Javier Castroviejo: “Hay más insectos y aves en un parque urbano que en Doñana”
Nada que esté vinculado a la naturaleza, a su respeto y conservación, le es ajeno a Javier Castroviejo (Bueu, Pontevedra, 1940). Aparte de Doñana, de cuya estación biológica fue director durante 14 años y que conoce al dedillo, lo ocupa la situación del monte y el agua de Galicia a causa del renacimiento de la industria del cobre y de la celulosa. Este reputado biólogo reconoce al ave más remota por un sonido que es imperceptible para el común y diferencia el origen geográfico exacto de un camarero venezolano con sólo observar sus rasgos. Es socarrón y decente como pocos y un conversador con carisma.
–Trabajó con Félix Rodríguez de la Fuente en El hombre y la tierra. ¿Por qué apenas aparece en la serie el hombre?
–Hay capítulos importantes en los que está presente el hombre y no siempre de un modo amable. Pero hay páginas muy bonitas sobre el pueblo yanomami de Venezuela y sobre los cetreros.
–El protagonista es principalmente el animal, los animales y la tierra.
–El significado profundo de la serie es que el hombre forma parte de la Tierra. Una parte del devenir del planeta es que aparecieron los primates y el hombre. Y ahí estamos. A fin de cuentas, somos la naturaleza, incluido lo erótico, lo espiritual, lo reproductivo, la ternura, patrones de conducta que vienen de muy lejos. Es ridículo desligar al hombre del planeta.
–Hay empresarios que se quejan de que las presiones medioambientales impiden la creación de presas y de empleo.
–Por tanto, derribemos la Giralda y pongamos una pizzería o un club de alterne, que dan dinero y empleo. Esa monserga es muy vieja y además muy vulgar. Evidentemente, la gente tiene tanto derecho a hacer dinero como a conocer un paisaje, oír el canto de un mirlo, ver una puesta de sol o respirar aire limpio.
–La Fiscalía de la Audiencia Nacional ha identificado recientemente a 250 empresarios que han estado esquilmando el agua de Doñana durante años.
–¿Sólo 250? Las políticas del agua son afro-bereberes. Uno tiene derecho a regar, pero el agua es también cultura, es la función de los ecosistemas, es paisaje y riqueza. Y no se puede emplear sólo para lavar más coches y llenar más piscinas. Es una perturbación enorme: más presas para más de lo mismo.
–¿Y cómo ve Doñana?
–Acaso mojada por la lluvia, pero nada más. Doñana seguirá estando aniquilada sin el cumplimiento de la ley de 1999 [Ley 8/1999, de 27 de octubre, del Espacio Natural de Doñana].
–¿Es insuficiente el último acuerdo al que han llegado las administraciones?
–En España no es tan fácil que se cumplan las leyes.
–No es usted un optimista.
–La marisma está muerta, es como un bosque vacío. Hay más variedad de insectos y aves en un parque urbano que en Doñana. Y no se arregla por la lluvia de un año. Es como pensar que a uno que le han cortado las venas y las arterias puede curarse con una transfusión.
–Este año está lloviendo después de años de sequía. Hay quien cree que los propagadores del cambio climático están escondidos.
–Bueno, hablar de cambio climático es como hablar de las estrellas. Desde que hay un universo, el planeta no ha dejado de cambiar. Yo puedo corroborar la subida de las temperaturas por las diferentes especies que crecen a diferentes alturas del monte. Y lo dicen también los modelos matemáticos. Si no se demuestra lo contrario...
–La cuestión es si el ser humano lo está provocando.
–Creo que lo que hace el ser humano es gravísimo. Si llega a transformar el clima o no, no lo sé.
–Se cuentan cosas horribles de los eucaliptos.
–Acaban con el paisaje. Por sus características, es un árbol que no da sombra, no permite la vida de los animales, nada crece a su alrededor... Es un enorme extractor de agua. Desde el punto de vista ecológico, las agrupaciones de eucaliptos se llaman bosques vacíos. No hay vida en ellos. De hecho, no se puede hablar de bosque sino de plantaciones, es un cultivo-plaga. Donde ha habido eucaliptos no se puede volver a cultivar porque la tierra se queda baldía.
–¿Y quién promueve la plantación del eucalipto?
–La industria. Preguntémonos qué pasó con Sierra Morena. Las fábricas de celulosa arrasaron con los bosques de alcornoques y de madroños. Y han introducido otra especie que soporta mejor el frío y que va a acabar con el paisaje de mosaico del norte de España. Hay una empresa de celulosa en Pala de Rei, en Lugo, que consume la misma agua que toda la provincia. Y la saca del Ulla, un río totémico en Galicia y España.
–En Galicia hay un problema con las minas, ¿no?
–Quieren reabrir la mina de cobre de Touro, que contamina la ría de Arosa con metales pesados. Los pescadores y mariscadores están protestando como hicieron el pasado siglo. Es una barbaridad.
–¿Es el sempiterno conflicto entre la economía y el medio ambiente?
–No. Es el conflicto de una determinada empresa y una administración que no hace cumplir las leyes, entre unos intereses particulares inadmisibles y el bien común.
–Conoce bien Iberoamérica. ¿Qué afán hay allí en favor de la naturaleza?
–Es parecido a aquí. Hay una población sin recursos, cada vez mayor, como aquí, que se limita a sobrevivir. Hay gente sensible, poca, que ve el disparate. Y hay una amplia población urbana o periurbana cuya principal preocupación es que el coche sea más grande, la televisión de más pulgadas y sin tiempo para pensar, descubrir y vivir. Usted es un hombre piadoso y sabe que la Biblia nos llama ovejas, borregos.
–América es inmensa.
–Es aún la mayor potencia mundial en biodiversidad. Reino Unido puede tener 1.500 especies de plantas; España, cerca de 8.000; mientras que en Ecuador puede haber 15.000. Y hay mucho por descubrir. Las leyes se cumplen escasamente y la destrucción está siendo colosal. En la vertiente oriental de los Andes, cuyos ríos nutren el Amazonas y los llanos, hay una cadena de presas con financiación china que va a regular toda el agua.
–¿Qué quiere decir eso?
–Que el Amazonas puede cambiar tremendamente o incluso desaparecer en los próximos veinte años.
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