"Carmen Martín Gaite supo aprovechar la energía de Cádiz"
MARTÍN GAITE, ENTRE LÍNEAS. Carmiña es un homenaje a la escritora Carmen Martín Gaite a través de la correspondencia que entablaron ella y el historiador Julián Oslé, poco después de la muerte de la hija de la autora. Podemos hablar de correspondencia, aunque las cartas de Martín Gaite no se limitaban al negro sobre blanco, sino que incluía en ellas notas, cromos, servilletas, collages, dibujos y postales: toda una colección que refleja la especial sensibilidad de la creadora, y que reproduce la edición publicada ahora por el sello Tres Hermanas.
–El año que viene se cumplen 100 años del nacimiento de Carmen Martín Gaite, y 25 años de su muerte.
–Y por eso mismo he creído conveniente sacar adelante un proyecto como este, no sólo como homenaje, sino porque me da la sensación de que la imagen de Carmen ha quedado un tanto fosilizada con el paso del tiempo. La gente la percibe como una figura plúmbea, academicista, y es verdad que estaba relacionada con la academia, pero no tenía en absoluto ese perfil.
–Es curioso, porque me da la sensación de que fue una persona... bastante juguetona.
–Siempre iba buscando interlocutores muy diferentes e intentaba mirar los temas de una forma original, pero la gente entiende mal. Y también era una persona moderna y valiente, como demuestran gestos en su vida personal:ahí está la separación de Sánchez Ferlosio, en el año 73.
–Y, ¿cómo llega a contactar con ella?
–Pues el contacto con Martín Gaite llega a través de la aportación de Ramón Muñoz, mi abuelo, que había sido un fotógrafo aficionado, de familia burguesa en Cádiz, y que tenía una colección de fotografías de principios de siglo: un legado de placas antiguas alucinante, de cristal de bromuro, de una alta calidad maravillosa. El momento coincidió con el último periodo de esplendor de Cádiz. La ciudad intenta regenerarse, y en ello se implican figuras como Moret y Cayetano del Toro, celebrando por ejemplo el primer centenario de la Constitución del Doce. Se derribaron las murallas y se liberalizó la zona político militar...
–Material que recogió en ‘Cádiz 1900’.
–Al entonces editor de Sílex, Eleonor Domínguez, que tenía mucha relación con Cádiz, le parecía interesante sacar un libro ilustrado con todo ello. Yo por entonces acababa de leer Usos amorosos de la posguerra española, y a Eleonor le pareció que Carmen podría hacer un buen prólogo.
"TENGO LA SENSACIÓN DE QUE, HOY DÍA, LA GENTE LA PERCIBE COMO UNA FIGURA PLÚMBEA"
–Pero el momento no podía ser más inoportuno.
–Fue a los pocos años de haber perdido a su hija. Coincidía que llegaba a Cádiz a unas jornadas, de la mano de Josefina Junquera, y cuando aproveché la ocasión para abordarla y pedírselo me dijo:“Yo estoy harta de historias”.
–Peor inicio, imposible.
–Pero accedió a que la recogiéramos después en el hotel y nos acercáramos a la entonces Biblioteca Celestino Mutis, donde daba la charla.
–¿Qué la convenció?
–Pues yo creo que fue el lado más doméstico, familiar, de la colección, que al fin y al cabo era algo a lo que se dedicaba a estudiar y observar.
–Y fue el comienzo de una hermosa amistad, como dirían los clásicos, según los testimonios gráficos y escritos que vemos en ‘Carmiña’.
–Uno de los muchos nombres que podía tener Carmen Martín Gaite era Miss Lunatic, y yo creo que en su periplo gaditano la dejó escapar.
–Desde luego, porque lo último que podía imaginarme es a Martín Gaite recorriendo en moto la Sierra de Cádiz.
–En Villaluenga, por ejemplo, la reconocieron. También vivimos una experiencia muy bonita en Tarifa, muchísimos años antes de que fuera lo que es ahora, claro, viendo la costa de África desde el castillo y comiendo comida marroquí en un sitio que se llamaba La Mandrágora. La provincia de Cádiz es un parque temático, y tiene una energía que, a quien la sabe aprovechar, le sienta muy bien.
–Pero también porque ella, pienso, se dejó zambullir...
–Pienso que Carmen recuperó en el tiempo que pasó en Cádiz parte de su juventud. Le sirvió de empuje, por ejemplo, para terminar Nubosidad variable, que era un título que tenía apartado, atascado, desde hacía años. Se encerró, de hecho, en un hotel en la playa de Atlanterra, en Zahara, para acabarlo.
–Y, ¿a qué cree que se debió esa conexión especial que tuvo con ella?
–Es cierto que la conexión fue muy especial, de esos momentos en los que conoces a alguien y sabes que te vas a entender. Yo creo que, entre otras cosas fue porque yo entonces tenía la misma edad que habría tenido su hija, Marta, y veía ahí un punto de unión. Además, los dos éramos géminis, como me decía. Lo que recoge el libro, la cantidad de cartas y recortes a los que era tan aficionada, no reflejan más que la relación tan buena que teníamos, con llamadas de horas, comentando pelis clásicas a cada lado de un teléfono de baquelita.
–Una imagen muy de cine de la época.
–De una época preinternet y premóvil, claro. Pasábamos horas hablando de cosas como que en Casablanca aparece una bola de discoteca, en el año 42; o del maravilloso vizconde Valmont de Las amistades peligrosas... Ese vínculo tan fuerte, y la singular sensibilidad de Carmen, creo que es lo que puede verse en este libro.
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