“La Casa Real debe usar más las joyas. Son patrimonio de todos”
Isabel Núñez y Luis Prieto | Joyeros y escritores
Este matrimonio jerezano es autor de un libro que narra la importancia de las alhajas en la iconografía mariana y en la relación del hombre con lo sagrado
Isabel Núñez Díaz es técnico en Anatomía Patológica, con máster en cerámica dental. Su marido, Luis Prieto Sánchez, es arquitecto técnico por la Universidad de Sevilla y gemólogo por el Instituto Gemológico Español.
Ambos se encuentran embarcados desde hace 16 años en la firma jerezana de joyas El Oribe, de la que Isabel, también sacador de fuego y modelista, es su alma máter. Ambos son autores de un exitoso libro (editado por Almuzara), Las joyas en el vestir de la Virgen, un riguroso estudio sobre las alhajas como parte fundamental de la iconografía mariana y de la relación del hombre con lo sagrado.
La entrevista se desarrolla en la jerezana Plaza del Arenal, cerca de donde esta familia tiene el taller que se ha convertido en un referente en el diseño, ejecución y restauración de joyas.
–¿A qué se debe que el arte de la joyería no haya sido estudiado hasta casi finales del siglo XX?
–Hasta bien entrado el siglo pasado la joyería no se consideraba un arte con mayúsculas, sino que se asociaría más a los oficios artesanos que a los artísticos. En España se tiene mucho conocimiento de imaginería, orfebrería o pintura, algo que no ocurre con la platería. Esto cambiaría con la publicación de los primeros estudios serios sobre joyería histórica en la segunda mitad del siglo XX. A partir de aquí se le dará la importancia que la joyería ha tenido a lo largo de la historia, sobre todo en España, que fue una potencia mundial y donde este arte se desarrolló enormemente a partir del Renacimiento.
–¿Cuál es la primera referencia que se tiene sobre el uso de joyas?
–No se sabe con exactitud el momento en que el hombre empezará a usarlas, aunque si atendemos a las representaciones que se conservan de las civilizaciones más primitivas, vemos que sus gobernantes ya las llevaban, como símbolos de distinción y poder. En las paredes de algunos enterramientos egipcios se representan escenas donde se ven a los oribes batiendo los metales, pesando el oro o tallando las piedras preciosas para presentar las joyas a quienes las portarían: sus señores y gobernantes.
–¿Las imágenes devocionales han sido un muro de contención para que estas obras no se perdieran?
–Gracias a los joyeros marianos se han conservado muchas piezas que quizá de otra manera se hubieran perdido. El hecho de haber sido custodiadas en iglesias, monasterios y conventos, a veces dentro del micro universo de la clausura, ha hecho que muchas de ellas hayan llegado a nuestros días intactas, ajenas a la evolución de las modas. Estos ajuares son una fuente de conocimiento muy importante, aún a día de hoy.
–Los movimientos posconciliares jugaron en contra...
–Por desgracia, sí. Es posible que las conclusiones del Concilio Vaticano II no se interpretaran bien, y esto también propició un empobrecimiento en el uso de las joyas en la indumentaria de la Virgen. Esto ocurrió sobre todo en las dolorosas, ya que el enjoyamiento de las imágenes de gloria apenas se vio afectado. Sin embargo en ese tiempo, en Andalucía sobre todo, se daría un fenómeno muy singular que hemos denominado en nuestro libro como el sobreenjoyamiento. Serían los años de los préstamos masivos de alhajas a las imágenes, de los que se conservan fotografías inauditas hoy en día, pudiendo disfrutar de la Soledad de San Lorenzo de Sevilla recubierta, literalmente, de alhajas desde la corona hasta los pies, por poner un ejemplo.
–Hay quienes todavía se resisten al uso de las túnicas bordadas y de las joyas en las sagradas imágenes por aquello de “la humildad”...
–(Risas). Las joyas, los ropajes ricos, junto a los atributos de realeza terrenal (corona y cetro) y de realeza celestial (ráfaga, rostrillo, halos o el calzado de luna) son parte de la iconografía de la Virgen. Las alhajas no son un alarde de lujo u ostentosidad, como lo son en las personas, sino que ayudan a presentarnos a la Virgen en majestad. No haciendo uso de las alhajas en las imágenes sagradas, destruiríamos ese legado de su glorificación que nos ha llegado y que tenemos la obligación de mantener.
–¿La familia real hace un uso recatado de las joyas?
–La Casa Real española mantiene un joyero bastante importante en cuanto a cantidad, calidad y antigüedad de las piezas, que se conoce como “las joyas de pasar”. Son aquellas alhajas históricas propiedad de la Corona, que los monarcas están obligados a mantener. Tienen, además, un valor histórico y simbólico muy alto que los españoles debemos conocer, y para ello deben usarse y mostrarse con más asiduidad. Son patrimonio de todos.
–Una joya de las famosas de antaño...
–El corsage (o devant de corsage) de la reina María Cristina, la madre de Alfonso XIII. Se trata de un peto de diamantes de gran tamaño que recibió junto a otras joyas, como regalo de boda de su marido. Fue una pieza que ella usó mucho, pues existen numerosas fotografías donde lo luce, ya sea prendido del pecho o a la altura del vientre. Esta pieza pasaría a ser propiedad de la Baronesa Thyssen, quien también hizo un buen uso de ella. La última noticia conocida de la alhaja es que salió a subasta, aunque no sabemos si finalmente fue adquirida por alguien o continúa siendo propiedad de Carmen Cervera.
–¿Les gusta más diseñar o restaurar?
–Lo que más nos gusta es hacer piezas inspiradas en joyas antiguas. No hablamos de reproducciones, sino de joyas con una concepción moderna pero que miran al pasado. De las restauraciones se aprende mucho. De hecho, en nuestras creaciones nos gusta poner en práctica recursos que usaban los antiguos oribes. Creemos que enriquecen el resultado final.
–¿El diseño en el que más tiempo hayan empleado?
–Posiblemente en dos de nuestras piezas más recientes. Un pinjante de plata chapada en oro que se hizo para la Virgen del Carmen de San Cayetano de Córdoba, que representa la lucha de San Jorge con el dragón; y un medallón devocional, en una interpretación rococó, que estrenó el pasado julio la Virgen del Carmen de Cádiz.
–¿La bisutería fina es el prêt à porter de la joyería?
–No (risas). Son cosas diferentes. Realmente la joyería la conforman diferentes oficios: sacadores de fuego, fundidores, modelistas y engastadores. Son las especialidades más antiguas dentro del mundo de las joyas, que se amplían hoy con las que aportan las nuevas tecnologías. Se trata de un oficio ancestral donde una pieza pasa por varias manos antes de llegar al destinatario final. Aquí en El Oribe los tocamos casi todos ellos. En la bisutería no ocurre eso. Digamos que la bisutería es otra cosa (risas…)
–Ciertas tribus urbanas actuales hacen un uso nada discreto del oro. ¿Es la versión posmoderna de la joyería?
–La función de esas joyas viene a ser la misma que ancestralmente han tenido las alhajas. Ellos hacen un uso del oro como elemento de distinción. Las joyas aquí también van a actuar como indicadoras de un rango social y de participación en un grupo determinado, exclusivo, al que no todo el mundo puede pertenecer. Las veneras de oro y pedrería que portaban los señores principales, pasada la Edad Media, indicaban su pertenencia a una orden militar o civil. Dado que esto era algo a lo que no todo el mundo podía optar, las llevarían bien visibles, prendidas en el pecho, para resaltar este hecho. Salvando las distancias, se trata de lo mismo.
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