Hayley Campbell: "De los oficios relacionados con la muerte, el más duro es el de comadrona"

Hayley Campbell. / Capitán Swing

ESA COSA DE LA QUE USTED ME HABLA. En Todos los vivos y los muertos,Hayley Campbell cuenta que hubo dos puntos que le hicieron preguntarse cómo era aquello tan horrible de la muerte. Por un lado, el fallecimiento de una niña de su colegio; por otro, los dibujos que su padre (dibujante de From Hell) hacía de las víctimas de Jack el Destripador. Con lo cual, quizá lleve trabajando para el título que publica con Capitán Swing “toda la vida”. Ante nuestro afán por huir de la muerte, Campbell la recupera y nos la explica: “La realidad siempre será más amable que lo que imagina tu cerebro”. 

–Uno de los objetivos de ‘Todos los vivos y los muertos’ es tratar de mostrar, y de explicar, algo que insistimos en esconder. La muerte siempre ha sido lo inexplicable, lo insoportable, pero hoy día es nuestro mayor tabú. ¿Por qué?

–Realmente es un tabú. Un tabú del que, me di cuenta al publicar el libro, iba a estar hablando en público, con lo que –aunque sea importante– nos cuesta hablar de la muerte. Y he descubierto que la gente está desesperada por hablar de la muerte, lo mismo no del fenómeno en sí, pero sí de las historias que deja a su paso: de la historia de su mujer, de la madre muerta. Durante la promoción en Estados Unidos, estaba hablando en uno de esos programas de radio nocturnos y llamó un hombre que estuvo largo rato hablando sobre su hija mortinata, de la que no había hablado en más de treinta años. Y ahí estaba, en mitad de la noche, hablando de ello con una extraña.

–Entre la gente que trabaja con o cerca de la muerte, ha estado con enterradores, forenses, limpiadores, embalsamadores... No son gremios a los que uno pueda acercarse fácilmente. ¿Cómo lo hizo?

–Pues suplicando sin parar. También, como había estado tratando el tema esporádicamente, ya tenía ciertos contactos y, sobre todo, un trabajo referencial que mostrar, porque la gente que se dedica a todo esto suele ser muy reticente a aparecer en los medios:como es lógico, temen que te centres en lo espeluznante, en lo repulsivo, que los pintes como una especie de familia Addams, cuando ellos no son gente muy inusual. No quieren ver lo que hacen tratado de una forma extraña: pero creo que sí que era necesario acercarse a todo ello de una forma rigurosa.

–Iba a preguntar cuál fue el momento más duro para alguien que no viene de ese mundo, pero creo que lo sé.  

–El bebé, sí. Era algo que no me esperaba. Bueno, si lo piensas, en un acercamiento de estas características, si no hay algo que no te sorprende o te hace cuestionarte cosas, es que no lo estás haciendo bien, no estás escribiendo bien. Además, el trabajo de los técnicos de análisis forense es invisible y no se aprecia: sólo recurres a ellos, por supuesto, si has perdido a un bebé. Esa experiencia me abrió los ojos a toda una parte del mundo que no conocía. 

La muerte tiene un espacio en blanco que llenamos con horror"

–Con este tema, niños y bebés están fuera de cualquier intento de asunción, de pensamiento racional... ¿cree que por eso ha sido un duelo especialmente escondido? 

–Cuando alguien pierde a un niño pequeño, nadie quiere hablar de ello, nadie sabe qué decir, qué hacer con ello. Y dejamos a la gente sola en un momento de vacío. Mira, a mitad de la escritura de este libro, me llamó una amiga diciéndome que su bebé no iba a sobrevivir. Y fui capaz de proporcionarle algo de ayuda práctica con algo así, porque había mirado en este mundo con anterioridad. Tengo algo que decir, que aportar al respecto. El nivel práctico de este tipo de conocimiento va mucho más allá del haber escrito un libro. 

–Uno de sus objetivos era conocer cómo funciona la muerte. Pero una vez supo, por ejemplo, como un técnico prepara a un cadáver, ¿por qué siguió indagando? 

–Me di cuenta de que quería saberlo todo, y el campo era realmente tan amplio que faltaba mucha información. La muerte tiene un espacio en blanco que rellenamos con horror: como adulta, he ido a funerales y he visto a la gente en su duelo. Y creo que el desconocimiento sobre todo lo que rodea al fenómeno de la muerte influye en ese duelo.

–Hay una idea que asoma durante todo el libro, y es que quizá sería mejor que nuestro primer contacto con la muerte no fuera con un ser querido.

–Es algo que ya había pensado antes, pero lo articulé de verdad escribiendo esto. Claro, no es una idea fácil a la que llegar, y aún más difícil es ponerla en práctica. Pero, para mí, ver de cerca la muerte y su preparación, que es cómo empezó toda esta investigación, fue un momento transcendental: y quien estaba en la camilla era un completo extraño. Yo no soy una persona religiosa, no creo que haya nada después de esto, pero creo que se ha perdido algo: en mi caso, encontré de gran ayuda este tipo de experiencia, aunque no digo que fuera a serle útil a todo el mundo, ni quiero dar lecciones en absoluto. Pero a mucha gente le ayudaría acercarse a la muerte de una forma distinta. 

–Y, de entre todos estos oficios, el más duro es el que menos uno podría pensar. 

–Comadrona, sí. Cavar una fosa es duro, de acuerdo, pero los vivos somos muy complicados y encerramos muchas emociones, sobre todo, al perder un bebé. 

–En su opinión, ¿cómo pueden casar estas personas sus trabajos con su vida diaria?

–Creo que están a distinta frecuencia, también entre ellos:lo que a unos nos hunde, a otros les puede afectar pero no les impide seguir adelante, y eso depende de cada cual. Una cuestión muy importante es que piensan que, de alguna forma, ayudan en situaciones muy difíciles.

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