás la de mayor grado, se me ha encomendado un personaje capital en una película, donde la historia se cuenta a través de él y lleva todo el peso. Así que ha sido un reto impresionante, un reto con responsabilidad añadida teniendo en cuenta el privilegio absoluto y total de quién es el mito que está detrás de la cámara.

–Y en su regreso, el de Víctor Erice, tras tres décadas, no es por meter más presión...

–Sí, sí, totalmente, pero ya lo gordo ha pasado, me cogieron y la hice. Así que yo absorbía un poco de la presión que tenía que tener él, de hacer una película de distribución comercial después de tantos años, aparte de tener la mía propia, la de estar a la altura de un papel tan principal. No sé como decirlo para que no suene a falsa modestia, pero creo que he cumplido dignamente. Al menos, yo me veo y no sufro, para lo que yo soy viéndome trabajar... Que soy muy cabrón conmigo mismo.

–¿Fue un rodaje placentero?

–No especialmente placentero. Es una figura que excede, casi, lo humano, así que hay una cierta intimidación. Yo me sentía intimidado. Y creo que mi manera de trabajar también como colaborativa, sinérgica, no era la que él prefería. Él está acostumbrado a trabajar de otra manera y yo me he tenido que acostumbrar a su manera, y no ha sido fácil, pero lo he hecho lo mejor que he podido.

–Como decía antes, Triana también le costó. Quizás en esa zona de incertidumbre, sale algo de los actores que ni saben que tienen...

–Puede ser... Últimamente sí que estoy pensando en que no hablar del personaje, el dejarme a ver qué pasaba, el no darme apenas indicaciones, el no saber yo nunca si le estaba gustando lo que yo estaba haciendo o no, igual me ponía en un sitio que ha provocado algo para bien en el personaje, no lo sé... Puede ser... El no tener yo todo bajo control, como suelo tenerlo.

–Usted quería ser una estrella del rock, ¿lo tiene en la lista de pendientes, irá a por ello?

–(Ríe) ¡No, no! Es una ruta abandonada, una veta que está seca. Soy disfrutador de la música tanto pasiva como activamente, tocando con amigos, con mi grupillo para pasar el rato y hacérselo pasar también al público.

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