"Soy fan de Isabel la Católica y no me importa decirlo en un club de progres"
Inmaculada Navarrete | Periodista y escritora
Acaba de publicar su primera novela, 'Bajo las alas del pelícano' (Caligrama), una historia coral que se desarrolla en la Sevilla de la pos Expo
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A Inmaculada Navarrete la recuerdo por dos razones. Primera, por ser la periodista que me recibió al inicio de mis prácticas en el oficio. Y segunda, por ser quien me regaló el libro de Antonio Núñez de Herrera Teoría y Realidad de la Semana Santa, que me abrió el apetito por la buena literatura cofradiera.
Más de 20 años después, nos citamos una fresca mañana de junio en la Plaza de la Magdalena. Acaba de publicar su primera novela Bajo las alas del pelícano (Caligrama), una fascinante y adictiva historia coral de la Sevilla de los 90.
Empezamos hablando de su libro, seguimos con el cambio político en Andalucía desde aquellos años del omnipotente PSOE a estos del PP hegemónico y acabamos conversando sobre el regionalismo sevillano. Todo ello en presencia de una taza de café y otra de té. El suelo desprende olor a orín nocturno, pero el disfrute de la charla supera cualquier molestia olfativa. Inma sigue siendo genio y figura.
-Un viaje en el AVE da para escribir mucho...
-Bastante. Especialmente si te dedicas a observar a los pasajeros. Ahí tuve un punto de realidad que luego transformé en ficción. Toda la novela es así. He tener un ojo en la realidad para, a partir de ahí, construir una fantasía. Quizás sea por vicio periodístico.
-Menos mal que no se fijó en esos pasajeros que dejan los pinreles al aire...
-Eso pasa en la actualidad. Antes era un tren donde la gente iba bien vestida y no había teléfonos móviles. Es decir, una época en la que viajar suponía un placer. Ahora el turisteo lo ha destrozado todo, hasta el punto de que no cojo ni el AVE.
-¿Tenía pensado dedicarse a escribir cuando dejara las páginas del periódico?
-La verdad es que sí. Fui periodista porque me gustaba escribir. El periodismo supone una ruptura en cuanto a creatividad. Así que, cuando dejé el periodismo activo, me puse a escribir. Y aunque he tardado 20 años en acabar una novela (risas), me lo he pasado muy bien.
-Tiempo más que suficiente para casi 700 páginas...
-No partía de la intención de publicar una novela, sino de pasármelo bien. A mí también me gusta la historia, por lo que me he documentado muchísimo del siglo XX sevillano, que me resulta tan fascinante como el periodo tartésico o el barroco. Tenía, además, una serie de acontecimientos que me permitían desarrollar la locura de la trama.
-En esta novela hace una radiografía social de la Sevilla de la pos Expo.
-Quería hacer una radiografía de la realidad de aquellos años, pero sin que me acotara la ficción. Es mi generación, así que en cierta manera sale la cultura del pelotazo, la liberación de la mujer y otros aspectos de esa época. Pero insisto, siempre realidad y ficción. Al final me ha salido un libro que llamo piscinero o playero. Si te gusta, te lo comes. Si no, lo tiras y lo maldices.
-Es una obra coral en la que realiza un minucioso trabajo psicológico de los personajes. ¿Algunos de ellos están basados en personas de carne y hueso?
-Ninguno es nadie, pero pueden tener rasgos de alguien. A mí lo que me divertía no es reflejar la realidad, para eso está el periodismo. Sinceramente, lo que me apetecía es transgredirla. Las personas que leyeron el borrador de la novela han usado tres definiciones: que engancha, que tiene giros inesperados y que está escrita sin tener en cuenta lo políticamente correcto. Además, el narrador es otro personaje. Le he dejado hacer lo que le ha dado la gana porque estoy en contra de la cultura de la cancelación.
-Hay un periodista que parece decepcionado con el día a día de la profesión. ¿Le ha ocurrido en más de una ocasión a lo largo de su carrera profesional?
-Me siento muy contenta de cómo me ha tratado el periodismo. Un día me entrevistaron para una tesis doctoral sobre feminismo. Por narices tenía que decir que había sido discriminada por ser mujer. Pues no. Estoy muy satisfecha por el sitio que me han dado desde mis orígenes. Ahora bien, ese personaje de la novela es hijo del desencanto. Todo lo que había supuesto de esperanza e ilusión la Transición se convirtió luego en un bajón anímico en la sociedad. A ello se unió la primera crisis económica en los medios. En suma, es un descreído.
-En esta novela hay tres referencias históricas. Los 90, el barroco y la guerra civil. ¿Cómo logró maridarlas?
-La trama necesitaba una etapa de locura colectiva. En España fue la guerra civil, ya que se trató de un tiempo en el que podía pasar cualquier cosa. Entonces la realidad superaba la ficción. Era una sociedad loca y con una absoluta pérdida de valores. En Sevilla, además, fue donde primero triunfó el golpe. El barroco es un homenaje personal a Murillo, que siempre me ha parecido un artista políticamente incorrecto. Fue mucho más que el pintor de las Inmaculadas. Y también decidió quedarse en su ciudad y no irse a la Corte.
-No podía faltar Málaga, su tierra natal. ¿Algún Gobierno andaluz se tomará en serio lo de vertebrar la autonomía?
-Ha mejorado mucho, ya que el desarrollo de las dos ciudades se ha igualado. Para mí es un privilegio esa dualidad geográfica. Adoro Sevilla y amo Málaga. Me encanta pasear por ambas ciudades. Bueno, me gustaba, porque ya lo que hago es chocar con las ruedas de las maletas de los turistas.
-De aquellos años del PSOE omnipotente a estos del PP hegemónico. ¿Andalucía ha dejado de ser de izquierdas o simplemente ha cambiado de collar?
-Andalucía no cambia nunca. Tiene una personalidad tremenda. Lo que decía Ortega y Gasset es cierto: la más peculiar de todas. Juanma Moreno ha conseguido lo que se creía imposible, que aquí alguna vez hubiera un cambio. ¿Pero ha habido un cambio o una continuidad? Yo creo que Juanma ha entendido muy bien lo que es Andalucía y, con unas ideas distintas a las anteriores, no se ha salido de la senda de lo que esta comunidad quiere. Para los personajes de la novela, inspirada en los 90, que la derecha gobernara Andalucía era impensable.
-No podía faltar la Semana Santa en estas páginas...
-Yo me siento muy orgullosa de la cultura cristiana que he recibido. Y también de la Semana Santa de Sevilla, que es una celebración que no sería posible sin la fe. Yo soy fan de Isabel la Católica y no me importa decirlo en un club de progres. Cualquier referencia a la Iglesia en la novela está hecha desde el agradecimiento a los valores que me ha aportado. A mí al bautizarme me echaron agua sobre la cabeza, pero eso no me lavó el cerebro.
-Me dicen que su próximo proyecto se inspira en la Sevilla de los 60 y 70...
-Hay una Sevilla que no se estudia mucho que es la de esa época, la de la contracultura y las vanguardias. De ella vienen los políticos que luego hicieron la Transición. El nacimiento del rock andaluz... He empezado a escribir una cosa. A ver si logro ponerle musiquilla (risas).
-Una duda, ¿la tortilla Marimeé es receta suya?
-La gastronomía aparece en el libro como reivindicación feminista. Yo me pregunté: ¿cómo sevillanizo una tortilla francesa? Pues le echo comino que es lo que llevan las espinacas con garbanzos. La he hecho, pero no me salió muy allá.
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