Pilar Cernuda
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EL candidato socialista a la Presidencia del Gobierno en las elecciones generales del próximo 20 de noviembre, Alfredo Pérez Rubalcaba, puso el pasado fin de semana toda la carne en el asador -sacó incluso a Felipe González a repartir doctrina y a insuflar ánimos- en la Conferencia Política organizada por el PSOE para relanzarle y para establecer las líneas maestras del programa electoral socialista.
En sus tres intervenciones públicas importantes durante el cónclave socialista, Pérez Rubalcaba defendió, en primer lugar, sus propuestas para financiar la sanidad pública y blindarla frente a quienes apuestan por las privatizaciones y el copago -léase el PP-. Para ello, anunció que suprimirá las desgravaciones fiscales a la sanidad privada, subirá un 10% el impuesto sobre el tabaco y el alcohol, excluyendo el vino y la cerveza, claro está, y mejorará la gestión del cobro a mutuas, aseguradoras y pacientes extranjeros.
En segundo lugar, se comprometió a cambiar la Ley de Igualdad para hacer real una mayor presencia de las mujeres en los consejos de las grandes empresas.
Y, por último, en el discurso de clausura de la Conferencia Política, el candidato socialista propuso "un gran pacto sobre el empleo", al que invitará a comunidades autónomas, empresarios, sindicatos y partidos políticos. Todo, según explicó, "para compartir objetivos, para remar en la misma dirección, porque sabemos, por experiencia, que los españoles, cuando tenemos un gran problema y lo afrontamos juntos, entonces lo resolvemos".
Y, además, sin dejar de defender la lucha contra el déficit, Pérez Rubalcaba no dudó en cuestionar la dimensión de los ajustes: "En 2009 nos gastamos mucho dinero... existen dudas razonables de que nos estamos pasando en el ahorro". "Es sensato que lo pensemos. No quiero con ello negar la lucha contra el déficit. Pero quizás hay que medir los ritmos y los tiempos… sin olvidar la creación de empleo", agregó.
Con su llamamiento a "ganar en ganas de ganar", conectó con una concurrencia que sólo se había sobreexcitado hasta entonces el viernes cuando Felipe González se dirigió a ella en una acción política muy terapéutica. La plática de Rodríguez Zapatero, mitad achicharrado, mitad amortizado, no dio ni para un brote minoritario de melancolía.
En definitiva, el candidato socialista, que terminó medio acatarrado por la ineficiencia energética del Palacio Municipal de Congresos y Exposiones de Madrid, dio la talla, como suele acostumbrar. Y la Conferencia Política alumbró propuestas que, a la espera de que la mayoría de ellas se concreten en el programa electoral socialista, representan un proyecto político sólido y propio, diferenciado lo suyo del que sustentó en los últimos ocho años al actual líder formal de los socialistas.
En teoría, con estos buenos parámetros, esta Conferencia Política debería reportarle al PSOE algunos dividendos electorales en la dura batalla por recortarle esos 14-16 puntos de ventaja que le lleva el PP. Sin embargo, la sensación es que, como mucho, va a taponar la sangría y poco más.
Los datos del paro en septiembre -más de 95.000 personas perdieron su trabajo- borraron ayer de la actualidad las propuestas socialistas y devolvieron a Pérez Rubalcaba a la cruda realidad. Lo enfrentaron al muro infranqueable del desempleo que, con cinco millones de afectados directos, fomenta por vía intravenosa el cambio político y la alternancia a favor del PP, incluso entre muchos electores socialistas. Por mucha habilidad que derroche, el candidato socialista no podrá contestar de forma convincente a una sencilla pregunta: ¿Por qué no ha arreglado usted lo del paro en los últimos tres años?
Visto lo visto, en esta ocasión, el PSOE no va a cosechar una "dulce derrota" como la de1996 ni se va a quedar a un telediario de darle la vuelta a las encuestas, sino que va camino de una derrota histórica. Y eso que ETA está a punto de entregar la cuchara y Pérez Rubalcaba tiene mucha culpa de ello. Pues ni eso.
Aunque el triunfo arrollador que se prevé para Rajoy y los suyos irá cargado de mucho crédito pero de poco tiempo y menos paciencia ciudadana para devolverlo.
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