Fernando García Ballesteros: "La maldad humana campa a sus anchas cuando te crees intocable"

Fernando García Ballesteros. / D.S.

UN REFLEJO INCÓMODO.La Barcelona de principios de siglo ha sido escenario recurrente en sus anteriores novelas (El crimen del Liceo, Muerte en el laberinto, La ciudad y el perdón), una saga de novela negra protagonizada por el inspector Requesens. Con otros personajes y con un ambiente más oscuro, pero en la misma época y escenario, Fernando García Ballesteros (Barcelona, 1970) se adentra en La luz más cruel (Harper Collins) en una historia que sirve de reflejo inquietante a nuestro propio tiempo. O viceversa. 

–¿Qué tiene la Barcelona del 1900 para engancharle como escenario?

–Pues yo creo que es porque se trata de una época que está a medio camino entre lo victoriano y la I Guerra Mundial, bajo todo el paraguas artístico de la belle époque, que aquí es el modernismo. No acaba de salir de una época ni de entrar la modernidad, como vemos en cosas como que se mezclan carruajes y automóviles... Todo ello, provoca una mezcla muy interesante.

–Parece un tiempo especular al nuestro. 

–Estamos en los albores de un gran cambio, como en los años 20 o 30 del siglo pasado, con movimientos comunes incluso, como los nacionalpopulismos. Frente al optimismo que trajo el atisbar la revolución tecnológica en la primera década de 2000, que podría asemejarse con los años 20, ahora viene la decepción, ruptura del modelo socioeconómico mediante. Son muchos los que buscan soluciones fáciles, chivos expiatorios, distorsión y evasión de la realidad: algo que ahora se consigue a través de las redes sociales, con fotos que muestran un mundo inalcanzable, pero cartonpiédrico. Desde luego que veo similitudes entre ambas épocas. 

–Al contrario que en otras novelas anteriores, en esta apenas aparece el inspector Requesens. 

–La protagonista absoluta es Clara Prats, y en todo lo que la rodea quería retratar otra parte de la ciudad más oscura, la que abarca el puerto, el Raval... y para eso me servía mejor también un perfil más tortuoso, que aparece con el personaje del comisario Manuel Martín Prieto. 

"Hay muchas similitudes entre el inicio del XIX y el inicio de nuestro siglo"

–Clara Prats encarna la figura de una fotógrafa convencional... y también inusual, que hace los registros de las fichas y casos policiales. La fotografía era un hobbie de alta sociedad pero, ¿cree que hubiera sido posible algo así? 

–Pues la familia de Clara está inspirada en un caso real, el de Anaïs Napoleón, una fotógrafa que vino de Francia y montó un estudio en Barcelona. El marido, de hecho, adoptó su apellido: más que nada porque daba un empaque que pocos podrían. Hubo varias mujeres fotógrafas en la época, porque con esa mezcla entre ciencia y arte, no se sabía muy bien dónde colocar la fotografía... y las mujeres consiguieron colarse. También es verdad que existió una polémica referente a las cartillas sanitarias que tenían que tener las prostitutas: a veces se les hacían fotos mostrando los pechos, y muchas imágenes terminaron moviéndose en el mercado pornográfico, por decir. Ante el escándalo, se pensó en llamar a una mujer para que hiciera esas fotos... Pero no tengo constancia de que fuera así.

–’La luz más cruel’ no sólo parece hacer referencia a la fotografía, sino también a la luz descarnada de la ciencia del momento: autopsias, frenología, sanatorios mentales...

–Un ejemplo paradigmático de esto fue la frenología, donde tal vez se interpretaban las consecuencias por las causas. Se creía que identificando ciertos rasgos físicos con ciertas muestras de carácter, pues lo mismo podías educar a potenciales criminales. Pero también, dentro de la línea del surgimiento de las teorías de superioridad racial y los fascismos, te daba ‘excusa’ para eliminarlos, claro. 

–En esa línea de la superioridad, aparecen las 100 familias de la alta burguesía catalana. 

–Es que las mayores perversidades provienen de aquellos que consideran que están por encima de la sociedad y que nunca les puede pasar nada. La maldad humana campa a sus anchas cuando te consideras intocable. Imagino que es tentador, o muy fácil, saltar esa línea si tratas a la gente –a los niños que trabajaban en las fábricas, a los empleados, al personal de servicio...– como material de usar y tirar en el día a día. 

–Vemos que los manicomios resultaban también una solución conveniente para encerrar a mujeres inconvenientes: otra cuestión que trata es la condición de material fungible de las mujeres. 

—En casos tan distintos como el de Clara y Lirio: ambas intentan sobrevivir en una sociedad que las ve como objetos, como medios, a distinta escala. En el caso de Lirio, se sobrepone disociación mental mediante, transformándose en otra. Desde luego que los hombres también tenían lo suyo, trabajando en condiciones esclavistas: pero era aún peor para las mujeres. Hablamos de una sociedad con un analfabetismo del 80% , una mortalidad infantil del 50% y unos mecanismos férreos de control social. 

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