Ana Barrera Pastor: "El ángel de Budapest salvó a muchos más judíos que Schindler y pasó sin pena ni gloria"

La escritora sevillana viaja a la Hungría de la Segunda Guerra Mundial y a la remota isla de Chiloé en sus novelas

"Quise desmitificar la maternidad, que nos venden como algo ideal y no lo es"

Ana Barrera Pastor, en el centro de Sevilla.
Ana Barrera Pastor, en el centro de Sevilla. / Gabriel Hinojosa
Fernando Pérez Ávila

01 de abril 2025 - 06:03

A Ana Barrera Pastor (Sevilla, 1970) es fácil verla en las librerías. Promociona sus libros en sitios como la Casa del Libro o la Botica de Lectores, en charlas con el público, que ella asume sobreponiéndose a la timidez que dice que le viene de serie. Sostiene que es una enamorada de la Historia desde niña y que Lorca, Delibes y Dulce Chacón son algunos de sus escritores favoritos. Tiene publicadas dos novelas, ambas por la editorial Platero. La primera es Cartas desde Hungría, que escribió tras varios años de investigación sobre el contexto social y político de principios del siglo XX en España y Hungría, con la Segunda Guerra Mundial como telón de fondo. Su segunda obra es Verde Chiloé, en la que crea un nexo de unión entre esta isla chilena a finales del siglo XIX y el campo andaluz en la primera mitad del XX.

Pregunta.Antes de hablarme de sus libros, cuénteme cómo es eso de hablar con sus lectores en las librerías.

Respuesta.Me daba pavor, pero quería que mis padres vivieran esta experiencia conmigo. No me veía haciéndolo, pero he descubierto, con más de cincuenta años, que me encanta. El trato con los lectores es muy enriquecedor. Es verdad que soy tímida, pero dicen que se me da bien vender. Es una parte que quita muchísimo tiempo, pero es la posibilidad más importante que tenemos los escritores noveles de captar a nuevos lectores.

P.No es mala edad para iniciarse en la literatura. Es quizás cuando una persona adquiere una madurez necesaria para poder escribir, ¿no cree?

R.Eso me dice mucha gente. Mis novelas no son autobiográficas pero es obvio que tienen algo de mí, de mis vivencias y de mis lecturas. Creo que la madurez te recubre como de una pátina. Sé que es muy importante vender, pero yo me lo tomo de otra manera. Hasta donde llegue, bueno es. Me quedo con la experiencia que estoy viviendo y disfrutando.

P.¿Sabe usted que en la historia de la literatura hay muchos ejemplos de grandes escritores que no vendieron nada en vida?

R.Sí, y qué pena me dan... Y no sólo escritores, también artistas. En Andalucía tenemos algunos.

P.¿Cómo se inició en esto de la novela?

R.Yo tenía escritas tres obras de teatro. Escribo desde siempre, para mí y para mi familia, sobre todo para mi madre. Empecé a escribir una comedia. Quise buscar un idioma muy distinto al español y elegí el húngaro. Y de pronto se transformó en un drama y pensé que debía hacer una novela. Me documenté leyendo todo lo de Sandor Marai y otros libros como el de Christine Arnothy, Tengo quince años y no quiero morir, sobre el sitio de Budapest y la ciudad en la Segunda Guerra Mundial. Y vi muchos documentales.

P.Hay un punto de partida muy cruel, que es el repudio de una niña adoptada.

R.En esta novela la depresión postparto supone un punto de inflexión. La maternidad siempre se nos ha vendido a las mujeres como algo muy idealizado. El embarazo y el parto son estupendos y estás al 100% para criar a tu hijo. Quise desmitificar eso. Yo sufrí una depresión postparto que se alargó bastante y lo pasé muy mal. Sin que lo pretendiera, eso aparece en mi novela. Y ése es el motivo por el que una madre adoptiva acaba rechazando a una niña, a la que había acogido con todo el cariño del mundo.

P.¿Y encontró usted conexiones entre España y Hungría?

R.Las hay, sí. Mi novela transcurre en parte en un pueblo ficticio de Huesca, cerca de la ermita de la Virgen de Salas, que sí que es real. Allí murió la reina Violante de Hungría, que se casó con Jaime I el Conquistador. Ésa fue la excusa que encontré para traer a mis protagonistas húngaros hasta España.

P.Aparece también el Schindler español...

R.Ángel Sanz Briz, el ángel de Budapest. No tuve más remedio que dedicarle un capítulo. Todo el mundo conoce a Oskar Schindler pero casi nadie a Ángel Sanz Briz. Yo lo hice amigo de mi protagonista y juega un papel importante en mi novela. Salvó a muchos más judíos de los campos de exterminio que Schindler y ha pasado el pobre sin pena ni gloria.

P.Y en su segunda novela, Verde Chiloé, se va usted al otro extremo del mundo, una isla al sur de Chile.

R.Yo quería escribir una novela con unas pinceladas de realismo mágico y quería hacerlo a través de una chamana. De nuevo planteé dos escenarios y dos épocas, un cortijo andaluz y la isla de Chiloé. Me puse a investigar y conocí la isla, la tradición de magia, misticismo y leyendas que tiene. Es una isla pintoresca hasta para los propios chilenos. Me remonté al siglo XIX. Aquí sí que tuve que bucear en la Biblioteca Nacional chilena y ya me puse en contacto con Dante Montiel, un historiador chilote, que me ha ido corrigiendo algunos aspectos. A mí me gusta dar muchos detalles de la cotidianeidad, y tenía que asegurarme de que no había incoherencias. Por ejemplo, no puedo traer a un personaje montando a caballo porque en Chiloé no había caballos en el siglo XIX. Había burros.

P.Bueno, tampoco hubiera pasado nada, que Ridley Scott ha metido tiburones en el Coliseo romano en Gladiator II...

R.No, no, a mí me gusta ser fiel a la realidad. De hecho, el historiador me dijo que había captado muy bien el ethos de Chiloé. Me enriquece mucho eso.

P.En esta novela no hay guerra, la corta usted justo antes del desastre.

R.Acabé tan hastiada de la guerra con la novela anterior que le puse fin en 1935, para que las fechas me cuadraran.

P.Para retratar el campo andaluz no ha tenido que documentarse tanto, ¿verdad?

R.Tengo mucha conexión con el campo. Mi padre se crió en un cortijo y yo he pasado parte de mi niñez y de mi adolescencia en el campo. He disfrutado contando cómo se hacía el jabón, describiendo una matanza o cómo huele una cocina con chorizos y una ristra de ajos colgados, o esos cajones de madera con el tocino añejo. Uno de mis autores preferidos es Miguel Delibes y Los santos inocentes fue la lectura que marcó mi paso de niña a adulta.

P.¿Qué está leyendo ahora?

R.Estoy releyendo Cumbres borrascosas y Madame Bovary. La primera la leí de muy jovencita y no me terminó de gustar como me está gustando ahora.

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